Domingo XVI Tiempo Ordinario, Ciclo C

Abraham y Marta y María hospedan atentos al Señor

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. Parecería, después de escuchar la parábola del buen samaritano, que toda la enseñanza de Jesús se concentraba en la acción. “Ve, haz tú lo mismo”. Caeríamos entonces en la trampa actual del hacer, producir, prescindiendo del ser. Ante la actitud de Abraham y de María, comprenderemos la actitud exacta que Jesús nos quiere enseñar, mirarle a él para hacer, orar para producir. Para ser una Iglesia samaritana, hay que ser primero una Iglesia abrahámica y mariana. Es decir, tiene que ser una Iglesia que escucha la Palabra y la pone en práctica. Si seguimos y profundizamos lo vamos a entender.

2. La virtud de la hospitalidad practicada por Abraham nos prepara para contemplar simultáneamente otra escena de acogida del huésped por parte de Marta y María. En ambos casos el huésped es Dios. Abraham no lo sabía y Marta casi tampoco. El motivo de la visita de Dios a Abraham afianzando los lazos de amistad comenzada hace años entre los dos, le trae el anuncio de que la promesa del hijo ya está cumpliéndose. Abraham se prodiga en atenciones, pues la hospitalidad era característica de los orientales, y por otra parte necesaria, dada la precariedad de medios en aquella cultura seminómada. Pone en movimiento a los criados: traer agua para lavarles los pies, coger tres cuartillos de harina, amasarlos para hacer una hogaza, escoger un hermoso ternero y mandar a un criado a que lo matara y lo guisara. Preparar el requesón, traer la leche y el ternero preparado y servírselo. Mientras los tres hombres comían, Abraham permaneció de pie, atento a los tres personajes, pendiente de sus gestos y de sus miradas, como dice el salmo: "Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, así están los ojos de Abraham, en el Señor, esperando su misericordia" (Sal 122,2).  

3. Abraham observaba, sentía que aquella presencia le hacía arder el corazón y se experimentaba conmovido y movido a actuar con sumo respeto en medio de su contemplación. Se comprende intrigado porque aquellos huéspedes parecen diferentes de las otras personas nómadas a quienes tantas veces ha visto y tratado y hasta ha hospedado. En una cultura en que la mujer no cuenta, resulta extraño que pregunten por Sara, que se quedaba en la penumbra, reservada y tímida, pero preguntan por ella, pues en su seno ha comenzado, o va a comenzar a germinar, el cumplimiento de la tan esperada promesa. Abraham respondió que Sara estaba en la tienda. Y uno de los tres dijo a Abraham: "Cuando vuelva a verte dentro del tiempo natural, Sará habrá tenido un hijo". Sara lo oyó desde dentro de la tienda, y se rió sorprendida dudosa y gozosa, que es el significado del nombre Isaac, “el que hace reir”. Parecería normal que hubieran llamado a Sara y le hubieran dado la noticia que biológicamente afectaba más a ella. Pero desde el comienzo de la llamada de Abraham éste ha sido el interlocutor de Dios y el que ha recibido la promesa.

4. En el contacto con sus huéspedes ha ido creciendo la confianza de Abraham. Poco a poco ha comprendido que no son de este mundo. El crecimiento de la amistad es terreno abonado para las confidencias. En ese clima, el Señor revela a Abraham su decisión de destruir la ciudad de Sodoma. Abraham, el hombre que ha escuchado tantas veces a Dios, ha comprendido hoy que para ser el padre de un gran pueblo y conocer los designios de Dios, ha de estar a la escucha de sus palabras. A fuerza de escuchar tantas veces la palabra del Señor, ha ido conociéndolo mejor y en su corazón ha crecido su cariño y su intimidad. Génesis 18, 1.

5. La escucha de la palabra exige y es causa de practicar la justicia, tener intenciones limpias y leales, no hacer mal al prójimo, no difamarle, no ser usurero, ni aceptar soborno contra el inocente. El que así obra nunca fallará y merecerá hospedarse en la tienda del Señor, como Abraham ha conseguido hospedarle en la suya. Salmo 14.

6. Marta y María han hospedado también a Jesús en su casa. María, como Abraham, ha permanecido a la escucha de la palabra de Jesús. Marta ha cargado con todo el trajín, más atenta a que el hospedaje que ofrecía a Jesús fuera decoroso, que a la acogida que prestaba a su persona. No estaba mal esto, pero lo principal era lo otro. "A los pobres los tenéis siempre con vosotros, en cambio, a mí no siempre me tenéis" (Mt 26,11). Jesús no había ido a su casa a que Marta y María le dieran un banquete, sino a ofrecérselo él a las dos, porque "No sólo se vive de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Lc 4,4).

7. Cuando Marta, nerviosa, tensa, agobiada y un poco celosilla, pidió a Jesús que reprendiera a Marta, consiguió ser ella la amonestada: "Estás inquieta y nerviosa por tantas cosas: una sola es necesaria". No reprendió su servicio, sino el modo de servir. ¿Por qué estaba tensa? Quería jugar un buen papel delante de su huésped. Buscaba causar una impresión de eficacia; ganar prestigio de buena anfitriona, más que acoger a la persona del Maestro. Con amor de sí misma se olvidó del amor al Señor. En vez de dedicarle a él la atención y el afecto y el cariño, la mirada y el acatamiento, la dedicó a los pucheros y a la sopa, a las manzanas, a los dátiles y a la carne que estaba cociendo, al mantel y a la colocación de los muebles y esteras. No es que esto estuviera mal, es que esa actitud activista la descentraba, le robaba hondura y serenidad y perdía  la actitud mejor, que es la que supo adoptar María, eligiendo la mejor parte, que no se la quitarán Lucas 10, 38. 8. Otra vez las dos hermanas: «Marta servía» y María «tomando una libra de perfume de nardo puro, muy caro, ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume» (Jn 12, 1). Una expresa su amor con el servicio concreto; la otra con gestos de amor a Jesús. Una, muy práctica, prepara las comidas a Jesús y la otra, de forma más lírica y poética, perfuma a Jesús. Ambas vocaciones son hermosas, pero corren un riesgo: las personas activas, pueden caer en la disipación y la ansiedad; las contemplativas, en la pereza y el ocio. Es necesario tener el corazón de María y las manos de Marta. Hay que encontrar la perfección y el equilibrio entre las dos vocaciones en la Virgen María. «María» meditaba en su corazón las palabras de Dios y estaba en silencio junto a la cruz; y como «Marta» visitar a su prima Isabel y en Caná se dio cuenta de que no había más vino. Hemos de saber servirnos algún tiempo para pararnos, para reencontrar el centro y los motivos de nuestro actuar, para entrar en nuestro ser profundo con Dios.

    8 La Iglesia tiene que hacer la síntesis de las dos posturas. No excluir una en detrimento de la otra, sino integrar las dos. De la intensidad de la atención al Señor brota la iniciativa del servicio y la permanencia en él, aunque no sea gratificante. Porque sensiblemente casi siempre es menos placentero atender a Dios, que parece que no nos dice nada aunque nos pasemos la noche en oración, que dar de comer a un enfermo que nos corresponde con una sonrisa. Y seguramente es más apetecible organizar un club de muchachos agradables, que dedicar la mitad del tiempo a estar sentado a los pies del Señor como María, o estar de pie con los ojos fijos en él, como Abraham. Un esposo que trabaja toda la semana y cuando llega por la noche cansado, apenas le dice cuatro palabras a su esposa, y el viernes por la tarde le entrega el sobre abultado con el salario ganado y cree que porque ha estado enfrascado en el trabajo para la esposa ha cumplido con su deber de esposo, no se ha dado cuenta de que la atención a la persona de su esposa y al diálogo con ella es más importante. ¿Pueden estar toda la semana mirándose a los ojos? No, hay que integrar las dos actitudes. Primero, el corazón a la esposa y desde ahí, el trabajo con mayor ilusión. "Cuando estás en casa te entretienes jugando con el ordenador, y ahora salimos de paseo con los niños, y te vas a ver a tu prima", oí quejarse dolida a su esposo a una esposa, con razón.

9. Santa Teresa decía que entre los pucheros anda el Señor, pero si no se enciende por la mañana la caldera de la calefacción, estamos todo el día destemplados, pensando sólo en los pucheros. Para meter al Señor entre los pucheros, hay que cultivar su amistad. De lo contrario el Señor se va difuminando y quedando en la penumbra hasta desaparecer del horizonte, y entonces aparece la tensión, se pierde la calma y sólo cuenta el trabajo y "tantas cosas". Una Iglesia que centre más su atención en el trabajo de Dios que en la persona de Cristo, ni ha entendido el amor, ni ama de veras, y además, se agota en la esterilidad.

10. Han sido años difíciles, los pasados, para el tema de la oración. Digo el hábito de la meditación por cuanto formaba parte del horario de cada día, que no propiciaba mucho el hábito, al menos interior y de profunda convicción. En realidad no sé había hecho una pastoral pedagógica y eficaz de la oración, en todos los niveles. Fuera de una plática teórica dedicada al tema de la oración en los ejercicios espirituales anuales, ya no se trataba más. Se consideraba tema sabido. Ocurría como en la ficha de la mili: Valor: se le supone. Era asunto supuesto. Los jueves y los domingos, se oían pláticas en las que se vertían ideas. Pero nada de ejercicio personal de oración. Hablo en general; siempre, en todos los campos, hay alguna excepción que confirma la regla. De todos modos opino que se tenía conciencia de que había que hacer meditación. Quizá en los años cincuenta se mantiene, pero a la baja, esta conciencia. Y ya en los sesenta se invierten los términos: en vez de ir al sagrario, hay que ir al hermano, es mejor tomarse unas cervezas en el bar con unos muchachos, que estar un rato de rodillas ante el Señor. Y entonces comienza el rumor y la sospecha sobre la oración: es una evasión, urge el compromiso, hay que actuar ya. Se retrasaron un poco. En España siempre se retrasan los movimientos, sean del orden que sean.

11. Ese movimiento del «activismo» se había iniciado y desarrollado en los Estados Unidos de América, a finales del siglo XIX. Lo descalificó León XIII en una carta al Arzobispo de Baltimore, "Testem benevolentiae" del 22 de enero de 1899. El Papa en esa carta condena el «activismo» y acuña un nombre para designarlo: el «americanismo», y que posteriormente Pío XII convertiría en la «herejía de la acción». Aún en el año 1945 publica un libro el cardenal Speellman, Arzobispo de New York, con el significativo título de «Acción ahora mismo». Vemos que por aquellas fechas España aún andaba bastante regular. En el año sesenta y dos comenzó el Concilio y, lo que se esperaba una bocanada de aire fresco en la Iglesia que vivía con las ventanas cerradas, se convirtió en un huracán, que se llevó tras de sí aquellas conciencias, ya poco sólidas, de los años cuarenta. Se ridiculizó el rezo de oraciones tan venerables y arraigadas como el Rosario, se desmantelaron trisagios, adoraciones eucarísticas, triduos de cuarenta horas, novenas, ejercicios del mes del rosario, de las almas y de mayo, todo en nombre del Concilio, que no había dicho eso, sino todo lo contrario. Había rutinas y polvo de siglos que sacudir y poner al día, pero, de ninguna manera, extinguir. Al pueblo se le quitó lo que tenía sin darle ninguna sustitución. Comenzaron a cerrarse los templos por la mañana y abrirlos sólo por la noche para la misa vespertina, y se condenó a muerte la piedad popular.

12. Pablo VI se lamentaba y decía: «Un célebre escritor de nuestro tiempo hace decir a uno de sus personajes, un cultísimo e infeliz sacerdote: "Yo había creído con demasiada facilidad que podemos dispensarnos de esta vigilancia del alma, en una palabra, de esta inspección fuerte y sutil, a la que nuestros antiguos maestros dan el bello nombre de oración"» (Bernanos, L´impost).

13. El Espíritu Santo que vela por la Iglesia va a intervenir. Ha escrito Oscar Cullman, teólogo protestante, que cuando la Iglesia deja la oración el Espíritu Santo la deja a ella. Quizá la expresión no es muy acertada, pero es gráfica e indica una situación psicológica, más que teológica, porque en realidad lo que hace el Espíritu Santo es corregir la dirección y curar el desvío. Y lo hará allí mismo donde comenzó el error. El americanismo, herejía de la acción y escape de la oración, comenzó en Estados Unidos. En  la película americana Siguiendo mi camino, protagonizada por Bing Crosby. Este encarna a un sacerdote joven que llega a una parroquia americana, y que responde con una sonrisa irónica a la pregunta del sacerdote mayor sobre si hace oración. Pues allí, en Estados Unidos, entre los universitarios, nacerá la Renovación Carismática para revalorizar la oración. Entre los laicos. Es tan vital la oración que, cuando las vocaciones de consagrados están pasando su invierno, el Espíritu Santo hace germinar la primavera en el pueblo llano, para que vengan a ser como los primeros cristianos, de quienes los paganos decían que eran «hombres que oran, y hombres que aman”.

14. Y después, o a la vez, ha hecho surgir los nuevos movimientos.: «Es evidente que nos encontramos ante una crisis bastante fuerte porque la Iglesia como institución no logra llegar a determinados sectores», ha manifestado Silvano Cola, responsable de los sacerdotes del movimiento focolar. Ya el cardenal Ratzinger dijo que, tras el Concilio Vaticano II, en lugar de una explosión de vida, hubo una helada, hasta que el Espíritu Santo volvió a soplar y crear los carismas conocidos como nuevos movimientos». El cardenal James Francis Stafford afirma que los movimientos son la vanguardia de la nueva evangelización querida por Juan Pablo II, por lo que hay que dar a los sacerdotes, que parecen presionados por la gran cantidad de dificultades, un poco de esperanza. Está cambiando el rostro de la Iglesia. Antes todo se concentraba en las diócesis y en los párrocos, ahora está naciendo en el laicado una fuente de evangelización».

15. En una reunión de superiores mayores italianos, celebrada en Collevalenza, un padre salesiano, ha dicho: «Desde hace 17 años hemos alentado una rama de vida consagrada, hemos producido chispas apagadas, no ha nacido nada. Estábamos buscando leña para nuestra chimenea, cada uno por su cuenta, pero era leña verde y no se encendía ningún fuego, y no nos hemos dado cuenta del incendio que el Espíritu Santo ha encendido con los movimientos». «El Papa ha insistido mucho en el perfil mariano, que es esencial al perfil petrino. El perfil mariano implica una vida de santidad que es esencial para cada cristiano. En términos teológicos, antes toda la estructura estaba basada en la actuación, se confiaba en los sacramentos que actúan ex opere operato, y se miraba menos a la santidad interior. El cardenal Darío Castrillón ha subrayado que hace falta santidad personal, para poder evangelizar. Vemos en los jóvenes la fe mariana, que no está en competencia con el perfil petrino. Al contrario, el perfil mariano vive por el perfil petrino, mientras que el petrino vive para la santidad del perfil mariano y no está en contradicción, no hay oposición sino unidad, pureza, maternidad y coherencia. Hay que vivir con María como ejemplo a seguir siempre».

16. Que la Eucaristía, en la que el Señor nos hospeda en su casa, y después de explicarnos las Escrituras, nos reparte su pan y su vino, alimente nuestro amor y gratitud por la salvación, haga arder nuestro corazón como a los discípulos de Emaús y lo mantega atento durante la semana, como Abraham y María que escuchan la palabra de Dios para cumplirla.