Domingo XVI Tiempo Ordinario, Ciclo B

Somos ovejas de su rebaño

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1."Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco" Marcos 6,3. Jesús nos invita al descanso espiritual. Es tiempo de vacaciones. Cesan los trabajos. Podemos aprovechar el tiempo para estar con Jesús: Oír su palabra, como María que escogió la mejor parte. ¿Cómo deberían ser las vacaciones? El Concilio nos recomienda: "Empléense los descansos oportunamente para distracción del ánimo y para consolidar la salud del espíritu y del cuerpo, ya sea entregándose a actividades o a estudios libres, ya a turismo por otras regiones con lo que se afina el espíritu y los hombres se enriquecen con el mutuo conocimiento" (GS 61). Leer, escuchar, escribir, hacer Ejercicios o Cursillos, orar. Pero a veces el silencio asusta. Sin embargo gustar y saborear el silencio, es condición previa para poder experimentar: "Qué bueno es el Señor" (Sal 33,9). Benedicto XVI nos invita a todos a hacer de estos días de merecido descanso veraniego un momento de enriquecimiento interior y de favorable descanso familiar os alegre contemplar las fotos del Papa en vacaciones, hoy visitando a las benedictinas del Gran San Bernardo y admirando las enormes montañas y los perros de San Bernardo, llamados así por el lugar donde se crían. Nos alegramos de ver al Pontífice relajándose y enriqueciéndose física y espiritualmente porque sabemos que redunda todo a favor nuestro. Necesitamos pastores relajados y alegres, que saben gozar las vacaciones siempre tratando de mejorar física y espiritualmente, a lo que nos invita Jesús. Necesitamos también el silencio para poder pensar, planear, serenarnos y poder juzgar con rectitud, y poder decidir las prioridades de nuestra actuación. Ese silencio que hoy es un lujo en la vida.

2. En efecto, el silencio es un bien escaso para el hombre de hoy, su valor, como el impresionante silencio con el que comienza la quinta Sinfonía de Beethoven, en el que, para Cristóbal Halffter, está contenida toda la carga expresiva de la obra entera, que sólo los hechos sonoros ponen en evidencia. La carencia de silencio produce agresividad porque sólo con el silencio se puede vivir con dignidad. El silencio nos ayuda a crecer en humanidad y en espíritu. En el silencio madura el hombre. En el silencio cuaja la perla. En el silencio se templa el carácter. Con el silencio se compra sabiduría y gozo y paz y coraje y amor. El silencio de la mente obtusa, inconstante y febril e inquieta. No basta el silencio ambiental, es necesario el mental y el afectivo. Aprender la gran lección del silencio de Dios que engendra al Hijo en el silencio solemne, profundo y creador del Padre, que vive en el silencio, y habla en el gran silencio, y nos lleva a la suma soledad del silencio, y nos empuja a una misión de silencio, sonoro, plenitud de rumor de acción fecunda e inmaculada y larga, fuego trepidante de quietud altísima, al resplandor de la lámpara sagrada de fulgor luminoso, imán del poder y de la sabiduría. En la alegría y la paz de la tarde callada, entre el rumor de cedros poblados de pájaros, la claridad sin penas, la lozanía divina. Allá donde el ciprés como, una espada, se cimbrea y se extasía entre blondas de nubes, se enarbola el silencio, que trasciende y revela, que apacigua y calma, y fortalece el espíritu hambriento de silencio, silencio que callando más dice, y en silencio impresionante proclama. Unidos en el amanecer titilante, cuando los silbidos callan, cuando las risas se esfuman, y las gaviotas elegantes amerizan. Cuando callan los álamos. Cuando los motores se insensibilizan. Cuando ruge el viento buscando una mano amiga. En el entorno de los muros, entre los ayes de los hombres heridos, se enarbola majestuoso el silencio. “Il rumore non fa bene, il bene non fa rumore”. « El ruido no hace bien y el bien no hace ruido ». Ya se oyó la voz del poeta: “Calla, no digas nada, si no eres capaz de mejorar el silencio”. Quizá estas líneas hayan sido el himno al silencio que Saint-Exupery dijo en El Principito que quería escribir: “Escribiré un himno al silencio”, porque la verdad cuaja y arraiga en el silencio. 

2. Jesús, al ver la muchedumbre que venía en su busca, "sintió lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor". Jesús tiene corazón y se emociona. Agradece que la gente le siga. Son la “bona gent”, a la que se dirigía el apóstol San Vicente Ferrer. El cristiano debe tener buen corazón. Alguna vez hemos tenido que tropezar con algunos ordenados, muy piadosos y de supuesta vida interior, famosos por su espiritualidad, y algunos con procesos de santidad canónica, que han fallado gravemente en el corazón por su terquedad. Sin mala intención, hicieron grandes disparates, ocasionaron muchos sufrimientos, aferrados a una ley, más estricta que la de los entonces libros de moral, querían ser más fieles a la Iglesia que el mismo Pontífice. Era un auténtico farisaísmo. Exigían heroísmos inhumanos y, como aquellos, imponían cargas insoportables sobre la buena gente, sincera y heroica. José Díaz Moreno, profesor eminente de Comillas, ha dicho recientemente, que “una de las grandes desgracias que tiene el Derecho Canónico, es que lo tienen que aplicar personas que no tienen ni idea de lo que es y debe ser la ley en la Iglesia y de lo que realmente debe ser una aplicación según justicia y equidad. Los legalismos, leguleyismos, que yo he visto a lo largo de mi vida, que ya no es corta, no los he visto en espléndidos o insignes canonistas, sino en personas que, o en nombre del carisma, o en nombre de aquí el que manda soy yo, intentaban justificarse”.

3. Otros, primaban mucho la fama del cultivo de la inteligencia, y seleccionaban y encumbraban a los más pretendidos intelectuales, que después les han fallado, y descuidaban la misericordia, eran duros de corazón. Eso ha hecho mucho daño. Hay muchas concausas de la escasez de vocaciones, pero ésta puede ser una de ellas. Me contaba una fundadora de un Instituto Secular, que una alta jerarquía, arrepentida del acoso inferido, se dolía del retraso de vocaciones que habían ocasionado su inhumanidad. Encontramos muchas veces gentes o no creyentes o no consagradas, con mejor corazón, quizá en esto influye no poco la soltería, que no el celibato, impuesto y mal encajado. Aunque quiero creer que ocurre ya menos, todavía aparecen cabos de varas, trasnochados y anacrónicos, que parecen arrancados de un retablo farisaico. Para todos es actual el mandato de Jesús de Nazaret: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”.

4. “De todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio”. Buscaban a Jesús. Querían oírle, hablarle, contarle sus problemas, pedir su consejo, su aliento, su fortaleza. Les iluminaba la mente, les calentaba el corazón como a los de Emaús más tarde. Nos buscan. Buscamos. ¿Encontramos? ¡Cuántas veces hemos tenido necesidad de comunicación espiritual, antes de las 8 de la tarde, y nos hemos encontrado cerradas las puertas de los templos. Hemos querido una palabra, el perdón, el sacramento, y no lo hemos encontrado. Dios siempre nos espera. Cristo está siempre en el sagrario. Pero las puertas están cerradas. Y cuando están abiertas, ¿qué podemos dar? ¿Encuentran en nosotros lo que encontraban en Jesús? Al menos, hemos adquirido ese peso que procede de la contemplación de la Verdad…Pero Jesús tiene lástima. Se deja comer por los hombres. Sabe que sin su palabra y sin su vida no podemos vivir. “No sólo de pan vive el hombre”...

5. La lástima que Jesús siente por aquella multitud, venía ocasionada, según el texto evangélico, “Porque andaban como ovejas sin pastor”. Siendo seminarista, me enviaron a Montserrat a estudiar canto gregoriano con mi superior. Yo tenía 18 años. Ni una sola vez se preocupó de mí, estando fuera de casa, ni me dirigió la palabra, parece increíble, como si fuera un extraño. ¡Qué asistencia tan especial del Espíritu Santo es necesaria para perseverar en esas condiciones! Me decía un obispo: Antes, cuando un sacerdote era llamado por el obispo, se echaba a temblar. No me extraña lo que añadió: Ahora el que tiembla es el obispo. ¿No se sembró la reacción? ”Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones”. Y dirá San Juan de la Cruz sobre los pastores ciegos: “el que debiendo acertar no acertó, no pasará sin castigo”.

6. La mayor preocupación de un pastor han de ser sus ovejas, las madres de los corderos. Participan de su mismo Orden sagrado, y de ellas depende de manera importantísima y primordial, la vida del rebaño. En aquella muchedumbre, Jesús no veía un pueblo, una comunidad, sino una multitud de gente perdida y sin rumbo. Jesús "se puso a enseñarles con calma". Ardua tarea la de anunciar la paz y la reconciliación, la fraternidad y el amor. Con paciencia, con sencillez. Acudir a El, que es el Pastor que tiene compasión de nosotros. En él se cumple la profecía de Jeremías: "Reuniré el resto de mis ovejas de todos los países a donde las dispersé y las volveré a traer a sus dehesas, para que crezcan y se multipliquen.. Suscitaré a David un vástago legítimo: reinará como rey prudente" Jeremías 23,1. 

7. Acudir a El, sí, aunque lamentando que los que él ha puesto como pastores, se preocupen a veces más de los actos protocolarios y de los colectivos, que de la atención, cariño verdadero y sin trampa ni política, personales y uno a uno, sobre todo, a los que con tanta generosidad se han entregado y que sirven a la Iglesia de balde y con todo lo suyo. ¿Qué no haría un sacerdote con el abrazo y la cercanía de su obispo, si sin ellos, se está dejando la piel y agotando su corazón?

8. Bíblicamente, Pastor y rey es lo mismo. "El Señor es mi Pastor, nada me falta", hemos repetido con el salmista, proclamando los oficios que el Señor, como Pastor, cumple con su pueblo: "me hace recostar en praderas verdes, me conduce hacia tranquilas fuentes; me guía, me defiende con su cayado”, con el que a la vez acaricia mis espaldas, como hace el pastor cariñosamente con sus ovejas; “me prepara la mesa, y mi copa rebosa”. Ahora nos está preparando la mesa de su cuerpo y sangre, y nos ungirá la cabeza con perfume, el perfume de su Santo Espíritu Salmo 22. 

9. Esta es la tarea de los pastores de la Iglesia: Predicar el Reino a un mundo disperso, aborregado y dividido. Desnortado. Perdido. Desorientado. Darles a conocer la alegría de la buena noticia de que Jesús ha creado, mediante la cruz unos hombres nuevos que son hijos de Dios, con un destino feliz y eterno Efesios 2,13. 

10. Y ofrecer el ejemplo de la unidad y de la caridad en el reino de Dios, para que el mundo crea (Jn 17,21) y se convenza, no sólo por lo que decimos, sino por lo que hacemos. "Paz a los de lejos, paz también a los de cerca". Y acercarnos a participar el pan consagrado en su altar, que nos robustece para andar el camino de la cruz en su seguimiento. Dios nos ha amado tanto que nos ha dado y da a su Hijo Unico: Cuánto amor, cuánto amor, ¡cómo podríamos comprender tanto amor. 

11. Acabo de leer esta historia que nos pone los pelos de punta y nos adoctrina sobre ese amor. Os la cuento: Era la reunión de un grupo de oración. Después de los cantos, el sacerdote presentó a un orador invitado; era un amigo de la infancia, ya entrado en años. Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el ambón y comenzó a contar esta historia: "Un hombre junto con su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero en la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres." "El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho mayor que los embates de las olas." "Miró en dirección a su hijo y le gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MIO! y le tiró la soga al amigo de su hijo. En el tiempo que le tomó al amigo llegar hasta el velero volcado en campana, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo."

Dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado. "El padre" -continuó el anciano- "sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar el hecho de que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo por nosotros!" Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un tenso silencio. Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:"Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo."

"Tienes toda la razón", le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:

"Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese hijo era yo."

12. Vamos a comer el Cuerpo de cristo entregado por el Padre con amor para poder vivir de ese amor.