Domingo XVII Tiempo Ordinario, Ciclo B

Nuestro pan de cada día

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. El Mahatma Gandhi pronunció esta frase brillante, “Si Dios se encarnara hoy lo haría en forma de pan, para poder ser comido por todos los hambrientos del  mundo”. No tuvo en cuenta que así había ocurrido porque Dios nació en Belén = Beth-Lehem, que significa la Casa del Pan, y permanece con nosotros en el Pan de la Eucaristía. La multiplicación de los panes, profecía de la Eucaristía, se produjo en Palestina, la cuna del trigo y del pan, donde los hermanos de José ataban las gavillas que se doblaban ante la suya Jesús invitó junto al pozo de Jacob a mirar las mieses amarilleando para la siega, y él mismo se profetiza grano caído en el surco que da mucho fruto.

2. "Dáselo a la gente para que coman. Porque esto dice el Señor: <Comerán y sobrará>" 2 Reyes 4,42. Fue uno de los muchos milagros de Eliseo, que nos relata la Biblia. Vino un hombre con veinte panes de cebada y grano reciente, diezmo para el siervo de Dios y éste le dijo al criado que lo repartiera entre los cien profetas. La reacción del criado: "¿Qué hago yo con esto para cien personas?", es la misma de Felipe en el evangelio: "Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un bocado" Juan 6,1.

3.  Jesús ha llegado a la otra parte del mar de Galilea o Tiberíades, toponímico derivado de la ciudad de Tiberias, fundada junto al lago por Herodes Antipas en honor de Tiberio, el emperador. Jesús quería proporcionar un descanso a sus discípulos después de la fatiga de la misión que les había enviado predicar: “Venid, retirémonos a un lugar desierto, para que descanséis un poco” (Mc 6,30) y para seguir instruyéndolos en la revisión del experimento. También influyó el martirio del Bautista en Judea, de donde viene (Mt 14,12). Los milagros arrastraban a las muchedumbres, ahora más numerosas porque se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Pascua y Eucaristía -comunión-sacrificio, es lo que pretende destacar y unir Juan, cuyo evangelio leeremos los cuatro domingos siguientes. Hoy inicia su capítulo 6, dedicado enteramente al misterio de la Eucaristía. Para él la multiplicación de los panes, es el prolegómeno de la transustanciación. Hoy es aún el pan material, alimento biológico del organismo humano, de la vida natural. Después vendrá el anuncio del Pan divino, carne de Dios, alimento de la vida del espíritu, hasta la solemne afirmación de Jesús de que “Yo soy el pan vivo”, quien come de este pan, vivirá para siempre” (6,51). Este capítulo de Juan es trascendental, porque sustituye la narración de la Institución de la Eucaristía hecha por los sinópticos.

4. Desde la montaña donde había subido, vió Jesús a la gran muchedumbre, y le dice a Felipe: Juan, a quien le gusta narrar con diálogos, como el de Nicodemo, y el de la Samaritana, hoy nos refiere el diálogo de Jesús con Felipe, como táctica que le permita destacar la tipología eucarística del milagro. Felipe, que era de Betsaida próxima a Tiberíades, y que por conocedor del terreno podía indicar soluciones, calcula a ojo, que doscientos denarios no serán suficientes para dar un pedazo de pan a cada uno. Felipe respondía así a la pregunta intencionada de Jesús: ¿Qué podemos hacer en esta dificultad? Juan dice que lo estaba "probando", para ver por dónde salía. Jesús está educando a Felipe. Quiere que tome conciencia del momento. Que comience a reflexionar, que se de cuenta de la situación. Y que se responsabilice. El sabe y puede dar la solución, pero quiere que sus discípulos y continuadores de su obra sean responsables y corresponsables, porque lo que él va a hacer ahora, tienen que hacerlo ellos después. Ver la realidad, buscar y aportar lo que tenga la comunidad, suscitar la solidaridad y, por último, confiar en Dios.

5. Interviene Andrés, el hermano de Pedro: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces". Ha buscado y ha encontrado al muchacho que, seguramente era un pequeño vendedor ambulante que seguía a las gentes, cuya madre previsora le había preparado algo de comida, de la que ya sólo le quedaban cinco panes de cebada, el que comía la gente pobre, y dos peces. Pero esto no era solución. Todas estas preguntas y pesquisas tendían a garantizar la evidencia del milagro, poniendo de relieve la imposibilidad de alimen­tar a aquella multitud en el desierto. Una vez garantizada, el milagro se va a realizar sin espectacularidad y discretamente.

6. Sentaos en el suelo. El vivo colorido de los vestidos abigarrados y policromos de la gente bajo el ardiente sol de Palestina, destacaba en el prado como arriates florecidos en un jardín. En la descripción del milagro, Juan apunta rasgos tipológicos orientados a la Eucaristía, aunque omite uno que los tres sinópticos recogen: que Cristo, antes de la bendición, levantó sus ojos al cielo, “alzó la mirada al cielo” dice Mc 6,40; lo mismo dice Lc 9,15 y Mt 14,13. Esta omisión está calculada por Juan, siempre tan simbolista en su teología, porque es un gesto que no consta en ninguno de los tres relatos sinóp­ticos de la institución de la Eucaristía, ni en el de San Pablo en 1 Corintios. “Jesús tomó los panes, “dijo la acción de gracias”, del verbo griego “eujaristéo”, acción que Juan no omite, por la misma razón de preanunciar y simbolizar la Eucaristía; y repartió los panes, acción propia del padre de familia, que era quien distri­buía el pan a los comensales en la cena pascual.

7. Se deduce que los que repartieron el pan y el pescado a toda aquella enorme multitud fueron los apóstoles. Si el milagro de la multiplicación no se hubiera hecho en las manos de los após­toles, éstos tendrían que haber estado en un incesante movimiento de ir y venir de los discípulos a Jesús y de Jesús a los grupos. Por tanto los panes y los peces se multiplicaban en sus manos, que es como ellos y sus sucesores lo repartirán a través de la historia.

8. Juan centra toda su atención en la multi­plicación de los panes, cuando los otros evangelistas dan un relieve casi pa­ralelo a la doble multiplicación (Mc 6,41-Lc 9,10), por la misma razón de acentuar el valor tipológico eucarístico.

9. El entusiasmo fue apoteósico. La muchedumbre quiso proclamar a Jesús rey, pero él lo impidió marchándose a la montaña solo a pasar la noche en oración, rechazando aquel plan de anticipación mesiánica. Ni aquel mesianismo material era el suyo, ni aquélla su hora. Marcos, Lucas y Mateo nos dicen que mandó a sus discípulos subir a la barca y precederlo a la otra orilla, y que  El mismo despidió al pueblo. Posiblemente los apóstoles estaban en peligro de caer en aquella tentación, como las turbas. Así abortó y acabó con todo aquel prematuro movimien­to mesiánico, al margen de los planes del Padre.

10. El criado de Eliseo dice: "¿Cómo voy a poner esto delante de cien hombres?". Pero Eliseo insiste en que se los de a la gente, confiando en la palabra multiplicadora de Dios. El texto del libro de los Reyes ha anticipado, como suele la primera lectura, el pasaje del evangelio. Se ve así la misma línea de fuerza y el mismo mensaje, siempre perfeccionado por el evangelio. En un caso y en otro, el milagro se realiza desde algo preexistente, fruto del trabajo del hombre: la aportación de veinte panes en el caso de Eliseo; y la del muchacho del evangelio, que aporta cinco panes de cebada y un par de peces. Jesús quiere que el hombre le ayude. Un obispo envió a una parroquia muy abandonada a un sacerdote trabajador y celoso, cuyo trabajo cambió la parroquia y el obispo, en su primera visita, dijo que estaba admirado, tratando de no dar motivo de envanecimiento  al párroco, de cómo la había transformado el Espíritu Santo y el párroco le respondió: Si usted hubiera visto esta parroquia cuando el Espíritu Santo estaba solo.         

11. El Señor acepta lo que tenemos, quiere que se lo ofrezcamos y a la generosidad vincula la multiplicación. Su poder multiplica la eficacia del hombre, y crece cada día entre sus manos la obra de sus manos. Así ocurrirá siempre. Si nosotros hacemos lo que de nosotros depende, más pronto o más tarde, él acude y añade el resto.

12. Los hebreos eran admirables. No sabía que iba a ocurrir el milagro y lo seguían. Sin provisiones, pero no se iban. Expuestos a pasar hambre y lo seguían. Esa busca y su permanencia en la busca les mereció, por su perseverancia, el milagro. De alguna manera sus ojos estaban aguardando porque saben que Dios da la comida a su tiempo, abre su mano y llena de bendiciones a toda criatura viviente, porque la gloria de Dios es que su criatura viva y su mano blanda siempre se abre con generosidad de amor.

13. Pero hay algo más: la desproporción de los medios del hombre y lo que el hombre debe conseguir. La muerte de Goliat, guerrero de tres metros de altura y bien armado, conseguida por un muchacho que sólo sabe manejar la honda; la fuerza militar de Holofernes, vencida por una débil mujer, Judit. Dios elige a personas humanas para desempeñar misiones difíciles y desproporcionadas a su capacidad, experiencia, virtud. "Para Dios no hay imposibles" (Lc 1,37), y el que puede hacer de las piedras hijos de Abraham (Mt 3,9), puede dar capacidad y sostener el esfuerzo de los pobres hombres elegidos y destinados a misiones humanamente imposibles. Cuatro cuartos y Teresa no pueden nada. Cuatro cuartos, Teresa y Dios lo pueden todo. Lo mismo ha ocurrido con la elección de una anciana y estéril, para madre de Juan Bautista, como antes de las madres estériles de Sansón y de Samuel. Y no digamos de la elección de una virgen para Madre de su Hijo.

14. "Comieron unos cinco mil". Si nosotros sabemos confiar y entregar lo que tenemos en las manos de Dios, contemplaremos la gloria del Señor.

15. Para hacer la Eucaristía ofrecemos nuestro pan y nuestro vino. Unidos a ellos deben ir nuestros pecados, y su humillación y penitencia, deficiencia, pobreza, necesidades, carencias, deseos, pruebas, tentaciones, dificultades, todo lo nuestro, que por ser fruto de nuestro amor, Dios tanto aprecia, y sana, purifica, perdona, acepta y multiplica. Se realiza, no un cambio cuantitativo como en la multiplicación de los panes, sino un cambio cualitativo, de lo terreno, a lo divino, del pan y el vino, al Cuerpo y Sangre de Cristo, Dios y Hombre verdadero, que nació de María Virgen, que también, presente al sacrificio, interviene con su oración, en la transustanciación, como intervino en la encarnación, como Madre de Cristo y Madre de la Iglesia.

16. Pero la ofrenda de nuestra eucaristía quedaría pobre y desencarnada, si no conllevara la comunicación de nuestros panes y peces con nuestros hermanos que tienen hambre y sed. “Todos somos solidariamente responsables de los pueblos subalimentados y hambrientos” (Juan XXIII. Mater et Magistra). El pan vivo nos convierte en “un solo cuerpo y un solo espíritu, que piden de nosotros lo que Pablo hoy nos demanda: “Sed siempre humildes y amables, comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor y en la paz” Efesios 4, 1. Si comemos un mismo Pan vivo y celeste, vivificante y santificador y gozamos de su presencia todo cuanto queramos, ¿cómo no vamos a poder mantener la unidad que es la esencia de la Iglesia mediante el ejercicio y la práctica de las virtudes sociales? Si Jesús es pan, nos está diciendo a nosotros también que somos pan, que nos hemos de convertir en pan, es decir que hemos de ser humildes como el pan, que no es un manjar exquisito, sino común, que siempre está a mano y sirve para acompañar, con ternura y buen corazón como el pan que ha de ser tierno y bueno, siempre dispuesto al sacrificio de dejarse triturar, capaz de morir por dar la vida como el pan, dejándose estrujar por los que viven junto a nosotros, dejándose amasar por las contrariedades, trabajos y servicios a los hermanos, cociéndose con el fuego del amor y del espíritu. Hemos de ser como el pan que se deja amasar, cocer y partir.

Sabéis que los grandes tiranizan a los pueblos. La autoridad entre vosotros no ha de ser así: El mayor ha de ser vuestro servidor. El mayor no es el que más se aprovecha de la autoridad para medrar él, para favorecer a los suyos, para distinguirse de los otros ciudadanos en privilegios, abuso de los medios que patrimonializa, sin distinguir lo privado de lo público, fruto del trabajo y de la colaboración de los ciudadanos que tienen que sacrificar su esfuerzo para abonar los tributos como cargas sociales. El mayor ha de ser el que más sirve, el que más entrega, no el que más abusa llevándose la parte del león, porque es el león. 

17. Aunque debemos recoger lo que ha sobrado para dar ejemplo de austeridad y de ahorro, en vestidos, medios de comunicación, comida en los contenedores, derroche en joyas ante la visión espeluznante ante los desnudos, famélicos y harapientos del tercer mundo y del cuarto de las grandes ciudades, la mayor aportación con que podemos enriquecer a la comunidad eclesial y humana, es la de nuestros bienes espirituales, como lo hace Dios por Cristo, que al mundo sediento y hambriento de pan, pero más aún de "un no se qué que quedan balbuciendo", le entrega su misma vida eterna, que supera con mucho, ¡infinitamente!, el alimento del cuerpo. La prenda de esa vida eterna nos la ofrece ahora en la eucaristía, con la que nos enseña el sendero de la vida, nos sacia de gozo en su presencia y de alegría perpetua a su derecha (Sal 15). Por eso cantamos el salmo 144: “Que todas las criaturas te den gracias, que te bendigan y proclamen tu gloria y tu nombre santo. Amén