Domingo XIV Tiempo Ordinario, Ciclo C

Llega nuestra paz

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

         

LLEGA YA NUESTRA PAZ 
¡A PRISA! ¡QUE PARA MUCHOS YA ES TARDE! 

1. Los principios de la Iglesia giran alrededor de los DOCE, como un equipo inicial de referencia con experiencia y con garantía. Eran doce como la continuación de las doce tribus de Israel. Eran un puñado de fermento en la masa nueva, una pequeña comunidad de creyentes, iluminada por el Espíritu. Comunidad encargada de llevar la Buena Noticia por todo el mundo. Llamas desprendidas de la Llama del Espíritu de Pentecostés. El círculo se va ensanchando. Jesús había ampliado la Comunidad a setenta y dos, y los envió de dos en dos, para que tuvieran ocasión de vivir en caridad y así fuera más auténtico y eficaz su testimonio. 

2. Jesús les dice: - "¡Poneos en camino!. Os mando como corderos en medio de lobos"... Venced a los lobos con la mansedumbre, la humanidad, la comprensiòn, la paciencia, el ejercicio pacífico y constante de las virtudes... Ir «como ovejas en medio de lobos» (Juan 10,12), no con la fuerza o la prepotencia y la arrrogancia; ni imponiendo el Evangelio por espada y por la violencia. La asistencia divina y la victoria, nota san Juan Crisóstomo, ha sido prometida a los discípulos mientras sean ovejas, si se transforman en lobos llegan a ser perdedoras o perjudicadas. El poder es pues, más bien un obstáculo que una ayuda para la difusión del Evangelio, si no es el poder y la fuerza del Espíritu Santo. Cuando los evangelizadores se convierten en líderes políticos, o siembran la cizaña de la división, o tratan con desdén a las ovejas, o las dispersan en vez de unirlas en un solo redil, o se convierten en chismosos o en partidistas y aceptadores de ovejas, o sobornables, sea por regalos, chanchullos o halagos de estómagos agradecidos, ni tienen la promesa de la eficacia ni crean familia de Dios. No os preocupéis por los medios materiales. Anunciad: "está cerca de vosotros el reino de Dios" Lucas 10,1. "Buscad el Reino de Dios y todo se os dará por añadidura" (Lc 12, 31). 

3. Son enviados para anunciar que el Reino de Dios está cerca. Que Dios ama a los hombres y que les quiere comunicar su propia vida de Dios para construir una familia divino-humana en plenitud de felicidad. Que por eso envía a su Hijo. No los envía para conseguir socios de un club y asegurar sus cotizaciones..., ni para integrar un partido político con marcado sentido social humanista y terreno. Ni para erigir una compañía multinacional... Eso sería demasiado pobre. Enviados, se pusieron en camino diligentes. Pescadores, echaron las redes pacientes en su Nombre, no en el de ellos, ni en el de sus arbitrariedades, o conveniencias. Echaron las redes, no allí donde mayor fruto podían recibir, sino donde mayor sacrificio se les pedía y menor apetencia tenían porque a la naturaleza siempre le atrae el brillo y el relumbrón, y al Espíritu el sitio oscuro y donde hay que desarrollar mayor abnegación, y ellos echaban las redes en nombre del Espíritu y no en el de la carne. Su pesca sería abundante a largo plazo, porque Dios no paga a cada fin de semana, pero infaliblemente paga. 

4. Pero no envía sólo a doce, sino a setenta y dos, que se consideraba el número de las naciones paganas conocidas por !a Biblia. Y los envía a «a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir él», esto es, a Israel, no a los paganos. La misión a los paganos comienza en Pentecostés. Seguramente Jesús envía a setenta y dos discípulos porque eran los que tenía disponibles para la misión. Lucas distingue esta misión de la de los doce apóstoles (Lc 9,1), para significar que no son sólo los apóstoles y hoy sus sucesores, obispos y sacerdotes, los enviados a evangelizar, sino todos los discípulos. El concilio Vaticano II lo ha dicho con claridad: «La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado» (Decreto sobre el apostolado de los laicos, 2). Y se fueron por todos los caminos, devorados por una fiebre de amor a Dios en busca de los hombres amados por Dios, para decirles que Dios les ama hasta rompérsele el corazón y que les quiere felices y llenos de paz y derrochando amor. Y unos fueron acogidos y sus palabras encontraron eco. Otros fueron despreciados y otros calumniados y martirizados. Pero todos sembraron y la siembra produjo frutos diferentes, como ya el Maestro les había enseñado en parábolas. Unos sembraron palabras, otros sembraron dolor y otros decepción aceptada, que tal vez sea más eficaz en orden al fruto, que el éxito palpado y visto, porque envuelve mayor sacrifico; el sacrificio de la siembra y de la monotonía no conocida, ni reconocida, ni agradecida, ni recompensada. Jesús sigue enviando a todos los bautizados. Me he apresurado a destacar el sacrificio callado porque la tentación reside en que creemos que es el éxito y el colorín lo que hace crecer el amor y la Iglesia. Todos los cristianos somos enviados a anunciar el Evangelio, en el hogar, que es la primera escuela de evangelización, en el trato con los hombres haciendo vida las verdades cristianas, siendo la luz y la sal (Mt 5,14) en medio de un mundo de lobos, de materialismo y de egoísmo, de hedonismo y de mentira y de rencor. Nuestro campo de trabajo es toda la tierra. Allí en el lugar del trabajo, en los viajes también, en la consulta del médico y en el lugar y tiempo de descanso. Y, no omitamos, porque son los más fecundos, aunque invisibles e incomprobables, los momentos o las vidas de dolor y de frustración. Ha dejado escrito Don Gregorio Marañón, el gran científico, este texto estremecedor: «En este mundo que queremos explicar con nuestros pobres sistemas filosóficos y cuyo sentido verdadero sólo lo conoce Dios, es posible que ocurran cosas tan extrañas como el hallazgo de una droga que suprime una jaqueca o la intuición de un acto quirúrgico que alivia un sufrimiento intolerable, sea una respuesta a unas horas de dolor de un san Juan de la Cruz, cuan­do se complacía en sufrir en realidad, para comprender mejor el dolor de los demás». ¿Qué sé yo si la luz que estoy recibiendo escribiendo esta homilía está siendo comprada por el sacrificio de un misionero postergado y aparentemente fracasado o por la oscuridad de la noche de una monjita que está creyendo que su angustia es inútil. Para el cristiano no hay tiempos de oficina, ni vacaciones. Mucho menos para los doce debe haber tiempos de oficina para evangelizar, que ni son profesionales, ni menos funcionarios. Son anunciadores de Dios y de su misericordia. Deben aprender a mirar el mundo con los ojos de Dios, con misericordia. Como Dios que, donde ve pecadores ve enfermos que hay que curar. 

5. Decidle a esa madre desesperada que Dios ama a su hija y que su hija vive, aunque haya muerto. Anunciad la paz a Jerusalén (Sal 121,7), que es la Iglesia, y decidle que los que llevaron luto por ella se llenarán de alegría y que les invadirá la paz como un río caudaloso Isaías 66,10. 

6. Jerusalén es la Iglesia, nuestra Madre, como la llamaban ya los primeros cristianos, que no lleva en sus brazos y nos alimenta con la Palabra, "que debe habitar en nosotros con toda su riqueza" Colosenses 3,15, y con los sacramentos que hacen presente a Cristo, y los testimonios de las almas santas. Y ello nos traerá la paz, que es el cúmulo de los bienes mesiánicos y salvíficos que recibimos de Jesús. Que es el rio de alegría, y de consuelo, el torrente crecido y caudaloso de amor y de caricias del regazo de Yavé, volcado a su ciudad santa de Jerusalén. "Sin embargo, aquí se esconde una tentación - la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar inmediatamente el gran éxito, de buscar los grandes números. Y este no es el método de Dios. Para el reino de Dios y, de esta manera, para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, siempre es válida la parábola del grano de mostaza (Mc 4, 31). El Reino de Dios siempre vuelve a comenzar bajo este signo. Nueva evangelización no podría significar: atraer inmediatamente con nuevos y más refinados métodos a las grandes masas alejadas de la Iglesia. No, no es esta la promesa de la nueva evangelización. Nueva evangelización quiere decir: no contentarse con que del grano de mostaza haya crecido el gran árbol de la Iglesia universal, no pensar que basta el hecho de que en sus ramas puedan encontrar un lugar muy diferentes especies de pájaros, sino osar de nuevo con la humildad del pequeño grano dejándo a Dios el cuándo y el cómo crecerá (Mc 4, 26). Las grandes cosas empiezan siempre del pequeño grano y los movimientos de masa siempre son efímeros. En su visión del proceso de evolución Teilhard de Chardin habla de lo "blanco de los orígenes" (le blanc des origines): el comienzo de las nuevas especies es invisible e imposible de encontrar a través de la investigación científica. Las fuentes están escondidas, son demasiado pequeñas. En otras palabras: las realidades grandes empiezan con humildad. Dejemos de lado, si y hasta que punto Teilhard tiene razón en sus tesis evolucionistas; la ley sobre los orígenes invisibles nos dice una verdad presente justamente en el actuar de Dios en la historia: "No te elegí porque eres grande, por el contrario - eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido porque te amo…", dice Dios al pueblo de Israel en el Antiguo Testamento y expresa, de esta manera, la paradoja fundamental de la historia de la salvación. Ciertamente, Dios no cuenta con los grandes números; el poder exterior no es el signo de su presencia. Gran parte de las parábolas de Jesús indican esta estructura del actuar divino y responden así a las preocupaciones de los discípulos, los cuales se esperaban más bien, otros éxitos y signos del Mesías, éxitos similares a los ofrecidos por Satanás al Señor: Todo esto - todos los reinos del mundo - te lo doy… (Mt 4, 9). En efecto, Pablo al final de su vida tuvo la impresión de haber llevado el Evangelio a los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas en el mundo, insignificantes según los criterios del mundo. En realidad fueron la semilla que penetra desde el interior de la masa, portando en sí el futuro del mundo (Mt 13, 33). Un viejo proverbio dice "el éxito no es un nombre de Dios". La nueva evangelización debe someterse al misterio del grano de mostaza y no pretender producir rápidamente el gran árbol. Nosotros, o vivimos demasiado con la seguridad del gran árbol ya existente, o con la impaciencia de tener un árbol más grande, más vital - más bien, debemos aceptar el misterio que la Iglesia es, al mismo tiempo, un gran árbol y un grano muy pequeño. En la historia de la salvación Viernes Santo y Domingo de Pascua… siempre son contemporáneos. 

7. De esta estructura de la nueva evangelización también deriva el método justo. Es cierto que debemos utilizar razonablemente los métodos modernos para hacernos escuchar - o mejor dicho: hacer accesible y comprensible la voz del Señor... No es que busquemos ser escuchados nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones, sino queremos servir al bien de las personas y de la humanidad dando espacio a Aquél que es la Vida. Esta expropiación del propio yo que se ofrece a Cristo para la salvación de los hombres, es la condición fundamental para un verdadero empeño por el Evangelio. "Porque he venido en nombre de mi Padre, y vosotros no me recibís. Si algún otro viniera en su propio nombre, a éste si lo acogeríais" dice el Señor” (Jn, 5, 43). El distintivo del Anticristo es su hablar en nombre propio. El signo del Hijo es su comunión con el Padre. El Hijo nos introduce en la comunión trinitaria, en el círculo del eterno amor, cuyas personas son "relaciones puras", el acto puro del donarse y del acogerse. El diseño trinitario - visible en el Hijo, que no habla en nombre suyo - muestra la forma de vida del verdadero evangelizador – aún más, evangelización no es simplemente una forma de hablar sino una forma de vivir: vivir en la escucha y hacerse voz del Padre. "Él no viene con un mensaje propio, sino que les dirá lo que escuchó" dice el Señor sobre el Espíritu Santo (Jn, 16, 13). Esta forma cristológica y pneumatológica de la evangelización, al mismo tiempo es una forma eclesiológica: El Señor y el Espíritu Santo construyen la Iglesia, se comunican en la Iglesia. El anuncio de Cristo, el anuncio del Reino de Dios, supone escuchar su voz en la voz de la Iglesia. "No hablar en el propio nombre" quiere decir, hablar en la misión de la Iglesia... 

8. A esta ley de la expropiación le siguen consecuencias muy prácticas. Todos los métodos razonables y moralmente aceptables deben ser estudiados - es un deber utilizar estas posibilidades de la comunicación. Pero las palabras y toda el arte de la comunicación no pueden ganar a la persona humana en esa profundidad, a la que debe llegar el Evangelio. En la biografía de un óptimo sacerdote de nuestro siglo, Padre Dídimo, párroco de Bassano del Grappa (Veneto), se encuentran unas palabras de oro, fruto de una vida de oración y de meditación. Don Dídimo dice, por ejemplo: "Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba". Con esta breve reflexión quería decir: Jesús debía adquirir de Dios a los discípulos. Esto mismo es siempre válido. No podemos ganar nosotros los hombres. Debemos obtenerlos de Dios para Dios. Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe recubrir una vida de oración. 

9. Debemos agregar todavía otro paso. Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba - pero esto no es todo. Su vida entera fue - como lo muestra con gran belleza el Evangelio de San Lucas - un camino hacia la cruz, una ascensión hacia Jerusalén. Jesús no ha redimido el mundo con bellas palabras, sino con su sufrimiento y con su muerte. Su pasión es la fuente inagotable de vida para el mundo; la pasión da fuerza a su palabra. El Señor mismo - extendiendo y ampliando la parábola del grano de mostaza - ha formulado esta ley de la fecundidad en el pasaje de la semilla del grano que muere, caído en la tierra (Jn 12, 24). También esta ley es válida hasta el final del mundo y es - junto con el misterio del grano de mostaza - fundamental para la nueva evangelización. Toda la historia lo demuestra. Sería fácil demostrarlo en la historia del cristianismo. Quisiera recordar ahora el comienzo de la evangelización en la vida de San Pablo. El éxito de su misión no fue el fruto de una gran arte retórica o de prudencia pastoral; la fecundidad fue vinculada al sufrimiento, a la comunión en la pasión con Cristo. "Ninguna señal será dada sino aquella de Jonás el profeta" ha dicho el Señor. La señal de Jonás es el Cristo crucificado - son los testimonios que completan "lo que falta a los sufrimientos de Cristo" (Col 1, 24). En todos los períodos de la historia siempre se ha verificado la palabra de Tertuliano: Es una semilla la sangre de los mártires. 

10. San Agustín dice lo mismo con palabras muy bellas, interpretando a Juan 21, donde relata la profecía del martirio de Pedro y el mandato de apacentar, que sería la institución de su primado, como íntimamente vinculados, del siguiente modo: "Apacienta mis corderos", es decir, sufre por mis corderos. Una madre no puede dar vida a un hijo sin sufrimiento. Todo parto exige sufrimiento, es sufrimiento, y el devenir cristiano es un parto. Digámoslo todavía una vez con las palabras del Señor: El reino de Dios exige violencia (Mt 11, 12; Lc 16, 16), pero la violencia de Dios es el sufrimiento, es la cruz. No podemos dar vida a otros, sin dar nuestras vida. El proceso de expropiación, antes mencionado, es la forma concreta de dar la propia vida. Y pensamos en las palabras del Salvador: "... el que sacrifique su vida por mí y por el Evangelio, la salvará" (Mc 8, 35) (Card Ratzinger). 

10. Otra exigencia es el desprendimiento: nada de talega o bolsa, ni de alforja. No se puede predicar el Evangelio para ganar dinero y enriquecerse. Sería traicionarlo en lo que constituye su más íntima esencia. Sería como si dijese a los demás: «Buscad las cosas de arriba», mientras que se buscan las cosas de abajo; «entrad por la puerta estrecha» mientras que yo se entra por la ancha. No se puede decir hoy que la Iglesia ha sido siempre irreprensible en este punto. Pero ha demostrado poseer también en sí misma el remedio contra este mal: los santos, los profetas, los reformadores, que en el momento oportuno han levantado la voz contra los abusos. Aún hoy puede existir el peligro de verdaderos imperios financieros al amparo del nombre de Cristo, donde el contenido del Evangelio se trastorna y se exalta el éxito y la riqueza, con lo que el Evangelio de la pobreza llega a ser el «evangelio de la prosperidad». 

11. “Cuando entréis en un casa, decid primero: "Paz a esta casa"-Y si allí hay gente de paz descansará sobre ellos vuestra paz; sino, volverá a vosotros”. Pero esta paz, esta dulzura y amor, son fruto de la Cruz, por eso San Pablo sólo quiere gloriarse en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, con la cual está crucificado al mundo Gálatas 6,14. Este mundo que tiene necesidad de la experiencia de Dios y de Cruz ofrecida por los cristianos, por la Iglesia. Este mundo tanto más lejos de Dios y de la paz cuanto más los necesita. Este mundo al que hay que darle a Dios para que dignifique sus relaciones sociales, sus objetivos políticos, sus problemas económicos. Esta sociedad a la que hay que reconducir al trabajo y a la veracidad, a la obra bien hecha y al sacrificio, al desprendimiento y austeridad y, sobre todo, al amor. Y ¿quién tiene la misión de reconducirla, sino los discípulos de Jesús de Nazaret, es decir, la Iglesia, pues su alma, como la de Israel, ha recibido un germen divino que debe ir transformando como fermento la sociedad. "Paz a esta casa". Paz a este mundo. Ah! Esos esqueletos vivos del Sudán, ¡cómo nos están espeluznando las carnes y encogiendo el corazón, contemplando que los millones de ciudadanos del mundo no hemos sido capaces de traer la paz, y los mil millones de cristianos no la hemos sabido contagiar, la paz y la misericordia, y la compasión eficaz y efectiva! 

12. El cristiano ha de estar crucificado con Cristo, debe morir al mundo, debe unir todas sus cruces a la Cruz de Jesús. El cristiano lleva las marcas de la Cruz de Jesús, como Pablo Gálatas 6,14, porque en el Bautismo ha participado en la muerte de Cristo y ha sido sepultado con El. Que el mundo vea en nosotros las marcas de la Cruz...Y si con él morimos, viviremos con El, si con El sufrimos, reinaremos con El (2 Tim 2,11). 

13. "Como fieles de Dios, vengamos a escuchar lo que él ha hecho por nosotros, sus asombrosas proezas en favor de los hombres" Salmo 65. Sobre todas, la proeza inmensa de amor de entregar a su Hijo a la muerte de cruz para que sea nuestra salvación y para que nos asocie a su vida gloriosa, por la participación en su vida, muerte y por el sacramento de la Eucaristía.