Domingo XII Tiempo Ordinario, Ciclo B

Señor , Sálvanos que perecemos

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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1. "Se levantó un fuerte huracán y la olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua" Marcos 4, 35. Una tarde de una jornada de intenso trabajo. Jesús sube a una barca e invita a los apóstoles a pasar a la otra orilla. Deshecho por el trabajo, él se duerme en popa. Mientras tanto, se levanta una gran tempestad, que arroja agua dentro de la barca, tanta que hasta casi se llena, el lago de Galilea es un pequeño lago; pero las borrascas son terribles, pues por la configuración geográfica de las montañas del entorno, se desencadenan de improviso. Muy preocupados, los apóstoles, despiertan a Jesús, gritándole: -«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Habiéndose despertado, Jesús ordena al mar calmarse: «¡Silencio, cállate!» El viento cesó y se hizo una gran bonanza. 

Cuando Jesús habló del Reino no lo comparó con un gran cedro, sino con el grano de mostaza. Hoy que la barca simboliza la Iglesia, no es un poderoso acorazado, sino una barca pequeña y humilde de pescadores. Las tempestades son las persecuciones. También la barca es cada hombre. La tempestad son los trabajos, fatigas, dolor, enfermedades, contrariedades, disgustos, fortuna adversa, humillaciones. Junto a esta barca en que va Jesús dormido, van otras de sus compañeros, que se encuentran con el peligro de un ambiente hostil, desproporcionadamente amenazador. 

2. El liderazgo de Jesús dormido, parece desvanecerse ante la imponente grandeza de la furiosa tempestad. Dios permite la tribulación. La permitió en su propio Hijo: "¿El cáliz que me dio mi Padre, no lo he de beber?" (Jn 18, 11). Y los que se lo acercaban a los labios eran Judas, los fariseos, los escribas, movidos por el demonio: "Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas" (Lc 22,53).

3. Dios se hace el dormido mientras prueba a los que ama. "Administra medicina para sanar, no para matar" (San Agustín). "Yo, al que amo, reprendo y castigo" (Hb 12, 7). Dios prueba como Padre: ¿No estás en el número de los probados? Pues no estás en el número de los hijos. Un hombre a un niño que está jugando y haciendo daño le pega. Ese es su padre dice el padre Ribadeneira. "¿Qué padre hay que no corrija a su hijo? Si os exime de la corrección, será que sois bastardos y no hijos" (Rm 8,28). "Talaré sus viñas y sus higuerales" (Os 2, 14). 

4. Cuenta san Juan de la Cruz un retazo de su vida: "En la oración me parecía que me arrojaban y me tiraban a un rincón". Doria, Vicario General, decreta su ostracismo. Y comenta el Doctor Místico: "Estas cosas no las hacen los hombres, sino Dios... Y donde no hay amor, ponga amor y sacará amor". Cuando el peligro arrecia, lo inmediato es pedirle cuentas al Señor, que nos ha dejado en tal situación: "<Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?>. Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: <¡Silencio, cállate!>. Y como un perro furioso que obedece a la voz de su dueño "el viento cesó y vino una gran calma". Y después, la enseñanza. "Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?". 

5. Los Apóstoles habían contemplado muchos milagros ya a estas alturas. Pero aún no se fiaban en plenitud del Señor. Jesús les dijo»: ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». La falta de fe de los apóstoles no consiste tanto en que han dudado del poder sino en que han dudado de su amor. Han puesto en duda que a Jesús se preocupara de ellos, de su vida y de su seguimiento: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos o que muramos. Nosotros sabemos qué terrible reproche se dirige a una persona amada cuando se le dice: «¡No te importa nada de mil» y qué profunda herida se le causa gritándole a la cara: “¡No me importa!”. Así se crea una distancia, un abismo entre sí y el abismo de la indiferencia. Martín Heidegger, ha analizado la idea del «preocuparse» o «tomarse cuidado» de alguien, viendo en el ideal más noble y desinteresado al que el hombre pueda aspirar. La estatura moral de una persona se mide por la capacidad que tiene de hacerse cargo de las personas y de las situaciones especialmente en los momentos difíciles. Nosotros mismos quedamos admirados, cuando vemos a alguien hacerse cargo de un subalterno suyo, defenderlo públicamente, arriesgar algo por él. Reconocemos todo esto como una verdadera grandeza moral. Especialmente, si quien actúa así consigue olvidar asimismo sus personales dificultades para pensar en los demás. Por este camino, Así se alcanza lo que llamamos heroísmo. Anoche en la cadena Cope emitieron la pelicúla "Diez fusiles esperan", basada en la Guerra carlista, en la que un amigo suplica al Coronel ser fusilado sustituyendo a su amigo, a quien juzga que ha desertado. El Coronel le muestra el cadáver del amigo que había cumplido su palabra de honor de volver, cuando hubiera cumplido el deseo del reo de visitar a su esposa que había alumbrado el primer hijo de ambos, empeñando su palabra de volver para ser fusilado. Cnmovedora la escena que pone de relieve la calidad humana del amigo dispuesto a dar la vida por su amigo, que constituye el amor más grande. Con aquella petición, los apóstoles han puesto en duda la capacidad o voluntad de Cristo de preocuparse o cuidar de las personas a él confiadas, su generosidad, su prontitud para favorecer a todos. Precisamente, eso era lo que caracterizaba su vida como el grado máximo y uno de los rasgos más bellos de su personalidad. Una vez Jesús se comparaba con el buen pastor, que se enfrenta al lobo para defender a su rebaño; (Juan 10, 11). En el momento en que vinieron para arrestarlo en el Huerto de los olivos, su única preocupación fueron sus discípulos; «Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos» (Jn 18,8). La travesía del mar de Galilea es la parábola de la travesía de la vida. El mar es mi familia, mi comunidad, mi mismo corazón. Son pequeños mares en los que se pueden desencadenar grandes tempestades. Cuando todo se nos oscurece y la barquilla de nuestra vida comienza a hacer agua por todas partes, mientras que nos parece que Dios está ausente o dormido. Una respuesta alarmante del médico Un hijo, que se ha descarriado y da hablar de sí. Un cambio financiero, la pérdida del trabajo, del amor del novio o del cónyuge. ¿Qué hacer? ¿A quién agarrarse y dónde echar el áncora? Jesús no nos da una receta mágica sobre cómo deshacer todas las tempestades en la vida. No nos ha prometido evitarnos todas difícultades; nos ha prometido, por el contrario, darnos fuerza para superarlas. San Pablo nos habla de un problema serio en su vida, porque dice que «me fue dado un aguijón en mi carne” {2 Cor 12,7). «Tres veces, es decir, infinitas veces, continúa san Pablo, rogué al Señor que se alejase de mí» (2 Cor, 12, 8) y me ha respondido. «Mi gracia te basta, que mi fuerza se realiza en la flaqueza (2 Cor 12,9).Desde aquel día, nos dice, comenzó a vanagloriarse de sus enfermedades, persecuciones y angustias: «Con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso, me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando soy débil, entonces es cuando soy fuerte» (2 Cor 2,9). Pero los apóstoles tampoco estaban seguros de su divinidad. Si Jesús es Dios, Dios es el que ha hecho el mar y "lo cerró con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, y le puso nubes por mantillas y niebla por pañales y le impuso límite diciéndole: "Hasta aquí llegarás y no pasarás, aquí se romperá la arrogancia de tus olas". El grito de Jesús al mar: "Silencio. Cállate", es un paralelo del libro de Job 38, 1. 

6. Si Jesús domina el mar como el Creador al principio, es que es Dios. Los discípulos espantados, dijeron: "¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!". El es el Creador y Señor del mundo, como le responde el mismo Dios a Job, que se atreve a pedirle cuentas de su comportamiento con él. El libro de Job reflexiona sobre el problema del mal en el mundo y Job no entiende su sufrimiento, que él cree que no merece y por eso se atreve a cuestionar a Dios. Discute con Dios. Expone los alegatos de su inocencia y el castigo inmerecido. Y termina: "Que responda el Todopoderoso, que mi rival escriba su alegato". Hasta que Job enmudece ante el misterio. 

7. Dios contesta con la lectura de hoy. Ante el muro del misterio, en la barca de nuestra tribulación y tempestad, Jesús, tranquilo y en paz, dormido, pero presente a todas las tempestades, todo lo dispone o permite para bien, por amor (Ap 3, 19).Tantas veces nos sucede: ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Y sigue la enumeración de nuestras buenas obras que acreditan nuestra inocencia. Dios no da explicaciones a Job. Sólo afirma su omnipotencia, que se manifiesta en la naturaleza: "Contemplaron las obras de Dios, sus maravillas en el océano". Y Job tiene que confesar su ignorancia y renunciar a erigirse en juez del Señor. Y por fin, tras la noche oscura, amanece la aurora: "Apaciguó la tormenta en suave brisa, y enmudecieron la olas del mar" Salmo 106. 

8. Lo que salvó a los discípulos del naufragio fue la presencia de Jesús en la barca, «se lo llevaron en la barca consigo». Y ésta es, también, para nosotros la mejor garantía en las tempestades de la vida. Tener con nosotros a Jesús. El medio para tener a Jesús dentro de la barca de la propia vida y de la propia familia es la fe, la oración y la observancia de los mandamientos. Cuando se desencadena una tempestad en el mar los marineros, en el pasado, solían echar aceite sobre las olas para aplacarlas. Echemos nosotros el aceite de la confianza en Dios sobre las olas del miedo y de la angustia. San Pedro exhortaba a los primeros cristianos a tener confianza en Dios en las persecuciones diciendo; «Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues él cuida de vosotros» (1 Ped 5, 7). Dios nos «cuida», a él le «importamos» nosotros y ¡cómo! Un hombre soñó que veía dos pares de huellas, marcadas en la arena del desierto, y entendía que un par de ellas eran las huellas de sus pies y el otro el de los pies de Jesús, que caminaba junto a éL Llegado a un cierto punto, el segundo par de huellas desaparece y juzga que esto precisamente tiene lugar en correspondencia a un momento difícil de su vida. Entonces, se lamenta a Cristo, que le ha dejado solo en el momento de la prueba: «¿Cómo estabas conmigo, si sobre la arena no había más que las huellas de mis pies?» «Eran las mías, responde Jesús; en aquellos momentos te había llevado sobre mis espaldas!»

La intervención extraordinaria del Señor no nos autoriza a esperar milagros constantes. Debemos trabajar como si todo dependiera de nosotros, y esperar la ayuda de Dios como si todo dependiera de El. El no vendrá a reparar todas las consecuencias de nuestros fallos y cobardías. Ni nuestra ociosidad y despreocupación. Oremos como los discípulos: "Sálvanos, que perecemos". ¿Y si no se hubieran salvado? Se hubieran ido al fondo, pero con Jesús. Al final todo saldrá bien.

9. Jesús quiere que sus discípulos se planteen la cuestión de su divinidad. Cristo dormido, es profecía de Cristo que se despierta del sueño de la muerte, de su resurrección. En la catástrofe del Calvario, aquella turbulenta tempestad sobrecogió también a sus discípulos que se sintieron perdidos, y con la misión evangelizadora por delante. Puede que nos asuste el lanzarnos a actividades superiores a nuestras fuerzas, y que sintamos la tentación de quedarnos en el puerto y no arriesgarnos a meternos en alta mar, a remar mar adentro porque la barca, es decir, los medios con que contamos, nuestras moneditas, son pocas. Nos sentimos como un pobre tomillo desvalido y sin fuerzas ante el cedro poderoso, como David indefenso contra Goliat armado hasta los dientes. Cuatro cuartos y Teresa no son nada, pero cuatro cuartos, Teresa y Dios, mayoría absoluta.

10. Depositar nuestra confianza en el cedro oloroso y poderoso, sabiendo que, como Jesús, que ha hecho la travesía y con su poder, saldremos vencedores. Prenda de esa victoria es la Eucaristía, y la protección de la Estrella de los mares. Por eso, en la tempestad: "Mira la estrella, invoca a María".