Domingo V de Cuaresma, Ciclo C

¿Quien puede tirar la primera piedra?

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

1 "Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" Isaías 43,16 ¿Qué será eso que está brotando? Es el enigma que nos plantea el profeta. Las lecturas de los domingos anteriores seguían el itinerario de los israelitas en Exodo hacia la tierra prometida hasta celebrar en ella la pascua. Pero los profetas miraban más lejos, más allá del horizonte terreno, y por eso nos dice Isaías: "No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo". Desterrado en Babilonia el pueblo de Israel, como siempre, rodeado como está por dioses babilónicos, se ha olvidado de su Dios. Pero el Señor no los ha olvidado a ellos y los va a repatriar. Como "el corazón del rey es una acequia en manos de Dios: la dirige a donde quiere" (Prv 21,1), el rey gentil Ciro de Persia va a ser su instrumento libertador de los exiliados. 

2. Todos conocían las victorias de Ciro sobre Babilonia, pero sólo Isaías las ve con ojos trascendentes de profeta. El Señor, que libró un día a Israel de Egipto abriéndole un camino en el mar Rojo, y lo defendió con carros y caballos cabalgados por su ángeles valientes que derrotaron a los egipcios apagándolos como una mecha que se extingue, también "abrirá ahora un camino por el desierto, hará brotar ríos en el yermo". Y con sentido teológico y mesiánico intuye Isaías el agua sacramental que apagará "la sed del pueblo que yo formé para que proclamara mi alianza". Eso es lo nuevo que ya está brotando. Puro amor, gracia pura. Total gratuidad. El amor movió a Dios a crear. El amor sobre el amor le mueve a hacer una nueva creación. 

3. Y eso nuevo que está brotando, Cristo y su redención y los sacramentos, nos hace cantar con el salmista: "El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Porque ha cambiado nuestra suerte como los torrentes del Negeb". El Negeb, la parte más meridional de Palestina, árida y seca, sólo productiva por el agua que desciende de los torrentes que bajan desde Bersabé hasta Cades en los montes de Judá, hasta los valles que limitan con el mar Mediterráneo. Con la metáfora de la sequía de la tierra, cambiada por las lluvias torrenciales, se significa el paso de la esclavitud a la libertad; del exilio, a donde iban llorando sembrando con lágrimas, a la repatriación, a donde vuelven cantando con las gavillas de la cosecha de tantos sufrimientos en la mano Salmo 125. Pero más que mirar hacia atrás, el profeta nos invita a mirar al futuro.

4. El hijo pequeño del domingo anterior, es sustituído en éste por la mujer sorprendida en adulterio Juan 8,1. El hermano mayor de la parábola de allá, es reemplazado por los que en el hecho de vida, tienen hoy las piedras en las manos para linchar a la mujer. Vienen furibundos en tropel, empujan a la mujer, la insultan, la maltratan, la derrumban, la hieren, la llenan de barro y de polvo. Hay una escena en la película Malena, todavía en las pantallas, que representa muy al vivo y con violenta crudeza las pasiones de los que persiguen a la mujer sorprendida, o sospechosa y calumniada. Es odio en acción, envidia diabólica de la hermosura de la mujer elegante y con pedigrí, venganza de la gente ordinaria que aprovecha su oportunidad de desquite de la belleza de la mujer de clase. Revancha feroz de las que no pudieron nunca conseguir la atracción que la persona distinguida, hija del maestro del pueblo, ejercía sobre los hombres. El mundo sometido a las pasiones humanas es terriblemente perverso. El contraste de comprensión, bondad, misericordia, humanidad, lo ofrece Dios en Cristo, quien, en la escena se pone en el lugar del Corazón del Padre, que reanima, cura y celebra la fiesta del perdón. 

5. Cristo, atrae a las multitudes por las palabras de libertad interior y de amor que está sembrando. Y las autoridades se exasperan. Traman un plan maquiavélico. Pretenden dejarle sin argumentos. A los pies de Jesús, arrojan a una mujer, a la que han cazado como una bestia, cuyo compañero no está allí. Y llueve la acusación degradante y humillante: Esta mujer, tal y tal... Ellos no pretenden tanto condenar a la mujer, como juzgar a Jesús. Intentan más condenar a Jesús que condenar a la mujer. Su celo por la ley es una farsa. Fariseos y letrados quieren meter a Jesús en un aprieto: si perdona y defiende a la mujer, se pone en contra de la ley mosaica; si manda que la apredreen, se declara contra los romanos. Según la ley, tanto la adúltera como Jesús, merecen la muerte. Ella, con lapidación por adúltera (Dt 22,22; Ez 16,40): «Si uno comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos adúlteros son reos de muerte», dice el Lv 20,10. El, por blasfemo, si viola la ley de Moisés. Además, si decide condenar a la mujer, se compromete ante las autoridades romanas, bajo cuyo dominio, los judíos no podían ejecutar la pena de muerte, pues desde el año treinta de nuestra era, los romanos habían retirado al sanedrín judío el derecho de ejecutar la pena de muerte. Tanto el hombre como la mujer adúlteros se consideraban culpables y reos de la misma pena. Sin embargo, aquellos guardianes de la legalidad y de la moralidad, los letrados y fariseos, se saltan las normas y acusan sólo a la mujer. Que ellos no eran trigo muy limpio, se deduce de que poco les ha importado agarrar al adúltero, porque para este menester hacían falta dos. Si tan celosos están de la pureza, ¿por qué la discriminación? Jesús va a la raíz del problema y deja que cada uno actúe en consecuencia. Se inclina y escribe. Es un truco. Su silencio les pone nerviosos. Pero Jesús quiere que se serenen para que acepten su respuesta pensada y pesada. Jesús se muestra indiferente al enredo que traman, pero le apasiona la situación de la adúltera. 

6. Una cosa es el pecado. Otra el pecador, la persona débil, que no por débil ha perdido su dignidad. Y les desenmascara a todos: No lo esperaban: "El que esté sin pecado que tire la primera piedra". Suenan los pasos furtivos, y los golpes de las piedras al caer, "empezando por los más viejos, hasta el último":

-"Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ninguno te ha condenado?". Entre el corazón destrozado y aturdido de la mujer avergonzada y Jesús, manso y humilde de corazón, hay estrecha unión: 

-"Tampoco yo te condeno. Anda y no peques más". Esta mujer ha estrenado el brote nuevo de la misericordia, que anunció Isaías. "Su suerte ha cambiado, como los torrentes del Negeb". La primera piedra la ha tirado Jesús contra aquella sociedad en la que el varón dominaba a la mujer, desamparada ante la arbitrariedad de sus legisladores, situada en clara inferioridad respecto a los hombres, vejada en sus derechos más fundamentales, reducida a propiedad del marido o esclava de su señor.

7. Jesús no ha negado el pecado. Más. Es mucho más exigente que los acusadores de la adúltera, porque percibe en ellos el mismo pecado que achacan a la desgraciada mujer. Les remite a su conciencia y desaparecieron de la escena. Más le duele a Jesús el pecado de ellos, que estaban a punto de matar a pedradas a la mujer, que el de la mujer. Pero frente a esa realidad de pecado, Jesús tiene una alternativa muy diferente a la de los intérpretes de la ley mosaica. Jesús se da cuenta de que la mujer es buena y que tiene capacidad de amar. Por eso, la perdona y la hace entrar en el nuevo amanecer, en el nuevo tiempo, ya no vigilado por la ley ni por sus intérpretes, ni regulado por el templo ni por los oficiales religiosos. Ahora es el Espíritu quien la acompaña y el amor es quien la guía, ya que ella ha asumido su cambio y su compromiso con la vida. 

8. Nuestro aferramiento al pasado nos impide en muchos momentos reconocer el paso renovador del Espíritu por el presente, y como Isaías tenemos que afirmar: "Ya está en marcha, ¿no lo estáis viendo?". La plenitud del tiempo instaurado por Jesús marca unas relaciones nuevas entre el hombre y la mujer, un reconocimiento de que el pecado destruye al hombre igual que a la mujer y que todos necesitamos conversión, cambio de mente y de corazón, para que nuestras actitudes produzcan vida. Para que así, perdonados y transformados por pura misericordia y por pura gracia, no sigamos condenando a los demás y creyendo que nosotros somos los buenos.

9. Si todos somos pecadores, el verdadero problema es el de aquellos que, sin escrúpulos de conciencia, tienen siempre en sus manos las piedras a punto para apedrear a sus hermanos. Los hipócritas, que nunca ven la viga atravesada en su ojo, y siempre van escudriñando la paja en el ojo de los demás (Mt 7,3). ¿Quién no ha tirado piedras alguna vez? ¿Con qué derecho nos constituimos en jueces de nuestros semejantes? ¿Quizá porque nos consideramos mejores que ellos? ¿O quizá para esconder con nuestros juicios y condenas de los demás nuestros propios pecados? 

10. Hoy está de modo pedir perdón por no se cuantas cosas que se hicieron mal en el pasado. Creo que eso es más fácil, que reconocer las culpas individuales del presente. Compromete menos lo que hicieron hace siglos otros, que lo que hacemos hoy nosotros y necesita confesión y reparación. Pero la confesión ha pasado de moda, cuando el pecado es de actualidad rabiosa. Humilla confesarse, pero enaltece y pacifica.

11. Ante Cristo, luz que conoce los rincones más escondidos, escuchemos sus palabras, y pidamos que nos purifique con este sacrificio para que nos convirtamos en seres libres, como esa mujer, y que aprendamos a no juzgar y a no condenar, y "a conocerlo a él y la fuerza de su resurrección, para llegar un día a la resurrección" Filipenses 3,8.. Pablo se dirige a la comunidad de Filipos y les dice, que olvidándose de lo que dejó atrás se lanza hacia adelante, hacia la meta. El ya ha experimentado en su vida la presencia de Jesús. Su pasado y presente se constituyen en motivo de reflexión para mejorar su nueva condición cristiana. Pablo se ha comprometido con su propia transformación de vida. Ha comprendido que su vida era el producto de siglos de legalismos ciegos que producían el deterioro de la relación del pueblo con Dios. La misma ley que regulaba la vida de la sociedad se había convertido, por su exceso, en causa de extravío, al no dar espacio al Espíritu de Dios para que actuara con toda su fuerza. Es la manera de caminar hacia una sociedad más habitable y fraterna.