Domingo IV de Adviento, Ciclo C

Dios cumple sus promesas

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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            1. "Y ahora ¿por qué das esos gritos? ¿Es que no tienes rey?". En el capítulo 3, Miqueas echa en cara a Sión, al pueblo de Dios, que su religión es exterior; que no vivía en justicia, ni en caridad y humildad; como consecuencia, por sus pecados "Sión será arada como un campo, Jerusalén se hará un montón de ruínas". Pero el profeta no se queda en anunciar la destrucción, sino que en el capítulo siguiente, el 4, el profeta predice el futuro de la ciudad de Sión, Jerusalén, ya liberada: "Vendrán todos los pueblos a ella diciendo: <Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob; él nos enseñará sus caminos, y nosotros seguiremos sus senderos>. Pues de Sión saldrá la ley, y la palabra de Dios de Jerusalén... Cambiarán sus espadas por azadas y sus lanzas por podaderas, no empuñará más la espada pueblo contra pueblo...Cambiarán las guerras por el cultivo de la tierra. Su descanso será humano, merecido por su trabajo productivo. Cada cual se sentará bajo la parra y la higuera... De las ovejas cojas y extraviadas y afligidas hará un resto y una nación robusta... Retuércete y gime, hija de Sión, como mujer en parto, porque irás al destierro... En el capítulo 5, culmina el proceso de la acción salvífica: Vencerás a tus enemigos..., porque de tí saldrá aquel que ha de reinar en Israel... "Tú, Belén de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de tí saldrá el jefe de Israel". Así responderán los escribas a los magos.

            2  Esta preciosa y grandiosa descripción sintética del Mesías, traspasó la barrera del tiempo -ocho siglos-, hasta que se cumplió plenamente en Jesús de Belén, cuyo reino ya está en marcha hasta su consumación escatológica. Y se cumple también cada día en cada hombre que nace en Cristo y completa lo que le falta a la redención (Col 1,24). Así es como Belén, símbolo de pequeñez, se ha convertido en prototipo de todo lo grande a los ojos de Dios: "Semilla ayer, árbol hoy - abrazas el cosmos" (Jesús Martí Ballester. Oblación Carmesí). Esperanza de salvación, que no está en lo que nosotros creemos, sino en la obediencia: "He aquí que vengo a hacer tu voluntad" (Hb 10,7). En la obediencia de fe de María: "¡Dichososa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá". Y en la obediencia de todos los creyentes. Pero como la noche de la fe es muy oscura necesitamos luz y vista de profeta para no perder los ánimos y mantener la esperanza.

            3. "Y él será nuestra paz" Miqueas 5,2. La paz es la tranquilidad del orden (San Agustín). Cuando cada cosa está en su sitio -en su orden- hay paz. Orden con Dios, y entre los hombres. Orden dentro de cada persona. Y Cristo nos reconcilia con Dios y nos enseña y nos da fuerza para romper la insolidaridad, para amar a los hermanos, y sacrificarnos por el bien ajeno, él que viene a hacer la voluntad del Padre, que es aceptar la conflictividad, la persecución y la muerte.     

4. Isabel estéril y anciana, es el signo de la impotencia de los hombres para salvarse por su cuenta, por eso es figura de la hija de Sión, que lloraba su soledad y su esterilidad (Lm 1,2). Pero interviene Dios, y comienza la vida: Isabel concibe a un niño: "Porque para Dios no hay imposibles".

            5. Llega la hora de Dios y se hace presente su brazo poderoso, que libera a los israelitas cautivos, de las manos del enemigo "hasta el tiempo en que la madre de a luz". La madre que ve el profeta Miqueas es María que camina ya encinta hacia la montaña. De prisa camina, porque el amor es presuroso, y el ansia de Dios de santificar al Precursor es inmensa y pone alas en los pies a su madre. Lo que va a ocurrir ya todo es gozo; porque la presencia de Dios siempre produce alegría: el niño que salta de júbilo en el seno de Isabel; ésta que se llena del Espíritu Santo y proclama en un grito de alborozo: "¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!" Lucas 1,39. Y el canto de gloria de María que "proclama las maravillas del Señor, que no se olvidó de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su descendencia por siempre".

         6. Los dones de Dios siempre son patrimonio social. Primero saborearlos. Pero en seguida, en camino hacia los hermanos a comunicarles a participarles la alegría del don recibido que es para todos. No nos lo podemos guardar avaramente. Si lo hacemos así, nuestro gozo será menor y no cumpliremos los deseos del Señor que hace brotar su fuente para que todos sus hijos beban y queden satisfechos. Samuel es el fruto de largas oraciones, de lágrimas amargas de su madre. Cuando élla oraba el Señor la escuchaba. Pero si ella oraba es porque el Señor la movía a orar. El quería conceder aquel hijo a la estéril y sugería e impulsaba la colaboración única que en este caso puede prestar una mujer estéril: la oración, las lágrimas, los gemidos. “No se puede perder hijo de tantas lágrímas” –dijo un obispo africano a Mónica. No puede dejar de nacer un Sa­muel a una mujer estéril que suplica. El que resucita al hi­jo de la viuda de Naim, compadecido de sus lágrimas, hace fecundo un seno muerto. La iglesia llora y ora por sus hijos muertos y por los que le han de nacer. Si la Iglesia llorara más y suplicara más más hijos le nacerían y más muertos por el pecado resucitarían. Tú y yo somos esa Iglesia que llora. No dejemos de orar para que nazcan más hijos. No dejemos de llorar y de sacrificarnos para que esos hijos sean más hijos, es decir, más perfectos y humildes, más santos e incontaminados. No cabe duda de que el Señor nos mueve a orar y a llorar. No cabe duda de que estas líneas las sugiere El por­que quiere que sean semilla de vida y de vocación, de perseverancia y de santidad.

            7. Después de las lágrimas vendrá el magnificat de Ana, precursor del Magníficat de María. Ana estéril tiene un hijo de oración. Como María virgen tiene un hijo del Espíritu Santo. Para Dios no hay imposibles. He aquí el Canto de Ana cuando entrega su hijo en el templo de Silo al sumo sacerdote El, que no fue perspicaz para comprender el misterio. Comparadlo con el de María, y veréis las constan­tes de la historia de la salvación y la grandeza de Yahvé con su pueblo:

           8. "Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios, mi boca se rie de mis enemigos porque celebro tu salvación. No hay santo como el Señor, no hay roca como nuestro Dios. No multipliqéis discursos altivos, no echéis por la boca arrogancias, porque el Señor es un Dios que sabe, él es quien pesa las acciones. Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor: los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan; la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía. El Señor da la muerte y la vi­da, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, el Señor humilla y enaltece. El levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para hacer que se siente en­tre príncipes y que herede un trono glorioso, pues del Señor son los pilares de la tierra y sobre ellos afianzó el orbe. El guarda los pasos de sus amigos mientras los malvados perecen en las tinieblas, porque el hombre no triunfa por su fuerza. El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. El da fuerza a su rey, exalta el poder de su Ungido” (1 Sam. 2,1-10).

    9. LA SALVACION DE JESUS CON MARIA. NUESTRA COOPERACION.    María se puso en camino y fue aprisa a la montaña. Llena de Dios es empujada por El. Un alma llena de Dios no puede estar inactiva. Dios toma la iniciativa. Es El quien empuja, quien guía, quien orienta, quien dirige, quien aparta obstáculos. Dios te pondrá la pluma en la mano; Dios te hará comprar el billete de avión. Dios te empujará a una empresa superior a tus fuerzas.  Dios que salva. Porque lo que Dios va a hacer en casa de Isabel es salvar. Aplicar los frutos de la Redención prematuramente a una criatura humana a quien va a liberar de la atadura del pecado. Pero lo hace Dios junto con su Madre. María es la portadora de Dios. La salvación no se obrará nunca sin María.

    En la Visitación se saludan y abrazan dos madres privilegiadas, las -mujeres más ilustres de la Biblia-. Detengámonos a contemplar este cuadro delicadamente femenino, tan humano y tan divino, pintado por Lucas. ¡Qué contraste entre la anciana Isabel, portadora en su seno del último profeta Antiguo Testamento, y María radiante de juventud, Arca viviente de la Nueva Alianza encarnada! En el abrazo de las dos madres el Viejo Testamento culmina en el Nuevo, y el Nuevo recibe del Viejo este homenaje por boca de la emociona Isabel: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién yo para que me visite la madre de mi Señor? ¡ Dichosa tú, que has creído !“. “¿Quién soy yo...?” expresa lo mismo que sintió David al recibir en su casa al Arca del Alianza, signo de la presencia de Dios en medio de su pueblo (2 Sam 6,9).

    Impulsada por la caridad María ha ido con presteza a Ain Karem para servir a Isabel en las faenas más humildes de la casa. Podemos imaginarla sentada al su moliendo unos puñados de trigo con una rudimentaria muela a mano para moler el trigo para el pan de cada día, o yendo con la jarra a la única fuente que todavía existe y que da al pueblo el nombre de Ain Karem, "Fuente de la viña".

    Estamos acostumbrados a representamos a María sobre un pedestal, con sus manos juntas, a solas con Dios. San Lucas, en cambio, nos descubre aquí otra faceta dinámica, más abierta, más profundamente humana. Esta es la auténtica figura María: ciertamente muy unida con Dios, pero también muy unida a nosotros; muy llena de gracia sobrenatural, pero también muy llena de gracia natural, de gentileza, de amabilidad, de espíritu de servicio pronto y gozoso. La esclava del Señor se hace la criada y servidora de Isabel. De esta forma María cumple en su Visitación el programa fundamental de Jesús, que no vino a ser servido, sino a servir (Mc 10,44). Por tanto, María, la llena de gracia, la llena de humildad y de caridad, es la primera cristiana, el espejo en que se contempla gozosa la Iglesia (SC 103).

    La liturgia pre-navideña se detiene aquí concentrando sus focos de luz en María, la Virgen del Adviento, porque nadie como María nos puede ayudar a prepararnos a la inminente venida del Salvador. Con inefable amor de madre ella espera el nacimiento de su Hijo. Y se prepara con fe en la palabra de Dios “¡Dichosa tú, que has creído!”, y con humilde servicio por amor. Fe en Dios servicio a los demás, justo la sustancia del Evangelio. 10. Dejémonos llenar de Dios por Dios y seremos portadores de salvación a las familias.Puedes ser portador de Dios en tus cartas, en tus palabras, en tu convivencia, en tu trato, en tus visitas. En tu servicio entregado generoso y gratuito. Darás a Dios. Comunicarás su salvación. Participarás su perdón, su paz, su gozo. Contagiarás el espíritu de entrega.

    11. Nuestras visitas y nuestro servicio han de ser como las de María. Que santifiquen y que se vean los frutos. ¡Cuántas visitas habría recibido Isabel desde que estaba en aquel lugar, máxime en las circunstancias tan extrañas en que se había. presentado su tardía maternidad! Pero ninguna, como la de María, ha dejado tan honda huella en aquella anciana mujer. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito... Así actúa Dios. Eso es hacer apostolado de veras; eso es entregarse a los hombres, Eso es hacer bien a los hermanos. Hacer sentir la experiencia de Dios.

            12. Pero para hacer esas obras, has de contemplar antes de actuar. Dice el Concilio que es característico de la Iglesia estar entregada a la acción y dada a la contemplación, pero estando la accicón ordenada y subordinada a la contemplación. Primero es la santidad de Maria, la humildad de Ma­ría, la disponibilidad de María. Después su entrega a visi­tar a los necesitados, a los hermanos. Después que Dios la ha llenado, como la ha saludado el Angel, ya puede dar a Dios. Puede lanzarse porque ya será Dios quien actue y quien santifique. ¡Pobres de nosotros si nos lanzamos al campo del apostolado llenos de nosotros!... ¿Qué cosecharemos? Espiritualmente aridez. -Personalmente quizás descalabros. ¿Cuándo nos convenceremos de veras y hondamente de que nuestra vida interior tiene más valor que la exterior?

             13. Se llenó Isabel del Espíritu Santo. Afortunada mujer que merece esta visita tan excepcional! ¡Dichosa ella a quien se le da don tan excelso! Contemplemos, contemplemos este misterio. -   Por una sola familia hace María aquel largo viaje. No sabemos cuánto bien hacemos cuando hacemos el bien. Y hemos de meditar esta acción de María para que no menospreciemos el apostolado que va dirigido a pocas almas, o a almas sencillas. ¿Quién sabelo los gritos de júbilo de Dios que brotarán de esos corazones? Son almas que pueden bendecir a Dios y glorificarle y alabar a su madre como Isabel. Podemos ser portadores de alegría a una familia, instrumentos de salvación que ejerzan en nombre de Dios, sus maravillas.

            14. Esta es ya la fiesta de Dios. No ha fallado la fidelidad del Señor, y ellos han sido testigos de su amor, como lo somos hoy nosotros, que estamos esperando su venida, en la Eucaristía y en Navidad, que está ya ahí. Que en todos resida el espíritu de María para glorificar al Señor, y así como ella ayudó a Isabel con la mayor caridad, que es llevarle la palabra encarnada, y prestarle su servicio, ayudemos nosotros también a los hermanos con la Palabra y con el servicio.

            15. La prueba ha pasado. También pasará para Jesús que, al entrar en el mundo, dijo al Padre: "Me has preparado un cuerpo. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: <Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad> Hebreos 10,5.

            16. Isabel proclama que María es feliz porque ha creído y ha dejado actuar al Espíritu Santo, que se ha apoderado de su vida y la ha hecho fecunda con maternidad humana y divina, por eso el Hijo de Dios será también el Hijo del Hombre. Isabel y Juan representan el Antiguo Testamento que esperaba desde siglos la hora dichosa. Al fin ha llegado María con Jesús. La linda estampa prenavideña de Ain-Karem, la bella aldea, con María y Jesús en su seno, y con Isabel y Juan que cantan alborozados la gracia y la misericordia de Dios, señalan con elocuencia que los proyectos de Dios se cumplen y nos garantizan que podemos confiar en sus promesas.

            17. Acaba de comenzar la humanidad nueva, que es feliz porque ha creído. Lo somos también nosotros que hemos creído que, "conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre".

            18. Oblación que va a tener lugar de nuevo sobre el altar en el misterio eucarístico, como una Navidad anticipada. Al igual que Cristo se hizo hombre en el seno de María cuando ésta pronunció su: "Hágase en mí según tu palabra", se transusbtanciará por las palabras del sacerdote, que actúa "in persona Cristi", al decir las palabras trascendentes: "Esto es mi cuerpo", "Esta es mi sangre". El pan y el vino se convertirán en el cuerpo y la sangre de Cristo para la salvación del mundo. Una nueva Navidad.