Domingo II de Pascua, Ciclo C

La cara oculta de Jesús

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

1. La Buena Noticia de Jesús se resume en su Exodo, que termina en la Resurrección. Moisés sacó al pueblo de Egipto. Hizo su Exodo. Elías alentó al pueblo en su fe y esperanza, a costa de su descanso y tranquilidad. Fueron actores principales, ministros de la Palabra. Pero Jesús está ahora ya en su lugar, es su confirmación y su relevo. Su complemento y cumplimiento. El Padre habló por los profetas, pero últimamente el Padre habla por Cristo, el hombre que va a la muerte, obediente al Padre: "Escuchadle". La vida no va a terminar con la muerte. Repetidas veces ha dicho Jesús a los discípulos que va a morir, pero al tercer día va a resucitar. ¿Es un fracaso su vida? Aparentemente sí. Allí están los tres discípulos elegidos y más representativos y con ellos la Iglesia, que extenderá y propagará su mismo mensaje de amor hasta la muerte que termina en la gloria cuyo preludio es la Transfiguración.

2 Antes estuvo Abraham: "Abraham creyó al Señor y se le contó en su haber" Génesis 15,5. Dios, que había sacado a Abraham de Ur de los Caldeos, le dice: "No temas, Abraham, yo soy tu escudo y tu paga será abundante". Abraham, desilusionado, expone al Señor su situación de fracasado: "¿De qué me sirven tus dones, si no me has dado hijos?". Entonces Dios le promete una descendencia numerosa, "como las estrellas", la posesión de aquella tierra, y la bendición. La descendencia es signo de poder. Los hijos son la riqueza de los pobres, por eso en la actualidad los pueblos con descendencia más numerosa son los del tercer mundo. Le promete la posesión de la tierra, que es el sueño de un nómada errabundo sin patria. Y le garantiza la bendición con la acumulación de grandes riquezas. 

3. Bajo el cielo luminoso tachonado de un ejército de estrellas innumerables como testigos de la promesa, Dios garantiza a Abraham la descendencia numerosa. Abraham acepta la descendencia. Es ley biológica y seguro de defensa humana. Pero pregunta al Señor cómo sabrá que va a poseer la tierra. El Señor le pide que le ofrezca unos animales en sacrificio. Por entre los animales descuartizados pasó una antorcha ardiendo y una humareda de horno. En el fuego de la antorcha encendida Dios se hace presente y se compromete a cumplir la palabra, como diciendo: que me suceda lo que a estas víctimas sacrificadas. Cuando estos animales vuelvan a vivir, dejaré yo de cumplir mis promesas. ¡Nunca!. A Abraham le invadió un sueño profundo en el que interiormente vio el compromiso, la lealtad y la fidelidad de Dios. Dijo Dios: "Tu descendencia vivirá como forastera en tierra ajena, tendrá que servir y sufrir opresión durante cuatrocientos años, pero saldrá con grandes riquezas". "Aquel día el Señor hizo alianza con Abraham". Abraham vio, creyó, confió y se sometió incondicionalmente a Dios, con lo que consiguió una descendencia innumerable, la posesión de la tierra y la bendición de Dios.

4. "Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida" Salmo 26. El salmo trasciende la materialidad de la descendencia, de la posesión de la tierra y de la bendición de la prosperidad, y los eleva a la dimensión de la patria a que están apuntando: el "país de la vida". Donde la vida no tiene muerte, la participación de la vida de Dios que heredaremos con Jesucristo y por él.

5 "Una voz desde la nube decía: <Escuchadle>" Lucas 9,28. ¿El hombre Jesús ha quedado afectado tras su lucha con Satanás y su opción por el camino de la cruz? A sus amigos ya les ha anunciado su pasión y muerte. La sombra amarga de la suprema humillación y aniquilamiento no pesa sólo sobre ellos, sino también sobre él; ¿acaso no es hombre de carne y sangre? Jesús necesita afirmarse y afirmar su identidad de Hijo de Dios, sobre todo en los más íntimos. Por eso: "Cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a la montaña a orar". Mientras oraba se transfiguró y sus vestidos resplandecían de blancura. Su realidad, que permanecía oculta, se manifestó. Dios le llenó desde dentro. Entrar en oración es llegar a la fuente fresca de la transfiguración, allí donde la luz tiene su manantial. Todo cambia en la oración. El encuentro de Jesús con su Padre fue confortador y estimulante. 

6. Hoy nos elige a nosotros; nos elige para subir con él. El no esperaba la Transfiguración. El esperaba orar. Conversar con el Padre. Manifestarle su estado, sus luchas, contarle el combate con Satanás, pedirle fuerza, sus Dones del Espíritu, su paciencia.. Se los llevó a orar con él. Nos elige y nos llama y acompaña a orar. Tal vez llegue la transfiguración. Seguro la paz y los efectos del contacto con el sol que vigoriza, acrece las defensas, en defintiva, transfigura nuestra vida. Nos elige a nosotros. Podemos poner excusas. El trabajo, la ignorancia, lo que queda al pie de la montaña. Depende de nosotros. El estaba reluciente con vestidos blancos y rostro bellísimo y radiante. No se ha maquillado. Su hermosura brota de dentro. Su alegría es clara y visible. El Verbo Dios que llevaba escondido, sólo viajaba de incógnito. Ahora se ha manifestado apenas. La belleza que hoy se cotiza es pura baratija. Belleza de fachada. No es que sea rechazable en sí misma, pero puede serlo en la intención, comercio, azuzamientos de los instintos menos nobles del ser humano. De ahí que haya necesidad de un autodominio, una lucha para aprender el lenguaje del amor, que es el lenguaje de Dios, que tiene sus propiedades y normas, para que en el diálogo y en la comunicación nos podamos entender, porque la carne habla un idioma distinto al del Espíritu de Dios.

7. Dos personas conversan con él de su "éxodo". Son Moisés y Elías. Los dos guías máximos de la fe de Israel, que han precedido a Jesús y le han esperado, ahora, como compañeros suyos. Cuenta Santa Teresa que hablando de Dios con el Padre García de Toledo, su confesor, vio a Jesús transfigurado que le dijo: "En estas conversaciones yo siempre estoy presente". Y el Padre se hizo presente y su voz desde la nube decía: "Este es mi Hijo, el Elegido. Escuchadlo". Era como decirles: No os escandalicéis de su muerte en cruz, es mi voluntad y el único camino de la Redención. Ese hombre que camina hacia la muerte es mi Hijo, que no sólo tiene la naturaleza de Dios, sino que también recibe su poder. Seguid el camino que él va a recorrer. Su muerte y vuestra muerte terminarán en una glorificación transfigurada. Esa es la cara oculta de Jesús que no veíais. Estaba oculta y seguirá estándolo, pero ya habéis visto momentáneamente, que la oscuridad de la cruz, encubre la luz encendida y portentosa. Como Israel salió de Egipto en dirección a la tierra prometida, el éxodo de Cristo, va de la muerte a la resurrección. "Escuchadle a El". Moisés y Elías prepararan su camino. Ahora sólo a El debéis escuchar y seguir

8. A Pedro se le ha quedado grabada hondamente la escena y nos lo dice: "El recibió de Dios Padre el honor y la gloria cuando desde la grandiosa gloria se le hizo llegar esta voz: <Este es mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto>. Esta voz llegada del cielo, la oímos nosotros estando con él en la montaña sagrada. Es una lámpara que brilla en la oscuridad, hasta que despunte el día y el lucero de la mañana nazca en vuestros corazones"(2 Pe 1,19).

9. El nexo de unión donde coinciden la 1ª y 3ª lecturas, es la respuesta de la fe de Abraham a la palabra de Dios y la obediencia del cristiano a Jesús, cuya vida y palabra es el camino trazado por el Padre, que nos manda escucharle para caminar con Jesús en el desierto, hasta la crucifixión solemne, o pequeña y escondida, y la resurrección, ya que el Apóstol nos asegura que "transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo" (2Cor 3,18). 

10. Dice el Vaticano II: "Ante la actual evolución del mundo, son cada día más numerosos los que se plantean las cuestiones más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte que, a pesar de tantos progresos, subsisten todavía? ¿Qué hay después de esta vida temporal?"(GS 10). El mensaje de las lecturas da respuesta a estas preguntas, porque "cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo"(Ib), para que la humanidad pueda salvarse.

11. "Quería Pedro quedarse, ¡se estaba muy bien allí! Presiente y anhela la meta, el descanso y la plenitud consumada. No quiere pensar que hay que pasar por la muerte. Desciende, Pedro. Tú, que deseabas descansar en el monte, desciende y predica la palabra...Trabaja, suda, padece a fin de que poseas por el brillo y hermosura de las obras hechas con amor, lo que simbolizan los vestidos blancos del Señor. Desciende a trabajar en la tierra, a servir en la tierra, a ser despreciado y crucificado en la tierra; porque también la Vida descendió para ser muerta, el Pan a tener hambre, el camino a cansarse de andar, la Fuente a tener sed (S. Agustín). «Pedro y sus compañeros -apunta el evangelio- se caían de sueño.» Es curioso observar que los discípulos se duermen cuando algo no les interesa. También se dormirán en Getsemaní. La idea de un salvador-rey-ungido que salva muriendo, dando la vida y dejándose matar, no les interesaba demasiado. Jesús no le hizo caso. Según los incomprensibles planes de Dios, ese Jesús -que bajaría del monte para subir al Calvario- es su Hijo a quien hay que escuchar. Los demás mesías esperados y soñados son falsos.

12. Aunque a veces sea necesario un alto en el camino para recobrar fuerzas, hay que completar el camino, hay que llevar a su término la tarea que corresponde a cada uno en este proceso de liberación personal y colectivo al que Jesús nos invita. Y más jugando con la ventaja de saber con certeza cuál será ese final. Jesús, Moisés y Elías. «Hablaban de su éxodo», palabra esta que ya desde el libro de la Sabiduría,4,10, designa la muerte del justo como salida = éxodo hacia Dios. 

13. Siempre que Jesús ve en peligro la fe de los suyos se va a compartir el problema con el Padre. El anuncio de que iba a ser un mesías bastante distinto de lo que las tradiciones judías hacían esperar, sin buscar ni alcanzar ninguno de los triunfos que todos esperaban -no llegaría a ser rey, no engrandecería a la nación israelita, ni siquiera vería con sus propios ojos cómo se establecía la justicia en su pueblo...-, debió hacer temblar los cimientos, poco firmes todavía, de la fe de los discípulos. A Pedro, Juan y Santiago, se los lleva Jesús consigo para asociarlos a su oración. 

14. No olvidemos en el día de la celebración de la vida transfigurada, que estamos celebrando su vida resucitada, y que, aunque velado ahora por los accidentes del pan y del vino, vamos a ver al Jesús que se transfiguró. Su acción ahora, aunque esté oculta a nuestros ojos, es la misma que la de entonces. "Cristo hoy y ayer, el mismo por los siglos" (Hb 13,8).