Desde el corazón de Cristo en la Cruz

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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En el potro me tienes torturando,

pues mil muertes serían más ligeras­

manejas el timón y el mar se encrespa,

Mi saber está dormido, pero el Tuyo ya despierta.

Los novillos de Basán se han desbocado,

los mastines en jauría me acorralan,

la soledad es total cruda y sarcástica,

cual la hiel, de tu Cruz, retama amarga.

 

¡Ay si me descubrieses por un tiempo,

aunque fugaz, tu Rostro luminoso,

Jesús del terremoto, Jesús de mi agonía!

¡Si tus ojos deslumbrantes me miraran!

 

Pero no, es la hora inexorable,

Misteriosa y cruel de las tinieblas,

de la angustia y dolor sin analgésico,

frenesí de locura abochorante.

 

Getsemaní y lluvia de sangre,

El Padre no te pide poesía.

Getsemaní es amar, morder el polvo,

Pleamar que se estrella en tus brazos.

 

Los pies y las manos taladrados 

en la Cruz, me horrorizan y me aterran,
alrededor se oyen gritos de martillos,
martillos y puñales y lanzadas.

 

Y palabras y palabras y palabras,

envenenadas con caridad por vaselina,

pretextando y juzgando LEY en mano,

Porque desconocieron tu Doctrina.

 

Como un árbol colmado de granadas

Se levanta la Cruz majestuosa,

Entre el escalofrío del silencio

de dolor, de rencor y de ignominia.

 

Tiritando de fiebre y sin túnica,

sin honor, sin amor, hecho un leproso;

te me acercas y me eclipsan tus tinieblas,

y me quemas, y me incendias y...te alejas.

 

Jesús-Dios en el cepo y ultrajado.

¡No hay piedad para Tí, que la entregaste

a inagotables chorros a cualquiera!

-¡Es Blasfemo!- te insultan, y te callas...

 

Diriges tus ojos bellos hacia el Padre,

E imploras perdón para la algarabía.                       ..

Miras a Juan y nos das a tu Madre

traspasada, y al ladrón fiel la VIDA.

 

Tienes sed y la sufres, Tú, la fuente,

eres Pastor y te quedas sin ovejas,

Toda la Iglesia está en María y Juan

y a Pedro que te negó, no lo desechas.

Les disculpas y rocías con tu Sangre.

A tu Padre le dices que qué saben...

Ese es el Amor, el de tu Reino,

que nos dejas como Ley, Valor Supremo.

 

Todo está ya cumplido,¿qué más queda?.

Que tu Cuerpo consumido dé cosecha,

de esmeraldas y perfumadas primaveras.

El Ungido está aquí, el Seducido espera.

¿Qué hay en tu corazón que, triturado,

sigue, mientras sangra y grita, perdonando?

¿Dime ¿Qué hay en tu corazón, Maestro,

que soy un aprendiz y no comprendo?

 

El Padre te abandona y Tú le gritas,

tu garganta reseca balbucea,

el clamor del populacho se desploma

sobre tu Cuerpo Santo y tu alma bella.

Y Tú en la Cruz sigues y sigues,

sin huir, ni maldecir, ni fulminar un rayo...

¡Esa fuerza, Señor, no es la de un hombre!

¡Esa fuerza es la de un Dios Crucificado!