Discurso sobre la Suma Teológica de Santo Tomas de Aquino

Creo en la Santa Iglesia Catolica

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

         "La Iglesia es a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina... leemos en la Sacrosanctum Concilum 2).

         "Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos los ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es", puntualiza la Lumen Gentium, 49.

Después del tratado de La Santísima Trinidad y el de la Creación visible e invisible y el del Verbo Encarnado, vamos a penetrar en el misterio de la Iglesia, que tiene su origen en la Trinidad y fué instituída por Cristo.

        

ORDEN DE SANTO TOMÁS

Como Santo Tomás no trata singularmente el misterio de la Iglesia, sino que pasa de la primera parte de la Suma, De Dios Uno y Trino y Creador, a la tercera, del Verbo Encarnado, abrimos ahora esta Tercera parte con el tratado de "Iglesia de Cristo", que sólo estudiada por Santo Tomás al final de la segunda parte, escribe sobre determinados estados dentro de la Iglesia. En realidad, el tratado de Iglesia se ha desarrollado en los últimos tiempos, y ha culminado, hasta el presente, en el Vaticano II, con su Constitución Dogmática "Lumen Gentium" y el Decreto "Apostolicam actuositatem", junto con otros documentos, que han extendido su concepto y han universalizado su misión, como la Exhortación Apostólica "Christifideles laici", de Juan Pablo II, que ya es fruto del Concilio.

        

LA IGLESIA NACE EN EL CORAZON DE LA TRINIDAD

La Iglesia nace en el corazón de la Trinidad, que "dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia". Ya los antiguos decían que el mundo fue creado en orden a la Iglesia: "Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia", dice Clemente Alejandrino.

Aunque la Iglesia venía siendo preparada ya en la Antigua Alianza, el plan de salvación del Padre lo instaura en la plenitud de los tiempos, Cristo que, para eso ha sido enviado. Aunque sus palabras y sus obras la iniciaron, "la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento" (LG). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia"(SC) (CIC 766).

 

VIVE EN LA HISTORIA  Y LA TRASCIENDE

La Iglesia vive en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. La iglesia es el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo; cuya ley es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó; cuya  misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo; cuyo destino es el Reino de Dios, que ha de ser extendido hasta que Cristo lo lleve a su perfección.

Socialmente, en la economía de la encarnación, la Iglesia es parte del mundo y tiene una misión secular, pero no se identifica sin más con el mundo ya que es presencia y signo del Reino de Dios, y debe ir creciendo en la unidad, y sólo conseguirá ser totalmente una cuando sea totalmente Iglesia.

Tres son las connotaciones esenciales de la Iglesia mientras va de camino: secularidad, tensión hacia la llegada del Reino y unidad. Estas tres características dan origen al laicado, la vida religiosa y el ministerio jerárquico. Contemplada la Iglesia como comunión, los tres estados constitutivos de la Iglesia se complementan en el perfeccionamiento de la comunidad.

La reforma de santa Teresa tiene como fin: ayudar a la Iglesia. Su dolor es ver por tierra a la Esposa de Cristo. El medio de su ayuda será la oración y el sacrificio, pues las cosas crecen por lo que nacen. Y al fin de su vida declara que "muere hija de la Iglesia".

         En su tiempo la concepción de la Iglesia estaba basada en la teología de los poderes. Unos celebran, enseñan y gobiernan, otros aprenden, asisten y obedecen. Según el Vaticano II, la Iglesia es una sociedad visible y estructurada orgánicamente en la que todos los miembros participan el Espíritu de Cristo; la eclesiología del Concilio es una eclesiología de comunión en el misterio.

         De esta manera en la comunidad cristiana nadie es más que nadie, todos tienen la misma dignidad de hijos de Dios y cada uno aporta sus carismas al bien de todos. Considerar la vida consagrada por lo que hace más que por lo que es, ser signo del Reino, llamada a fijar los ojos en Dios, en el siglo futuro, en la patria, es salir del espíritu y de la letra del Concilio y no entender la genuina misión de la vida consagrada.

 

HUMANA Y DIVINA

"La Iglesia es a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina... (SC 2).

         "Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos los ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando "claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es" (LG 49).

         Después del tratado de La Santísima Trinidad y el de la Creación visible e invisible y el del Verbo Encarnado, queremos penetrar en el misterio de la Iglesia, que tiene su origen en la Trinidad y fué instituída por Cristo.

         La Iglesia nace en el corazón de la Trinidad, que "dispuso convocar a los creyentes en Cristo en la Santa Iglesia". Ya los antiguos decían que el mundo fue creado en orden a la Iglesia: "Así como la voluntad de Dios es un acto y se llama mundo, así su intención es la salvación de los hombres y se llama Iglesia", dice Clemente Alejandrino.

         Aunque la Iglesia venía siendo preparada ya en la Antigua Alianza, el plan de salvación del Padre lo instaura en la plenitud de los tiempos, Cristo que, para eso ha sido enviado. Aunque sus palabras y sus obras la iniciaron, "la Iglesia ha nacido principalmente del don total de Cristo por nuestra salvación, anticipado en la institución de la Eucaristía y realizado en la cruz. "El agua y la sangre que brotan del costado abierto de Jesús crucificado son signo de este comienzo y crecimiento"(LG). "Pues del costado de Cristo dormido en la cruz nació el sacramento admirable de toda la Iglesia"(SC) (CIC 766). La Iglesia vive en la historia, pero al mismo tiempo la trasciende. La iglesia es el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo; cuya ley es el mandamiento nuevo: amar como el mismo Cristo nos amó; cuya  misión es ser la sal de la tierra y la luz del mundo; cuyo destino es el Reino de Dios, que ha de ser extendido hasta que Cristo lo lleve a su perfección.

        

LA IGLESIA PARTE DEL MUNDO

Socialmente, en la economía de la encarnación, la Iglesia es parte del mundo y tiene una misión secular, pero no se identifica sin más con el mundo ya que es presencia y signo del Reino de Dios, y debe ir creciendo en la unidad, y sólo conseguirá ser totalmente una cuando sea totalmente Iglesia.

         Tres son las connotaciones esenciales de la Iglesia mientras va de camino: secularidad, tensión hacia la llegada del Reino y unidad. Estas tres características dan origen al laicado, la vida religiosa y el ministerio jerárquico. Contemplada la Iglesia como comunión, los tres estados constitutivos de la Iglesia se complementan en el perfeccionamiento de la comunidad.

        

LA IGLESIA SANTA Y PECADORA   

He nacido en la Iglesia, espacio donde actúa el Espíritu, para vivir eterna y filialmente con Dios; he crecido y crezco en la Iglesia para servirla; recibo en la Iglesia lo mejor que tengo para extenderla; realizo en la Iglesia, lo más valioso que puedo hacer; estoy enamorado de la Iglesia y doy día a día la vida por ella; he sufrido mucho por la Iglesia por sus errores; y sigo sufriendo y deseo y lucho por una Iglesia más pura, más unida y humilde, más interior y evangélica, más samaritana y materna, más sencilla y mansa, más hogar.

Quien sólo ve en la Iglesia una sociedad humana y pecadora y no sabe ver su calidad de santa por vivificada por el Espíritu de Cristo, siempre con ella como Esposo y soldado vigoroso en medio del fragor de la guerra, pronto se escandalizará y dejará de creer en ella. Quien la vea como un pueblo maravilloso que viene de lejos, atrayéndose a todos los pueblos, asimilando todas las civilizaciones, traduciéndose en todas las culturas, hablando en todas las lenguas, veinte siglos haciendo el bien, aunque no lo haya hecho siempre bien, la amará como a una madre anciana, a pesar de las arrugas que  contrajo en la lucha.

Cuando yo comencé a necesitar un mentor, había poco que escoger: la furia marxista había martirizado a una gran parte del clero español, la mejor. Pero la Iglesia me ofreció un acervo de revelación  y de literatura, de águilas y de santos, de místicos y de genios actuales, que han forjado mi personalidad. Los errores que he detectado en la Iglesia, siempre los he visto rectificados por otros hombres más lúcidos, y compruebo que los obstáculos ejercen de galvanizadores y las zancadillas de fertilizantes, pues como las cosas crecen por lo que nacen, lo que nace de la cruz crece por la misma cruz, aunque al ritmo peculiar de la vida.

¿Qué sería del mundo sin la cultura creada y conservada en las Abadías, sin el arte cultivado por la Iglesia? ¿Qué de las escuelas? ¿Qué de los huérfanos, drogadictos, minusválidos, etc? Iglesia, no sólo el papa, obispos y sacerdotes; también misioneros heroicos, santos seglares, obreros y santas madres que sufren, rezan y se inmolan por sus hijos, todos fuertes por la oración y la vida sacramental. Por la Eucaristía, la Palabra, la Oración y el Perdón de Dios transmitido en y por la Iglesia.

¿Cómo olvidar al Sacerdote que me fascinó de niño hasta el punto de que quise ser como él? ¿Y a aquella pléyade de mártires asesinados en su florida juventud?¿Y a tantas santas religiosas anónimas y pobres, trabajando y orando por toda la humanidad en el silencio de los claustros?.

         También ¡cómo no!, paja humana. Pero ¿puede oscurecer el barro de nuestra pobreza el fulgor deslumbrante de tantos millones y millones de estrellas? ¿La Pietá de Miguel Angel, dejará de ser hermosa, aunque tenga manchas? Más de veinte siglos viene caminando por esta hermosa y pobre tierra este Pueblo de redimidos; polvo lleva en las sandalias, el polvo del mismo suelo que pisa; sus pies son de barro, pero su Cabeza de oro celestial se mece brillante entre luceros.

         Mi gloria y mi vida será servir siempre a la Iglesia, y como Teresa de Jesús, morir hijo de la Iglesia: “Al fin muero hija de la Iglesia!”.