San Ireneo de Lyon

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

Nació en Asia Menor en 130 y murió en. Lyon, 202. Obispo de Lyon en 189. Fue discípulo de San Policarpo, que había sido discípulo del Apóstol San Juan, y obispo de Esmirna. En el año 177 era presbítero en Lyon (Francia), y poco después ocupó la sede episcopal de dicha ciudad. Sus obras literarias le han valido la dignidad de ser contado entre los Padres Apostólicos de la Iglesia.

LOS PADRES APOSTOLICOS

Los Apóstoles y los discípulos de la primera hora transmitieron lo que ellos habían recibido, dando origen a la Tradición viva de la Iglesia. Los primeros eslabones de esta larga cadena son los Apóstoles; de ellos penden los Padres y escritores de finales del siglo I y primera mitad del siglo II, a los que se denomina apostólicos por haber conocido personalmente a los primeros. Entre sus escritos figuran la Epístola de Bernabé, Clemente Romano, que, según el testimonio de San Ireneo, conoció y trató a los Apóstoles Pedro y Pablo, Hermas, Ignacio de Antioquía, y Policarpo, de quien San Ireneo testimonia que había conocido al Apóstol San Juan. A estas obras se unieron las de otros Padres o escritores de esa época: la «Didaché», «Doctrina de los Doce Apóstoles», que es el más antiguo de estos escritos; la «Secunda Clementis», y otras obras, como las «Odas de Salomón» o los pocos fragmentos de Papías de Hierápolis. Este grupo de escritos nos transmite la predicación apostólica con una frescura e inmediatez que contrasta con su antigüedad. Son escritos nacidos en el seno de la comunidad cristiana, obra de sus Pastores, destinados al alimento espiritual de los fieles. No permitió el Señor que asaltaran a la Iglesia recién nacida, grandes herejías, como las que surgirían más tarde, aunque desde el principio tuvo que sufrir contradicciones. Como escribe el antiguo historiador de la Iglesia, Hegesipo, sólo «cuando el sagrado coro de los Apóstoles hubo terminado su vida, y pasada la generación de los que habían escuchado con sus propios oídos a la Sabiduría divina, fue cuando empezó el ataque de errores impíos, obra del extravío de los maestros de doctrinas extrañas». Los Padre apostólicos no se proponen defender la fe frente a paganos, judíos o herejes, ni pretenden desarrollar científicamente la doctrina, sino que tratan de transmitirla como la han recibido, con recuerdos e impresiones a veces muy personales. Su estilo es directo y sencillo; hablan de lo que viven y de lo que han visto vivir a los primeros discípulos que conocieron a Cristo cuando vivía entre los hombres y tocaron, como afirma San Juan, al mismo Verbo de la vida (1 Jn 1,1).

EL TIEMPO DE LOS PADRES APOSTÓLICOS

Sus escritos abarcan desde el año 70, en vida de algunos de los Apóstoles, hasta mediados del siglo II, cuando muere Policarpo de Esmirna. Un largo arco de tiempo, cuya parte final se superpone a los comienzos de los apologistas y defensores de la fe, que pondrán los fundamentos de la teología y pasarán el relevo de la Tradición, superando numerosas persecuciones, de dentro y de fuera, a las luminarias de los grandes Concilios ecuménicos de la antigüedad. Sus escritos no sólo sirvieron para poner los cimientos de la teología cristiana, sino también para refutar los errores de los gnósticos y salvar la fe católica del grave peligro de contaminarse por las insidiosas doctrinas de aquellos herejes.

LA FAMILIA DE IRENEO

Nada se sabe sobre su familia. Probablemente nació alrededor del año 125, en alguna provincia del Asia Menor, donde todavía se conservaba con cariño el recuerdo de los Apóstoles entre los numerosos cristianos. Sin duda recibió una educación muy esmerada y liberal, ya que sumaba a sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras, una completa familiaridad con la literatura y la filosofía griegas. Tuvo además, el inestimable privilegio de sentarse entre algunos hombres que habían conocido a los Apóstoles y a sus primeros discípulos, para escuchar sus pláticas. Entre ellos San Policarpo, quien ejerció una gran influencia en la vida de Ireneo. Por cierto, que fue tan profunda la impresión que en éste produjo el santo obispo de Esmirna que, muchos años después, confesaba a un amigo, podía describir el aspecto de San Policarpio, las inflexiones de su voz y cada una de las palabras que pronunciaba para relatar sus entrevistas con San Juan, el Evangelista, y otros que conocieron al Señor, o para exponer la doctrina que habían aprendido de ellos. San Gregorio de Tours afirma que fue San Policarpo quien envió a Ireneo como misionero a las Galias.

SACERDOCIO

Ya existían las relaciones comerciales entre los puertos del Asia Menor y el de Marsella y, en el siglo segundo, los traficantes levantinos transportaban las mercancías por el Ródano arriba, hasta Lyon que se convirtió en el principal mercado de Europa occidental y en la ciudad más populosa de las Galias. Junto con los mercaderes asiáticos, venían sus sacerdotes y misioneros que portaron la palabra del Evangelio a los galos paganos y fundaron una vigorosa iglesia local. A aquella iglesia llegó San Ireneo para servirla como sacerdote, bajo la jurisdicción de su primer obispo, San Potino, que también era oriental, y ahí se quedó hasta su muerte. La buena opinión que tenían sobre él sus hermanos en religión, se puso en evidencia el año de 177, cuando se le envió a Roma con una delicadísima misión. La terrible persecución de Marco Aurelio los jefes del cristianismo en Lyon, estaban prisioneros. Su cautiverio no les impidió mantener su interés por los cristianos del Asia Menor. Conscientes de la simpatía y la admiración que despertaba entre la cristiandad su situación de confesores en inminente peligro de muerte, enviaron al Papa San Eleuterio, por conducto de Ireneo, "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", con una apelación al Pontífice, en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia. Y recomendaban al portador de la misiva, como a un sacerdote "animado por un celo vehemente para dar testimonio de Cristo" y un amante de la paz, como lo indicaba su nombre.

OBISPO DE LYON

Aquel encargo que lo ausentó de Lyon, explica por qué Ireneo no fue martirizado con San Potino y sus compañeros. Al regresar a Lyon, ocupó la sede episcopal vacante por la muerte de San Potino. Terminado la persecución, los veinte de su episcopado fueron de relativa paz. Las informaciones sobre sus actividades son escasas, pero además de sus deberes pastorales, trabajó en la evangelización de su comarca y las adyacentes. Al parecer, fue él quien envió a los Santos Félix, Fortunato y Aquileo, como misioneros a Valence, y a los Santos Ferrucio y Ferreolo, a Besancon, Para indicar hasta qué punto se había identificado con su rebaño, basta con decir que hablaba corrientemente el celta en vez del griego, que era su lengua madre.

LUCHA CONTRA EL GNOSTICISMO

La propagación del gnosticismo en las Galias inspiró en el obispo Ireneo el anhelo de defender el cristianismo de sus falsas interpretaciones. Estudió sus dogmas, una tarea muy difícil, puesto que cada uno de los gnósticos se sentía inclinado a introducir nuevas versiones en la doctrina. San Ireneo era un investigador minucioso e infatigable en todos los campos del saber, según nos dice Tertuliano y salvó aquel escollo sin mayores tropiezos. Una vez empapado en las ideas gnósticas, escribió un tratado en cinco libros, en cuya primera parte expuso completamente las doctrinas internas de las diversas sectas para contradecirlas después con las enseñanzas de los Apóstoles y los textos de las Sagradas Escrituras.

Cuando trata sobre la creencia gnóstica de que el mundo visible fue creado, conservado y gobernado por seres angelicales y no por Dios, quien seguirá desligado del mundo e indiferente, Ireneo expone la teoría, la desarrolla hasta llegar a su conclusión lógica y, demuestra su falsedad. Ireneo expresa la verdadera doctrina cristiana sobre la estrecha relación entre Dios y el mundo que El creó con las siguientes palabras: "El Padre está por encima de todo y El es la cabeza de Cristo; pero a través del Verbo se hicieron todas las cosas y El mismo es el jefe de la Iglesia, en tanto que Su Espíritu se halla en todos nosotros; es El esa agua viva que el Señor da a los que creen en El y le aman porque saben que hay un Padre por encima de todas las cosas, a través de todas las cosas y en todas las cosas."

Ireneo escribe con estudiada moderación y cortesía, pero de vez en cuando, se le escapan comentarios humorísticos. Al referirse, por ejemplo, a la actitud de los recién "iniciados" dice: "Tan pronto como un hombre se deja atrapar en sus "caminos de salvación", se da tanta importancia y se hincha de vanidad a tal extremo que ya no se imagina estar en el cielo o en la tierra, sino haber pasado a las regiones del Pleroma y, con el porte majestuoso de un gallo, se pavonea ante nosotros, como si acabase de abrazar a su ángel. Ireneo estaba firmemente convencido de que gran parte del atractivo del gnosticismo, se hallaba en el velo de misterio con que gustaba de envolverse y de hecho, había tomado la determinación de "desenmascarar a la zorra", como él mismo lo dice. Y por cierto que lo consiguió: sus obras, escritas en griego, pero traducidas al latín circularon ampliamente y no tardaron en asestar el golpe de muerte a los gnósticos del siglo segundo. Por lo menos, en adelante dejaron de constituir una seria amenaza para la Iglesia y la fe católica.

RECONCILIADOR ANTE EL PONTÍFICE

Que luchara contra las herejía no significa que fuese intransigente. Al contrario. Trece o catorce años después de haber viajado a Roma con la carta para el Papa Eleuterio, fue de nuevo Ireneo el mediador entre un grupo de cristianos del Asia Menor y el Pontífice, en vista de que los que se negaban a celebrar la Pascua con la costumbre occidental, el Papa Víctor III los había excomulgado y existía el peligro de un cisma. Ireneo intervino en su favor. En una carta bellamente escrita que dirigió al Papa, le suplicaba que levantase el castigo y que el Papa Aniceto y San Policarpo habían permanecido en comunión. El resultado de su embajada fue el restablecimiento de las buenas relaciones entre las dos partes y de una paz que no se quebrantó. Después del Concilio de Nicea, en 325, acataron voluntariamente el uso romano, sin ninguna presión de la Santa Sede.

SU MUERTE Y VENERACIÓN

Fue martirizado en el año 202. Los restos mortales de San Ireneo, como lo indica Gregorio de Tours, fueron sepultados en una cripta, bajo el altar de la iglesia de San Ireneo. Esta tumba o santuario fue destruido por los calvinistas en 1562 y desaparecieron hasta los últimos vestigios de sus reliquias.

SUS ESCRITOS

No ha llegado hasta nosotros nada que pueda llamarse una biografía de la época sobre San Ireneo, pero hay abundante literatura en torno al importante papel que desempeñó como testigo de las antiguas tradiciones y como maestro de las creencias ortodoxas. Su tratado contra los gnósticos ha llegado hasta nosotros completo en su versión latina.

En 1904 se descubrió la existencia de otro escrito suyo: la exposición de la predicación apostólica, traducida al armenio. La obra era hasta entonces conocida como: "Prueba de la Predicación Apostólica". Se trata, de una comparación de las profecías del Antiguo Testamento y de ese escrito.

A pesar de que el resto de sus obras desapareció, bastan los dos trabajos mencionados para suministrar todos los elementos de un sistema completo de teología cristiana. San Ireneo, fundamentándose en San Pablo y en su conocimiento de las enseñazas apóstolicas, enseñaba el paralelismo Adán-Jesucristo; Eva-María

CATEQUESIS DE BENEDICTO XVI SOBRE IRENEO DE LYON

“Sus noticias biográficas nos vienen de su mismo testimonio, que nos ha llegado hasta nosotros gracias a Eusebio en el quinto libro de la «Historia eclesiástica». Ireneo es ante todo un hombre de fe y un pastor. Del buen pastor tiene la prudencia, la riqueza de doctrina, el ardor misionero. Como escritor, busca un doble objetivo: defender la verdadera doctrina de los asaltos de los herejes, y exponer con claridad la verdad de la fe. A estos dos objetivos responden exactamente las dos obras que nos quedan de él: los cinco libros «Contra las herejías» y «La exposición de la predicación apostólica», que puede ser considerada también como el «catecismo de la doctrina cristiana» más antiguo. En definitiva, Ireneo es el campeón de la lucha contra las herejías.

LA AMENAZA DE LA GNOSIS

La Iglesia del siglo II estaba amenazada por la «gnosis», una doctrina que afirmaba que la fe enseñada por la Iglesia no era más que un simbolismo para los sencillos, pues no son capaces de comprender cosas difíciles; por el contrario, los iniciados, los intelectuales --se llamaban «gnósticos»-- podrían comprender lo que se escondía detrás de estos símbolos y de este modo formarían un cristianismo de élite, intelectualista.

Obviamente este cristianismo intelectualista se fragmentaba cada vez más en diferentes corrientes con pensamientos con frecuencia extraños y extravagantes, pero atrayentes para muchas personas. Un elemento común de estas diferentes corrientes era el dualismo, es decir, se negaba la fe en el único Dios Padre de todos, creador y salvador del hombre y del mundo. Para explicar el mal en el mundo, afirmaban la existencia junto al Dios bueno de un principio negativo. Este principio negativo habría producido las cosas materiales, la materia.


ARRAIGO EN LA DOCTRINA BIBLICA DE LA CREACION

Arraigándose firmemente en la doctrina bíblica de la creación, Ireneo refuta el dualismo y el pesimismo gnóstico que devalúan las realidades corporales. Reivindica con decisión la originaria santidad de la materia, del cuerpo, de la carne, al igual que del espíritu. Pero su obra va mucho más allá de la confutación de la herejía: se puede decir, de hecho, que se presenta como el primer gran teólogo de la Iglesia, que creó la teología sistemática; él mismo habla del sistema de la teología, es decir, de la coherencia interna de toda la fe. En el centro de su doctrina está la cuestión de la «regla de la fe» y de su transmisión. Para Ireneo la «regla de la fe» coincide en la práctica con el «Credo» de los apóstoles, y nos da la clave para interpretar el Evangelio, para interpretar el Credo a la luz del Evangelio. El símbolo apostólico, que es una especie de síntesis del Evangelio, nos ayuda a comprender lo que quiere decir, la manera en que tenemos que leer el mismo Evangelio.

El Evangelio predicado por Ireneo es el que recibió de Policarpo, obispo de Esmirna, y el Evangelio de Policarpo se remonta al apóstol Juan, de quien Policarpo era discípulo. De este modo, la verdadera enseñanza no es la inventada por los intelectuales, superando la fe sencilla de la Iglesia. El verdadero Evangelio es el impartido por los obispos que lo han recibido gracias a una cadena ininterrumpida que procede de los apóstoles. Éstos no han enseñado otra cosa que esta fe sencilla, que es también la verdadera profundidad de la revelación de Dios. De este modo, nos dice Ireneo, no hay una doctrina secreta detrás del Credo común de la Iglesia. No hay un cristianismo superior para intelectuales. La fe confesada públicamente por la Iglesia es la fe común de todos. Sólo es apostólica esta fe, procede de los apóstoles, es decir, de Jesús y de Dios.

ARMONIA CON LA IGLESIA DE ROMA

Al adherirse a esta fe transmitida públicamente por los apóstoles a sus sucesores, los cristianos tienen que observar lo que dicen los obispos, tienen que considerar específicamente la enseñanza de la Iglesia de Roma, preeminente y antiquísima. Esta Iglesia, a causa de su antigüedad, tiene la mayor apostolicidad: de hecho, tiene su origen en las columnas del colegio apostólico, Pedro y Pablo. Con la Iglesia de Roma tienen que estar en armonía todas las Iglesias, reconociendo en ella la medida de la verdadera tradición apostólica, de la única fe común de la Iglesia. Con estos argumentos, resumidos aquí de manera sumamente breve, Ireneo confuta en sus fundamentos las pretensiones de estos gnósticos, de estos intelectuales: ante todo, no poseen una verdad que sería superior a la de la fe común, pues lo que dicen no es de origen apostólico, se lo han inventado ellos; en segundo lugar, la verdad y la salvación no son privilegio y monopolio de pocos, sino que todos las pueden alcanzar a través de la predicación de los sucesores de los apóstoles, y sobre todo del obispo de Roma. En particular, al polemizar con el carácter «secreto» de la tradición gnóstica, y al constatar sus múltiples conclusiones contradictorias entre sí, Ireneo se preocupa por ilustrar el concepto genuino de Tradición apostólica, que podemos resumir en tres puntos.

TRADICION PUBLICA

a) La Tradición apostólica es «pública», no privada o secreta. Para Ireneo no hay duda alguna de que el contenido de la fe transmitida por la Iglesia es el recibido de los apóstoles y de Jesús, el Hijo de Dios. No hay otra enseñanza. Por tanto, a quien quiere conocer la verdadera doctrina le basta conocer «la Tradición que procede de los apóstoles y la fe anunciada a los hombres»: tradición y fe que «nos han llegado a través de la sucesión de los obispos» («Contra las herejías» 3, 3 , 3-4). De este modo, coinciden sucesión de los obispos, principio personal, Tradición apostólica y principio doctrinal.

TRADICION UNICA

b) La Tradición apostólica es «única». Mientras el gnosticismo se divide en numerosas sectas, la Tradición de la Iglesia es única en sus contenidos fundamentales que, como hemos visto, Ireneo llama «regula fidei» o «veritatis»: y dado que es única, crea unidad a través de los pueblos, a través de las diferentes culturas, a través de pueblos diferentes; es un contenido común como la verdad, a pesar de las diferentes lenguas y culturas. Hay una expresión preciosa de san Ireneo en el libro «Contra las herejías»: «La Iglesia que recibe esta predicación y esta fe de los apóstoles, a pesar de estar diseminada en el mundo entero, la guarda con cuidado, como si habitase en una casa única; cree igualmente a todo esto, como quien tiene una sola alma y un mismo corazón; y predica todo esto con una sola voz, y así lo enseña y trasmite como si tuviese una sola boca. Pues si bien las lenguas en el mundo son diversas, única y siempre la misma es la fuerza de la tradición. Las iglesias que están en las Germanias no creen diversamente, ni trasmiten otra cosa las iglesias de las Hiberias, ni las que existen entre los celtas, ni las de Oriente, ni las de Egipto ni las de Libia, ni las que están en el centro del mundo» (1, 10, 1-2). Ya en ese momento, nos encontramos en el año 200, se puede ver la universalidad de la Iglesia, su catolicidad y la fuerza unificadora de la verdad, que une estas realidades tan diferentes, de Alemania a España, de Italia a Egipto y Libia, en la común verdad que nos reveló Cristo.

LA TRADICION ES PNEUMATICA

c) Por último, la Tradición apostólica es como él dice en griego, la lengua en la que escribió su libro, «pneumática», es decir, espiritual, guiada por el Espíritu Santo: en griego, se dice «pneuma». No se trata de una transmisión confiada a la capacidad de los hombres más o menos instruidos, sino al Espíritu de Dios, que garantiza la fidelidad de la transmisión de la fe. Esta es la «vida» de la Iglesia, que la hace siempre joven, es decir, fecunda de muchos carismas. Iglesia y Espíritu para Ireneo son inseparables: «Esta fe», leemos en el tercer libro de «Contra las herejías», «la hemos recibido de la Iglesia y la custodiamos: la fe, por obra del Espíritu de Dios, como depósito precioso custodiado en una vasija de valor rejuvenece siempre y hace rejuvenecer también a la vasija que la contiene.Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios; y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia» (3, 24, 1).

LA TRADICION VIVIFICADA POR EL ESPIRITU SANTO

Ireneo no se limita a definir el concepto de Tradición. Su tradición, la Tradición ininterrumpida, no es tradicionalismo, pues esta Tradición siempre está internamente vivificada por el Espíritu Santo, que la hace vivir de nuevo, hace que pueda ser interpretada y comprendida en la vitalidad de la Iglesia. Según su enseñanza, la fe de la Iglesia debe ser transmitida de manera que aparezca como tiene que ser, es decir, «pública», «única», «pneumática», «espiritual». A partir de cada una de estas características, se puede llegar a un fecundo discernimiento sobre la auténtica transmisión de la fe en el hoy de la Iglesia. Más en general, según la doctrina de Ireneo, la dignidad del hombre, cuerpo y alma, está firmemente anclada en la creación divina, en la imagen de Cristo y en la obra permanente de santificación de Espíritu. Esta doctrina es como una «senda maestra» para aclarar a todas las personas de buena voluntad el objeto y los confines del diálogo sobre los valores, y para dar un empuje siempre nuevo a la acción misionera de la Iglesia, a la fuerza de la verdad que es la fuente de todos los auténticos valores del mundo. Fue enviado a las Galias (157). En Lyon donde hubo una cruel persecución que causó numerosos mártires, fue ordenado sacerdote y desde el año 177 ejerció allí como presbítero. Fue enviado al Obispo de Roma Eleuterio, para rogarle mediante "la más piadosa y ortodoxa de las cartas", en nombre de la unidad y de la paz de la Iglesia, para que tratase con suavidad a los hermanos montanistas de Frigia.

Explicó que al rechazar a los falsos profetas había que acoger el verdadero don de profecía. Pese a rechazar los "excesos carismáticos" y apocalípticos del montanismo, consideró que no se podía prohibir las manifestaciones del Espíritu Santo dentro de las iglesias.

SUS OBRAS

Escribió el tratado Contra las herejías, cuyo título completo es Desenmascarar y Refutar la falsamente llamada Ciencia (Gnosis en griego).

Explicó que no existe un Pléroma sobre el Dios Creador. La Regla de la Verdad, se resume en que hay un solo Dios Soberano que creó todas las cosas por medio de su Verbo, que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan. El Dios del Antiguo Testamento es el mismo y único Dios del Nuevo Testamento, contra lo que afirmó Marción.

Ireneo confrontó las concepciones según las cuales habría almas malas destinadas a condenarse o tres clases de humanos: materiales que no pueden salvarse, síquicos que pueden salvarse y espirituales que salvan. Dios ha encerrado a todos en la incredulidad, para tener compasión de todos (Romanos 11,32). Rechazó la versión gnóstica de Cristo, que lo hacía un hombre espiritual al que le fue administrado un cuerpo formado con substancia síquica, pero dispuesto con un arte inefable para que pudiera ser visto, palpado y sufrir y del que se libró al morir, y que en cambio nunca tomó nada del hombre material, porque éste nada tiene que pueda salvarse. Mostró cómo, según ellos, el Verbo no se habría hecho carne. El libro V expone su escatología milenarista, heredada de los apóstoles: el Anticristo, la Resurrección de los justos y el Milenio.

TEOLOGÍA DE SAN IRENEO

Ireneo defiende el principio de la tradición. El libro segundo del AH desarrolla o funda el principio de la tradición, que ya inicia Hegesipo, y fórmula este principio contra el gnosticismo, que admite revelaciones privadas, propias de sus escuelas. Dice que la verdadera tradición hay que buscarla en la Iglesia fundada por los apóstoles, donde sus sucesores han enseñado la doctrina auténtica.

Ireneo está fuertemente convencido de que la doctrina de los Apóstoles sigue manteniéndose sin alteración. Esta tradición es la fuente y la norma de la fe (regula fidei o regula veritatis). Para Ireneo este canon de la verdad es el credo bautismal, porque dice que lo recibimos en el bautismo. Solo las iglesias fundadas por los apóstoles pueden servir de apoyo para la enseñanza auténtica de la fe y como testigos de la verdad, pues la sucesión ininterrumpida de los obispos en estas iglesias garantiza la verdad de su doctrina. A propósito de esto dice que seria largo recurrir a todas las iglesias, por ello reduce a la de Roma, gracias a lo cual tenemos toda la lista de obispos romanos.

San Ireneo es un gran exegeta, especialmente de San Pablo y de San Juan, de tal modo que cuando explica a San Pablo o a S. Juan es casi como si estos se explicasen a sí mismos. S.Ireneo es el representante de la escuela asiática La teología de la carne no viene de S. Juan.

La batalla en torno a los gnósticos se hace con San Pablo. El tema central de la teología ireniana gira en torno al Salus Hominis (antropología), la salvación del hombre. En la antropología confluyen trinidad, eclesiología escatología, etc. El punto de partida de su antropología lo constituyen los dos textos bíblicos del génesis que hablan de la creación del hombre. 1º Gen 1,1-26, el 2º Gen 2,7. Frente a los gnósticos que distinguían tres clases de hombre, el hombre material o hiliaco, el hombre psíquico o animal (porque su sustancia es la psijé o alma), y 3º el hombre espiritual o neumático (constituido de pneuma o espíritu)

Hay un solo hombre, carnal, espiritual y animal. Dice que el hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu, en esto usa una terminología paulina, Pablo en 1ªTes 5,2. Los gnósticos daban a estos tres elementos la categoría de sustancia, y decían que los tres hombres eran de tres sustancias distintas, aunque teóricamente cada uno de estos tres podría vivir independientemente, o quizás unidos. El espíritu está revestido del hombre psíquico y este a su vez del hombre material. El ideal de ese espíritu es librarse de los otros dos, esto ocurrirá con la muerte. La sustancia espiritual es la sustancia de Dios, por ello el hombre es consustancial al Padre. La salvación para los hombres espirituales es debida a su propia sustancia, por ser de materia divina. La sustancia de los 7 cielos es el mundo del demiurgo, Dios inferior al Dios uno, tiene naturaleza psíquica, es el que crea al hombre material, pero el hombre espiritual es de sustancia divina.

S. reneo dice que solo hay un hombre, que asume las sustancias, así acepta las cosas. El hombre es cuerpo, es carne, el alma es el principio de la vida racional y animal por el plasma (barro). El alma es principio racional, el principio que comunica al barro la vida sensitiva y racional. El espíritu es principio de vida espiritual del plasma. El hombre por el pecado pierde el espíritu. El hombre es una mezcla de cuerpo, alma y espíritu. Son cualidades inherentes al cuerpo. Sarcología: el hombre es carne, así antropología es filosofía de la carne. Car Capax Salutis: carne capaz de salvación. Aquí es donde se juega la batalla, para los gnósticos la carne no es capaz de salvación, para S. Ireneo sí. Salvación significa divinización de la carne, por eso el Hijo de Dios se encarna para divinizar la carne. La carne, por ser materia, para los gnósticos, es corruptible, y acabará con la aniquilación. Por eso la carne de Dios no es real, sino aparente (docetismo), perdiéndose así los misterios de Jesucristo. La carne es esencial para San. Ireneo. El hombre persé es carne, pero una carne destinada a la salvación.

BARRO DE LA TIERRA

En Gen 2,7. "Tomó Yahvé barro de la tierra", hallamos el origen del cuerpo, es barro de la tierra, ahora bien, ¿De qué tierra? De esta visible que tenemos ante nosotros, y el misterio de la curación del ciego de nacimiento lo pone de manifiesto. El hombre es un ser en construcción, idea de progreso, el hombre no acaba de ser hecho hasta que el hombre sea igual a la carne gloriosa de Cristo, entonces el hombre será perfectamente lo que Dios quiere, imagen y semejanza de Dios.

LAS MANOS DE DIOS

Por otro lado, subraya que ese barro tomado de la tierra, no fue plasmado por ángeles, sino por las manos de Dios, directamente, las manos de Dios son el Hijo y el Espíritu Santo. El Hijo es el que comunica al barro la imagen, y el Espíritu Santo es el que le comunica la semejanza divina. Cada una de las tres divinas personas en la creación, actúa a tenor de sus atributos personales. El Padre crea la materia ex nihilo, el Hijo le da forma, y el E. Santo lo llena de vida. Gen 2,7. Este aliento de vida se identifica con el alma, infundida en el plasma, y adopta la forma del plasma, a la manera como el contenido adopta la forma del contenedor, y se sujeta a la misma causalidad de las manos de Dios.

MICROCOSMOS

El hombre es un microcosmos, en el mismo ser del hombre hay como un resumen de toda la creación, del mundo material por ser material, y del racional por ser racional. S. Ireneo dice que Dios hizo al hombre rey no solo de este mundo, sino también del de los ángeles. El hombre mismo es resumen de la creación. Según Gen 1,26 hay que distinguir imagen de semejanza. Imagen es similitud con la forma, figura, lineamentos, y se da entre naturalezas iguales, tenemos por tanto la misma naturaleza de Dios, posible por Cristo, que tiene naturaleza humana. Aquí se introduce la teología trinitaria. El Padre no tiene forma, no es posible conocer al Padre sin el Hijo, el cual si tiene forma. Así pues, el hombre, que es material, corporal, carnal, es imagen de Dios en su sentido horizontal, es decir imagen de Cristo Dios que ha de venir, se ha de encarnar, es el paradigma.

EL ENSAYO DE ADAN

En Cristo cabe distinguir varios estadios. El paradigma de Adán es Cristo, que es anterior al primer Adán, puesto que el primer Adán es solo anterior en el tiempo, no en la mente de Dios. En Cristo cabe distinguir distintos estadios (cuando nació, como niño, etc.) ¿En cual de estos estadios es el paradigma del que fue creado Adán?. En la resurrección, ese es el paradigma o modelo que Dios tuvo presente. Será imagen de Dios cuando su carne sea glorificada. El hombre pues está destinado por Dios a ser glorificado en su carne, mientras tanto estamos en periodo de construcción. Al ser una economía carnal, es precisa una historia, si hubiese sido una economía angelical no hubiese hecho falta.

DESTINADO A HACERSE DIOS

La semejanza significa asimilación del hombre con Dios, es decir, el hombre se hace Dios, el hombre es divinizado, deificado, el hombre está destinado a hacerse Dios. Esta semejanza es progresiva, tiene de suyo un dinamismo. Indica un proceso que tiene que desarrollarse hasta la perfección de la carne de Cristo, pero nunca barrerá la distancia física, sino la distancia cualitativa. Una cosa es la OUSIA o ser de Dios, y otra es la OUSIA humana, que es carnal, la distancia está entre el ser de Dios y el del hombre, nunca se borrará, la divinización del hombre se dará en el terreno de la cualidad, el cualitativo, pues la sustancia divina tiene unas propiedades congénitas (poiotes), es impasible, inmortal, incorruptible, y la sustancia humana es corruptible, mortal, y pasible. La divinización del hombre viene de que la sustancia humana asuma las cualidades divinas. Cristo resucitado es el modelo que Dios tuvo delante al modelar a Adán. Por tanto Cristo es el objetivo al que ha de llegar la carne humana.

UN SER INACABADO

El hombre es un ser "in fieri", en construcción, que se está haciendo, llegará a ser perfecto hombre solo después de la resurrección, cuando su carne haya adquirido la incorruptibilidad y la inmortalidad. Mientras tanto, está sometido al trabajo de las manos divinas, Dios ¿Porque no hizo al hombre perfecto desde un principio? Porque para S. Ireneo el hombre es incapaz de recibir la perfección de golpe por ser carnal, le hacia falta una historia. Dios es capaz de dar la perfección al hombre, pero el hombre es incapaz de recibir esta perfección. Toda la cuestión está en que Dios ha establecido una economía carnal, material. Por eso el Hijo de Dios se encarnó y no se angelizó. La tarea de asimilación del hombre a Dios va unida al alma, nosotros somos un cuerpo tomado de la tierra, y un alma, el alma es mediadora entre este cuerpo y el espíritu. Así como la perfección de la imagen está vinculada al cuerpo, el alma toma la misma imagen del cuerpo, el cuerpo comunica al alma la imagen del cuerpo, y así Dios comunica al alma la imagen del alma, para que lo comunique al cuerpo, actúa así de intermediación. La semejanza pues iría especialmente vinculada al alma.

CRISTOLOGÍA DE IRENEO

Está en intima conexión con la antropología, Cristo, el Verbo Encarnado es el hombre ideal, el paradigma de Adán, el modelo del cual se hizo a Adán. Cristo estaba presente en la mente de Dios en la hechura del hombre, "opera Dei plasmatio hominis" (la obra de Dios es el ensayo del hombre). Dios empieza a modelar al hombre según un boceto, el segundo Adán (Cristo) que es la obra perfecta y acabada, El primer Adán es anterior al segundo solamente en el tiempo.

Todas las teofanías del A.T. desde Adán son manifestaciones del verbo. De ahí la gran importancia de la encarnación, por tanto la realidad de la pasión, muerte y resurrección, contra los gnósticos (apariencia). La recapitulación, termino griego (anakefaoisis), significa resumen, Cristo resume en su propia carne toda la historia de la salvación de la carne que se ha dado y de principio a fin, de modo pleno en la carne de Cristo glorificado. En Cristo se ha dado el resumen. Cristo recapitula a Adán, a toda la humanidad, recapitulando lo pasado y lo futuro, desde la creación hasta la glorificación.

Respecto al pecado original señalar que S. Ireneo constituye un testimonio a favor de la doctrina del pecado original. Difunde esta tesis S. Agustin por lo que fue acusado de maniqueo mal convertido, a lo que él rescata la referencia de S. Ireneo. Según S. Ireneo nuestros primeros padres, creados a imagen y semejanza de Dios perdieron la semejanza, pero conservaron la imagen, aunque ofuscada. Cristo hizo brillar la imagen y le devolvió la semejanza. Destacar la ubicación del paraíso en el 4º cielo (el de en medio). El hombre, hecho de barro de la tierra es elevado al paraíso, 4º cielo, pero después por el pecado es expulsado a la tierra de nuevo. Así, en el paraíso estuvo equidistante de la tierra y del cielo sumo, explicando así el reinado del hombre sobre la tierra. El paraíso no admite al pecador, por eso fueron expulsados.

MARIOLOGÍA DE IRENEO

Él desarrolla mucho el paralelismo entre Eva y María de San. Justino. María reparó la desobediencia de Eva, convirtiéndose en su abogada, y convirtiéndose en causa de la salvación de todo el linaje humano. Destaca la realidad de la maternidad de María, el Salvador pasó a través de María como el agua pasa a través de un canal, el salvador tomó de María todo lo que era de madre, la realidad de la maternidad.

ESCATOLOGÍA DE IRENEO

Distinguir la escatología católica, la intermedia y la final. La intermedia es la situación del hombre desde la muerte a la resurrección, cada individuo. Respecto a ello S. Ireneo enseña las siguientes consecuencia sacadas de la exégesis del Rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16,19). Este texto para él no es parábola, sino historia real que nos cuenta el Señor. Mediante la parábola nos muestra los siguientes puntos: 1º, perseverancia de las almas, es decir, las almas, tras la muerte perseveran en el ser, no se deshacen, 2º, la no-transmigración de las almas, se mantiene con una subsistencia propia, aquí interviene la omnipotencia de Dios, 3º, las almas retienen la figura del cuerpo, que las hace reconocibles, por eso el rico Epulón reconoce a Lázaro, por tener la misma figura que en vida. Las almas retienen la memoria de su obra pecadora y también el mérito, Abraham retiene el don profético y reconoce las obras del rico y del pobre, 4º, en el más allá hay un lugar de descanso y de pena, las almas buenas descansan en el seno de Abraham, las malas, como la del rico, están en un lugar de dolor, 5º, también ve S. Ireneo confirmadas una de sus tesis favoritas, la unidad de los dos testamentos, que nos permite ver en la ley y los profetas las palabras de Cristo, lo que ellos dijeron según la palabra de Cristo.

En la teología ireniana lo importante es siempre la Salus Carnis, porque la historia salutis consiste en la deificación de la carne, el gozo del alma durante la escatología intermedia es un gozo relativo, intermedio, no-solo no ve al Padre, sino que ni al Hijo resucitado.

NECESIDAD DE LA RESURRECCION

En la escatología final, para que el hombre la adquiera la verdadera bienaventuranza, es necesaria la resurrección del Verbo, la gente resucitada con la resurrección iniciará el milenio, mil años durante los cuales no se verá al Padre, sino solo al Hijo resucitado acostumbrándose a la carne (Cristo) para luego pasar al Padre, este milenio sucederá en la tierra, pero en un cielo nuevo y una tierra nueva. No se da en el milenio la visión del Padre, sino una preparación de la gente a la visión del Padre pero secundum carnem. Se da por tanto un proceso gradual, que lo inicia el Espíritu Santo, lo continúa el Hijo y lo consuma el Padre. Distingue así tres puntos en la historia de la salvación, Espíritu Santo, etapa del a.C., el Hijo, que se subdivide en dos, se inicia en la encarnación, y dura hasta la parusia, para luego continuarse la etapa del Hijo durante mil años, tras el séptimo milenio llegará el Padre. Así, en la ley del A.T. hemos recibido un espíritu profético, luego, con Cristo, un espíritu adoptivo, y al final el espíritu paterno. Hay pues un proceso de adaptación.

CONTRA EL EVANGELIO DE JUDAS

Su extensa y completa refutación de las doctrinas gnósticas ha sido recordada con ocasión del redescubrimiento del texto seudoepigráfico llamado Evangelio de Judas. Ireneo dice que es un libro utilizado por un grupo gnóstico al que denomina cainitas, los cuales dicen que Caín nació de una Potestad superior, y se profesan hermanos de Esaú, Coré, los sodomitas y todos sus semejantes. Por eso el Hacedor los atacó, pero a ninguno de ellos pudo hacerles mal. Pues la Sabiduría tomaba para sí misma lo que de ellos había nacido de ella. Y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición... Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el "Evangelio de Judas".

IRENEO EN VARIAS PARTES DE SU OBRA SE REFIERE A LA OPOSICIÓN ENTRE CAÍN Y ABEL.

Dios puso los ojos sobre las oblaciones de Abel, porque las ofrecía con sencillez y justicia; en cambio no miró el sacrificio de Caín, porque su corazón estaba dividido por celos y malas intenciones contra su hermano, según Dios mismo le dijo al reprenderlo por lo que ocultaba: «¿Acaso no pecas aunque ofrezcas tu sacrificio rectamente, si no compartes con justicia? Tranquilízate». (Gén 4,7) Caín, cuando Dios le aconsejó calmarse, pues no había compartido de modo justo con su hermano los deberes de fraternidad, sino que con envidia y maldad imaginó poderlo, no sólo no se puso en paz, sino que añadió pecado a pecado, mostrando su intención con las obras. Llevó a cabo lo que había planeado (Génesis 4:7): se impuso sobre él y lo mató.

EL SACRIFICIO DE ABEL ES UN SÍMBOLO DEL SACRIFICIO DE JESÚS:

Dios sometió el justo al injusto, a fin de que el primero mediante su sufrimiento se manifestase como justo, en cambio el segundo mediante sus actos desenmascarase su injusticia... el Dios que los desenmascara no es culpable de ellos ni obra el mal.

No son los sacrificios los que purifican al ser humano, pues Dios no los necesita; sino la conciencia pura de quien lo ofrece es lo que santifica el sacrificio.

Jesús dio su vida no para "liberarse del cuerpo", sino para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna... para que el mundo se salve por él; el que cree en él no es condenado (Juan 3:16-18) ; y la condenación está en que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz... para que no sean censuradas sus obras (Juan 3:19-20,12:4-6).