San Juan de Avila

Patrono de los sacerdotes de España

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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SUS PADRES

Sus padres, Alfonso de Ávila (de ascendencia judía) y Catalina Gijón, poseían unas minas de plata en Sierra Morena. Nació en el año 1500. Estudió en Salamanca, donde fue alumno de Domingo de Soto. Lo dejó y se retiró a su pueblo natal Almodóvar del Campo, Ciudad Real, donde hizo vida de penitencia.

AMIGO DE SANTOS

Amigo y consejero de San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Fue la figura más importante del clero secular español del siglo XVI. Examinó la Vida de santa Teresa, se relacionó frecuentemente con san Ignacio de Loyola o sus representantes, que querían hacerle jesuita, con san Francisco de Borja, san Pedro de Alcántara, San Juan de Ribera, fray Luis de Granada... Estudió Teología en Alcalá, y murieron sus padres. Cuando se ordenó sacerdote en 1526, celebró en su sufragio su primera misa en Almodóvar del Campo, vendió todos los bienes que le habían legado y repartió el dinero a los pobres.

PRESTIGIO ENTRE LOS SACERDOTES

San Juan de Avila tenía un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Por eso el Papa lo ha nombrado "Patrono de los sacerdotes españoles". Bastaba con que lo vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que quedaran muy impresionados. Y oían sus sermones con la gente. Fray Luis de Granada le escuchaba y tomaba notas.

Reunía grupos de sacerdotes y les hacía meditar en la Pasión y en la Eucaristía y los enviaba a predicar. 30 entraron en la Compañía de Jesús o colaboraron en la reforma de San Juan de la Cruz y Santa Teresa y muchos más llenaron enfervorizaron las parroquias.

A LA INQUISICION

Su enorme ascendiente como predicador provocó envidias y algunos clérigos le denunciaron ante la Inquisición sevillana en 1531. Desde ese año hasta 1533 Juan de Ávila estuvo encarcelado y procesado por la Inquisición; frente a cinco testigos acusadores, hubo cincuenta y cinco que declararon a su favor; en el fondo se le acusaba de Erasmismo, del cual se había impregnado en Alcalá, y al cabo se le absolvió con la salvedad de "haber proferido en sus sermones y fuera de ellos algunas proposiciones que no parecieron biensonantes", mandándosele, bajo excomunión, que las declarara convenientemente donde las predicó. Aprovechó su prisión para meditar más y crecer en santidad. Cuando se reconoció su inocencia y sacado de la prisión el pueblo lo ovacionó.

CONVERSION DE SAN JUAN DE DIOS

Un día en Granada, cuando San Juan de Avila predicaba, se oyó un grito fortísimo. Era San Juan de Dios que se convirtió y empezó una vida de santidad admirable. Siempre será su director el Padre Juan de Avila.

Las conversiones eran asombrosas. Su predicación era fuerte. Animaba a los que querían salir de su vida de pecado. Muchos sacerdotes le seguían y le ayudaban a confesar y en la catequesis de los niños.

SE IBA A MISIONES

Quiso ir a misiones a Iberoámérica, Se ofreció como misionero al obispo de Tlascala (México), Fray Julián Garcés, que habría de marchar para América en 1527 desde el puerto de Sevilla; marchó allí con la idea de ir con su compañero de estudios en Alcalá Fernando de Contreras, quien habló de su proyecto con el arzobispo de Sevilla, Alonso Manrique, que ordenó a Juan de Ávila que se quedara para evangelizar Andalucía, labor a que desde entonces se dedicó de pleno y por la que sería llamado "Apóstol de Andalucía". Lo mismo le dijo el Arzobispo de Granada, su amigo Guerrero: "Aquí en España también hay misiones. ¡Quédese predicando entre nosotros!". Y las conversiones eran asombrosas. Su predicación era fuerte. Animaba a los que querían salir de su vida de pecado. Muchos sacerdotes le seguían y le ayudaban a confesar y en la catequesis de los niños.

ESCRITOR

Escribió un célebre comentario al salmo Audi filia, et vide para una señora convertida por él en Écija, Sancha Carrillo, hija de los señores de Guadalcázar, que fue publicado en Alcalá en 1556; esta obra es un compendio de ascética y el rey Felipe II la tenía en tanta estima que pidió no faltara nunca en El Escorial; el Cardenal Astorga, arzobispo de Toledo, dijo de esta obra que con ella "había convertido más almas que letras tiene". Este opúsculo marcó positivamente la ulterior literatura ascética y le prestigió de suerte que no hay en todo el siglo XVI autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila. Amaba tanto a la Virgen que decía: "Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María ".

SU PLÁTICA A LOS SACERDOTES

Para ser un buen predicador, decía: "La principal cualidad es: ¡amar mucho a Dios!". “Veían los santos la alteza del sacerdocio y cuán gran santidad pide; y, aunque mucha tenían, parecíales poca para oficio tal y tan alto. Y nosotros no conocemos la dignidad sacerdotal; y, por eso, no sólo no huimos de ella, mas, lo que mucho es de doler, que, siendo faltos de santidad, la buscamos y pretendemos, y, como gente ignorante, corremos a ella, poniendo los ojos en lo honroso de ella, y no en la obligación que consigo trae de gran santidad para bien la usar.

Esto, Padres, es ser sacerdotes: que amansen a Dios cuando estuviere enojado con su pueblo; que tengan experiencia que Dios oye sus oraciones, y les da lo que piden, y tengan tanta familiaridad con ÉI; que tengan virtudes más que de hombres, y pongan admiración a los que los vieren: hombres celestiales o ángeles terrenales; s. pudiesen ser, mejores que ellos, pues tienen oficio más alto que ellos. Y porque con más autoridad entendamos cuáles habemos de ser, mi­remos a nuestro padre San Pedro, del cual en figura del Levi, dice Dios por Malachias (2, 5): “Hice un pacto con él de vida y de paz”. Y como quien bien lo obraba y conocía, amonesta a los sacerdotes cuáles debemos de ser, diciendo (1Petr.,2,9): “Vosotros sois una raza elegida”: no de carne, ni de sangre, mas nacidos de Dios, e hijos suyos, semejables en las costumbres a Él. No viene bien ser hijo del demonio, como es el pecador, para ser sacerdote; hijo adoptivo de Dios y muy amado de Él Padres: Sois sacerdocio real, Reyes de los hombres, porque los regís según Díos. A los de­monios mandáis; con Dios podéis tanto, que lo traéis a vuestras manos, y de airado lo tornáis manso. ¿Quién hay que reino tan conforme, poderoso y precioso posea? Y en testimonio de esta dignidad real, está mandado que los sacerdotes traigan corona; la cual no es la rasura que trae­mos encima de la cabeza, mas los cabellos cercenados por las orejas, aunque ahora, por la costumbre tan usada, no se parece esta corona, por andar sin cabellos. Reyes somos y gente santa, dice San Pedro; el cual aun los legos pide que lo sean, cuánto más nosotros, a los cuales dice el Señor (Le, 19, 2): Sancti estote, quia ego sanctus sum. Diciendo estoy esto, y hiriéndome el corazón, mirándome a mí, que, habiendo de tener santi­dad, no creo que tengo el principio de ella. Gente santa, pueblo que Dios ha ganado, y que se lla­ma heredad y hacienda de Él, porque es la principal posesión de Dios en la tierra, en la cual ha de coger fruto en sí y en los otros.

Los sacerdotes somos particularmente deputados para honra y contentamiento de Dios, y guarda de sus leyes en nos y en los otros. Y si algún tiempo vivimos en las tinieblas de nuestros pecados, ya el Señor nos llamó, dice San Pedro, de aquella ceguedad, y nos trajo a su admirable lumbre (1 Petr, 2, 9), dándonos su gracia, y lumbre de su divina doctrina, con que nosotros enderecemos nuestros pasos conforme a la voluntad de Dios, y hechos lú­cidos, anunciemos a los que están en tinieblas las virtudes y bondad de aqueste Señor que las ejercitó con nosotros. Tales, Padres míos, y tan calificados habemos de ser los que oficio tan cali­ficado tenemos. Y la poca estima en que este oficio es tenido, y la mucha facilidad con que se toma, y la poca santidad con que se trata, no son bastantes causas para que en el juicio de Dios se nos deje de pedir la buena vida que tal oficio demanda. No es oficio éste que, por santo y muy santo que sea un hombre, crea merecerlo.­ Y así predicaba Juan de Avila que, mientras ante los sermones de otros predicadores famosos aplaudían, después oírle a él salían compungidos y llorando. Una razón que exponía o un grito que profería resonaban en toda la iglesia.

San Juan de Avila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos

SUS ENFERMEDADES Y MUERTE


Sus últimos 17 años fueron de grandes sufrimientos por sus enfermedades. Humildísimo, a pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando agonizaba, como un sacerdote lo trataba con gran veneración, le dijo: "Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido y nada más". Cuando los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: "Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!". El 10 de mayo del año 1569, diciendo "Jesús y María" murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo canonizó en 1970.