Domingo I de Pascua, Ciclo C

¡Aleluya! Cristo ha Resucitado. Aleluya

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

1. Los enemigos de Jesús habían conseguido lo que tanto tiempo pretendían y creían que todo había terminado. Ahora, ya están tranquilos. También los amigos de Jesús creían que con su muerte había llegado el final. La fe de todos se tambaleó. Sólo María, la Madre de Jesús, se mantuvo firme, sin ninguna sombra de vacilación. La vela del tenebrario que queda encendida después de todas apagadas en maitines. Se lleva detrás del altar y se saca después. Es la fe de María. María Magdalena no hacía más que llorar. Para ella nada tenía ya sentido. Jesús ya no está con ellos. Su cadáver está en el sepulcro. Ella hacía poco tiempo que había derrochado una fortuna para ungirle con perfume. Judas la criticó y Jesús la defendió porque le había perfumado ungiéndole para la sepultura. El viernes, a las tres de la tarde, todo se había consumado. José de Arimatea y Nicodemo le amortajaron y le enterraron. María Magdalena quiso perfumarle también, después de muerto, una vez transcurrido el descanso legal del Sábado judío. 

2. Cargada iba de perfumes y llorando camino del sepulcro del Jesús que le había cambiado la vida y se la había llenado de alegría. ¡Pero qué impresión tan fuerte cuando vio el sepulcro abierto y las vendas depositadas y plegadas sobre el sepulcro! Juan 20,1. 

3. Corriendo ha ido a anunciar lo que ha visto a los Apóstoles. Pedro y Juan escuchan y reciben el mensaje de María Magdalena y van corriendo al sepulcro. "Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó". Sólo en esta ocasión dice el Evangelio que alguien cree en la Resurrección al ver el sepulcro vacío. El evangelista tiene en cuenta que la mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido Cristo Resucitado, han de creer. Juan quiere demostrar que si él ha creído sólo por haber visto el sepulcro vacio, no es necesario verle resucitado, para creer en la resurrección. 

4. Para él fue un hecho inesperado, insólito, nuevo: "No había aún entendido la Escritura que dice que El había de resucitar de entre los muertos". Los Apóstoles se fueron. Y María se quedó junto al sepulcro, llorando... "Se volvió hacia atrás y vió a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: "Mujer, por qué lloras? ¿A quién buscas?". -"María". -"Maestro" (Jn 20,11). Cristo se aparece a una mujer, porque fue una mujer la causa del pecado de Adán, ha de ser una mujer la que anuncie a los hombres la resurrección y por tanto la liberación del pecado.

 

TIEMPO DE PASCUA

VIGILIA PASCUAL

ESPERAR EN SILENCIO

 

Sola está la Esposa

y amargamente llora...

El Esposo ennegrecido

en el sepulcro está.

¿Qué será de la Esposa?

Sin sentido ya

la vida de la Esposa.

¿Qué será?

 

¡Pobre Esposa!

Sola quedas.

Llora, Esposa,

que el Esposo

muerto está.

 

¿Qué le diremos a la Esposa?

¿Con qué la consolaremos,

si el tesoro de su amor

muerto está?

¡Pobre Esposa!

¡Qué pena me das!

 

Lienzos blancos,

áloes silvestres,

alhelíes morados,

Llagas adorables,

Corazón traspasado,

¡yo quiero verte!

 

Vamos, Esposa,

velemos ante el muerto

 

con alma incandescente,

con ojos escocidos

y rodillas dolientes.

 

Monte Calvario inmenso;

océano con Jonás en el vientre;

el silencio trágico...

la esperanza enciende,

esperanza de la vida

que, de un momento a otro,

matará a la muerte.

 

1. "Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno" (Génesis 1,1) - "Envía tu Espíritu y repuebla la faz de la tierra" (Salmo 103,1). "Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto" (Exodo 14,15). "Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más" (Romanos 6,3). "El resucitado va por delante de vosotros a Galilea" (Marcos 16,1)). 6. "Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra del sepulcro, y se sentó encima" Mateo 28,1.

"Al mirar vieron que la piedra estaba corrida y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron un joven sentado a la derecha, vestido de blanco: "¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde le pusieron" Marcos 16,1.

"Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y entrando no encontraron el cuerpo del Señor Jesús" Lucas 24,1. Con la resurrección de Cristo, el Padre rompe el silencio y expresa su juicio sobre la acción de Cristo, y naturalmente sobre quienes le crucificaron. Estos son algunos de los textos que leemos en la Vigilia Pascual.

2. La primera consecuencia de la resurrección de Jesús fue la reunificación del grupo de los discípulos. La pequeña comunidad no sólo se había disuelto por la crucifixión de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes. Hay que recomponer el cántaro recogiendo uno a uno los pedazos.

3. Las mujeres, encabezadas por la Magdalena, no se resignaron a convertir a Jesús en un recuerdo lejano. Lo continuaban buscando, aunque fuera en el sepulcro. Afortunadamente, descubrieron que el Maestro, que les había enseñado a vivir como hijos de Dios, no estaba muerto. Él continuaba convocándolos en torno al evangelio y los llenaba de su espíritu. Y se animaron a volver a reunir al grupo en Galilea. Donde todo había comenzado y podía volver a empezar. 

4. Venían todos con el corazón destrozado por la desesperanza, la rabia y la impotencia. Quien no lo había traicionado, lo había abandonado a la hora de la tempestad. Todos habían sido infieles y todos necesitaban el perdón. Humanamente era imposible volver a dar cohesión al pequeño grupo de amigos, y crear entre ellos unidad con él, sin embargo, la presencia y la fuerza interior del resucitado lo consiguió. 

5. La fuerza del Resucitado preside y guía la comunidad peregrina y pecadora. Si ella sabe mantener viva la presencia de Jesús Resucitado, se mantendrá viva y fuerte aun en medio de las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios. El cristiano no debe tener miedo a nada ni a nadie; pues su destino no es la muerte, sino la resurrección. A la comunidad cristiana no la preside la muerte sino la vida. Ha sido convocada para vivir, no para morir, Y precisamente a partir de la vida, en cuyo servicio está, es de donde procede su fuerza. 

Para nosotros es una fuente de esperanza y de alegría, pues la Escritura nos asegura que lo que Dios hizo con Jesús lo hará con nosotros: un día se acercará a nuestra tumba y nos dirá lo mismo que le dijo Jesús a un muchacho muerto: "Hijo, soy yo quien habla: levántate".

Así también resucitaremos nosotros.

6. Se lee la historia de dos monjes que habían pasado su vida imaginando como sería la vida eterna después de la muerte. Hicieron un pacto: el primero en morir se le aparecería al amigo y, si la vida en el cielo era como habían pensado, debería decir simplemente «taliter» «así es». Por el contrario, si la eternidad era diferente a lo que habían imaginado, entonces debería decir «aliter». El primero que murió se apareció a su amigo. El otro monje le preguntó inmediatamente: «¿Es como nos lo habíamos imaginado?». El otro movió la cabeza y de sus labios entrecerrados salieron las palabras «totaliter aliter», «es así es pero totalmente distinto».

Pero no tenemos que esperar a encontrarnos con la Trinidad después de nuestra muerte, sino que tenemos que encontrarla en este mundo; y no fuera de nosotros, sino en nuestro interior.

Esta es la meta más profunda que por desgracia alcanzan pocos cristianos en este mundo, y sin embargo debería estar al alcance de todos nosotros. Todos, en esta tierra, deberíamos ser peregrinos en marcha, como en un éxodo, hacia la Trinidad.

7. Hemos leído los tres textos de los evangelios que nos relatan el hecho del encuentro de las mujeres con el sepulcro de Jesús vacío. Pero ellas aún no creen en la Resurrección. La certeza de la Resurrección de Jesús no se basa, pues, sobre el sepulcro vacío, sino sobre un encuentro con Cristo vivo. Marcos nos relata que el joven vestido de blanco, después de serenar a las mujeres para que no se asusten, les dice que están buscando a Jesús donde no está. A Dios hay que buscarle donde está: En la Eucaristía, en la Iglesia y en los pobres, que somos todos.

8. Dijo el Papa en la Basílica del Santo Sepulcro: Resplandeciente con la gloria del Espíritu, el Señor Resucitado es la Cabeza de la Iglesia, su Cuerpo Místico. Él la sostiene en su misión de proclamar el Evangelio de la salvación a los hombres y mujeres de todas las generaciones, ¡hasta que vuelva en gloria!

9. Desde este lugar, donde primero se dio a conocer la Resurrección a las mujeres y luego a los apóstoles, yo insto a todos los miembros de la Iglesia a renovar su obediencia al mandato del Señor de llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En el amanecer del nuevo milenio, hay una gran necesidad de proclamar a toda voz la «Buena Nueva» de que «tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). «Señor, tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). Hoy yo, como el indigno sucesor de Pedro, deseo repetir estas palabras mientras celebramos el sacrificio eucarístico en el lugar más sagrado en la tierra. Junto a toda la humanidad redimida, yo hago mías las palabras que Pedro, el Pescador, le dijo a Cristo, el Hijo del Dios Vivo: «Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna». Christós anésti. ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

10. La fe descansa no sobre un sepulcro vacío, sino sobre un encuentro con Cristo vivo, como el que tuvo Agustín, cuando la voz del niño le invitó en el huerto: "Tolle, lege", a abrir el libro de la Palabra de Dios y a leerlo. O como el que tuvo Santa Teresa, ante la imagen de Cristo muy llagado. O el que ella misma tuvo cuando, leyendo las Confesiones de San Agustín, le pareció que aquella voz se le dio a ella. Hasta que el cristiano no tiene un encuentro con Cristo vivo, seguirá viviendo en la mediocridad. Y ese encuentro sólo se tiene en la oración constante.

11. Que el Señor nos de su llamada en esta noche al recibirle en la Eucaristía resucitado.