San Juan de Dios

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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“A MI ME LO HICISTEIS”


Habla Jesús: “Cuando venga, pues, el Hijo del hombre con toda su majestad, y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en el trono de su gloria; y hará comparecer delante de él a todas las naciones; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, poniendo a las ovejas a su derecha y los cabritos a la izquierda. Entonces el rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino celestial, que os está preparado desde el principio del mundo; porque yo tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me hospedasteis; estando desnudo me cubristeis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y vinisteis a verme y consolarme. A lo cual los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos nosotros hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te hallamos peregrino y te hospedamos, desnudo y te vestimos?, o ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a visitarte?: En verdad os digo: Siempre que lo hicisteis con algunos de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis. Y dirá a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; sed, y no me disteis de beber; era peregrino y no me recogisteis; desnudo y no me vestisteis; enfermo, y encarcelado y no visitasteis. A lo que replicarán los malos: ¡Señor!, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o desnudo, o enfermo, o encarcelado y dejaos de asistirte? Entonces les responderá: Os digo en verdad: Siempre que dejasteis de hacerlo con alguno de estos mis pequeños hermanos, dejasteis de hacerlo conmigo. Y en consecuencia, irán éstos al eterno suplicio, y los justos a la vida eterna”.


Vengo de celebrar la Eucaristía bajo la impresión abrumadora de la Palabra que, pienso, habrá tenido una única interpretación unilateral y literal, referida a las obras de misericordia corporales, olvidando, tal vez, las espirituales, enseñar al que no sabe, dar buen consejo a quien lo necesita, corregir al que hierra, orar a Dios por los vivos y difuntos, y las palabras de Jesús dirigidas a Satanás en el Monte de la Cuarenta: “No de sólo pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”. Quedándonos en el cuerpo sin llegar al espíritu, desintegramos al hombre y dejamos de interpretar adecuadamente la Palabra. Es así que, como dice San Juan de Avila: Si uno predicando y otro orando por un alma, consiguen que esa alma se convierta, yo tendría por más padre de esa alma al que oraba por él y atraía la gracia sobre él y el predicador, que al mismo predicador, poniendo más de relieve la obra oculta del que ora, que la visible del que predica, siendo ambas actitudes espirituales.

JUAN DE DIOS LAVA LOS PIES AL MORIBUNDO


Lo vio en la calle; lo cogió en brazos; lo llevó a casa: Al lavarle los pies a aquel pobre hombre moribundo, vio que sus pies estaban taladrados y a la vista las llagas de los clavos y el rostro coronado de espinas de Cristo, que le dijo: “Juan, lo que haces a mis pequeños a Mí me lo haces”. No se está refiriendo sólo a los pequeños de la calle moribundos, sino también a los que carecen de instrucción, de Palabra sencillamente explicada, palabra de salvación integral, como la que me manifiesta hoy en un e-mail una mamá joven, que voy a transcribir con prudencia: “Desde ya, muchas gracias, ya que toda la información mandada por usted le interesa a mi mamá y a mi. Hemos leído y entendido muchas cosas de nuestro Señor y al saber, yo puedo enseñar a mi hija, tiene un año, es una bebé y quiero criarla doctrinada bajo la leyes de la iglesia católica y me he alejado un poco, pero me intereso por saber. Gracias y tenga un buen día y que Dios lo bendiga. Saludos. He oído el eco de Cristo: “A mí me lo has hecho”.

Y cuando hoy también recibía el siguiente e-mail: “Querido Padre: Me cuesta dar una respuesta, debe ser duro para usted este correo, pues este mensaje no es sencillo recibirlo” no obstante, en la administración que aún no has satisfecho el pago de los 500 ejemplares del último libro”, perdone la pregunta, ¿es mucho dinero esto? Son difíciles las ventas de estos tipos de libros y, a mi me parecen que los compradores no son muchos, yo recorro las librerías, (aquí los libros son el doble mas caro que en España), y los libros espirituales tienen poca salida, la gente busca hoy en día cosas distintas. Me comentaba un vendedor, mientras el papa Juan Pablo II vivió sus últimos días terrenales, hubo un alza de venta en sus libros, ahora todo es Benedicto XVI, y ha bajado mucho la venta de de libros de Juan Pablo II, habiendo tanto que aprender, para que decir de los Papas anteriores.

Así está el mundo, la gente le está dando mucha importancia a lo banal, trivial e insignificante en cuanto a la lectura, ¿Por qué?”.

SI LA SAL SE VUELVE SOSA CON QUE SE LA SAZONARA

“Hoy ya se ha terminado el periodo de vacaciones aquí, me ha parecido increíble, pero todos los sacerdotes se fueron de vacaciones en mi zona donde vivo, un sector de unos 120.000 habitantes, y en los templos y capillas se suspendieron las celebraciones de Eucaristía semanal, y durante los domingos, los Diáconos o los laicos asumieron el papel que pudieron celebrando solamente Liturgias de la palabra en ausencia de los Presbíteros. Una gran pena para nuestro Señor Jesucristo ¿verdad?, como no, si no hubo entre cientos ese emotivo minuto de la consagración, del pan y del vino. ¿Y AHORA?, se habla de porque la gente no concurre a la Santa Misa ?

Lamentable son muchas cosas Padre, fíjese que me alegra cuando algunos religiosos me escriben o me dicen que gracias a mis o a sus comentarios de los evangelios tienen ya la prédica lista para la celebración, ¿pero Padre?, que ¿estamos fomentando?, entonces prefiero que me lo digan los laicos, que gracias a un servicio que ellos reciben pueden motivar su propia evangelización.

Otra cosa padre, mi ciudad natal, tiene una sola parroquia de Carmelitas en 500.000 habitantes y con 4 o 5 Presbíteros, y la Capital tendrá 10 o 12 Presbíteros Carmelitas que celebran Misas y tiene 6.500.000 habitantes, entonces a 7.000.000 de habitantes, ¿a cuantos les llega una palabra Teresiana o sanjuanista?, ¿que posibilidad tenemos entonces de motivar el pensamiento Teresiano?

Por eso le digo que me cuesta responderle.

Me encantaría ayudarle a vender sus libros, personalmente vi la gran cantidad que usted tiene en las bodegas de Teruel, también es cierto que me han pedido libros suyos, pero ¿como me los traigo?

Bueno Padre, me quedo apenado por lo que le sucede.

Oraré a fin de que el Señor le consuele y le provea de soluciones

Cariñosamente”.

LOS NIÑOS PIDIERON PAN Y NO HABIA QUIEN SE LO PARTIERA

Terminado de leer este correo, pensaba en aquellas palabras que dice el profeta Malaquías, o mejor, el Señor por Malaquías, entresacadas de la Encíclica “Spiritus Paraclitus” de Benedicto XV: “Pregunta a los sacerdotes la ley. Forma parte del excelente oficio del sacerdote responder sobre la ley cuando se le pregunte. Leemos en el Deuteronomio: Pregunta a tu padre, y te indicará; a tus presbíteros, y te dirán. Y Daniel, dice que los justos brillarán como las estrellas, y los inteligentes, es decir, los doctos, como el firmamento. ¿Ves cuánto distan entre sí la santa rusticidad y la docta santidad? Aquéllos son comparados con las estrellas, y éstos, con el cielo”.

“Procurad con sumo empeño, venerables hermanos, que estas enseñanzas de san Jerónimo se graben cada vez más hondamente en las mentes de vuestros clérigos y sacerdotes; a vosotros os toca sobre todo llamarles cuidadosamente la atención sobre lo que de ellos exige la dignidad del oficio divino al que han sido elevados, si no quieren mostrarse indignos de él: Porque los labios del sacerdote custodiarán la ciencia, y de su boca se buscará la ley, porque es el ángel del Señor de los ejércitos. Sepan, pues, que ni deben abandonar el estudio de las Escrituras ni abordarlo por otro camino que el señalado expresamente por León XIII en su encíclica Providentissimus Deus.

Aquí tenéis, venerables hermanos, según el ejemplo y la autoridad de San Jerónimo, de qué virtudes debe estar adornado el que se consagra a la lectura y al estudio de la Biblia; oigámosle ahora hacia dónde debe dirigirse y qué debe pretender el conocimiento de las Sagradas Letras. Ante todo se debe buscar en estas páginas el alimento que sustente la vida del espíritu hasta la perfección; por ello, San Jerónimo acostumbraba meditar en la ley del Señor de día y de noche y gustar en las Santas Escrituras el pan del cielo y el maná celestial que tiene en sí todo deleite. ¿Cómo puede nuestra alma vivir sin este manjar? ¿Y cómo enseñarán los eclesiásticos a los demás el camino de la salvación si, abandonando la meditación de las Escrituras, no se enseñan a sí mismos? ¿Cómo espera ser en la administración de los sacramentos «guía de ciegos, luz de los que viven en tinieblas, preceptor de rudos, maestro de niños y hombre que tiene en la ley la norma de la ciencia y de la verdad», si se niega a escudriñar esta ciencia de la ley y cierra la puerta a la luz de lo alto? ¡Cuántos ministros sagrados, por haber descuidado la lectura de la Biblia, se mueren ellos mismos y dejan perecer a otros muchos de hambre, según lo que está escrito: “Los niños pidieron pan, y no había quien se lo partiera. Está desolada la tierra entera porque no hay quien medite en su corazón”.

SAN JUAN DE AVILA Y SAN JUAN DE DIOS

¿De dónde le vino a Juan Ciudad, Juan de Dios, el incendio que le convirtió en llama de amor viva, víctima de amor por los hombres enfermos, pobres desvalidos? San Juan de Dios es el Vicente de Paúl español, no inferior al heroico apóstol de la caridad francés. Es una Teresa de Calcuta de aquel siglo XVI. ¿Quién encendió su hoguera? ¿No fue la fuente la predicación encendida de San Juan de Avila? ¿Acaso la caridad con los cuerpos no tenía el origen en el amor por las almas de Juan de Avila que le consumió el cuerpo y sus energías en el estudio y en la oración y penitencia que, hasta le impidieron acudir al Concilio de Trento como le correspondía y tuvo que enviar por escrito un memorial para hacer presente su pensamiento? He aquí que las obras de misericordia espirituales preceden y originan las físicas y corporales. No sólo fue Juan de Dios. El duque de Gandía, San Francisco de Borja, fue otra alma predilecta influida por la predicación de san Juan de Ávila; las honras fúnebres predicadas por éste en las exequias de la emperatriz Isabel en 1539, hicieron cambiar de rumbo la vida del futuro general de la Compañía de Jesús. Examinó la Vida de santa Teresa, se relacionó con san Ignacio de Loyola, con san Juan de Dios, san Pedro de Alcántara, San Juan de Ribera, fray Luis de Granada, san Carlos Borromeo, y originó en Francia la escuela sacerdotal francesa del siglo XVII. Hay vestigios de influencia místico-poética en san Juan de la Cruz y en Lope de Vega. San Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio citan a san Juan de Ávila. Y san Antonio Mª Claret reconocía el bien que le hicieron sus escritos. El día 4 de abril de 1894, León XIII beatificó al Maestro Ávila. Pío XII, el 2 de julio de 1946 lo declaró Patrono del clero secular español. Pero el maestro de santos tendrá que esperar hasta el año 1970 para ser canonizado por el Papa Pablo VI. Y se cuenta que se apareció rodeado de todos los santos que había dirigido y acompañado y extendiendo sus brazos sobre sus dirigidos, dijo estas palabras: Yo, repartiendo santidad, me he quedado en Beato. Me dice un sacerdote que no ha escalado otro peldaño, habiendo tenido discípulos que han llegado a Catedráticos de Teología, Canónigos, Obispos y Cardenales y remedando a San Juan de Avila, dice “repartiendo prebendas me he quedado en soldado raso”.

ENCUENTRO FELIZ

Juan de Dios, se dirige a Granada, el año 1537 y se entera de que el padre Juan de Ávila, el apóstol de Andalucía, predicaría en la ermita de los Mártires. Su palabra desencadenó en el alma de Juan una tormenta de fuego y granizo. El apóstol de Andalucía descarnó su alma y le hizo ver sus pecados, de tal manera que salió de la ermita gol­peándose el pecho y llamándose pecador, encendido del fuego del amor divino y gritando con todas sus fuerzas: "¡Señor, misericordia!". La gente se alborotó y le trataron y le apalearon como a un loco. Las palabras de san Juan de Ávila marcaban a fuego su alma y su piel, que ya no le pertenecerían. Aquellas gentes famélicas, en años de hambre por Castilla, la multitud de hambrientos por las calles y puentes de Granada. Soldados sin guerra, moriscos, campesinos sin hacienda, tullidos, enfermos... Un paisaje de pobre­za que modeló su alma. Tenía an­te sus ojos a Cristo con su rostro veraz, he­rido y famélico, abandonado. Aho­ra ya no era sólo Juan de Dios, era Juan el loco, y por loco lo tuvieron. «¡Salta. Loco, salta!», le decían con mofa. Fue a parar al manicomio donde Dios le quiso mostrar su rostro más horroroso, sucio y ba­boso, escupido, rostro de crucificado que ya no dejaría de ver. ¡Cuánto padeció y aprendió Juan en esa cárcel de amor! Allí, engendrado por la predicación de San Juan de Avila, nació el Juan lo­co de la caridad, en Portugal en 1495 y murió en Granada, España, en 1550 a los 55 años de edad. De familia pobre pero muy piadosa, su madre falleció cuando él era todavía muy joven, y su padre murió como religioso en un convento.

RENUNCIA A SU PORVENIR HUMANO

En su juventud fue pastor, muy querido por el dueño de la finca donde trabajaba, que le propuso que se casara con la hija del patrón para heredar aquellas posesiones. Pero el santo quería dedicarse a labores más espirituales. Como soldado del genio de la guerra, Carlos V, en batallas muy famosas, la vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido. Luego de salir del ejército, decidió entregarse a la vida apostólica, vendiendo estampas y libros religiosos en las calles. Llegó a Granada a predicar Juan de Avila, y San Juan de Dios asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, el santo se arrodilló y empezó a gritar: "Misericordia Señor, que soy un pecador". Se confesó con San Juan de Avila y se propuso como penitencia fingir como loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir. Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos su pecados, y como la gente lo creyó loco, empezaron a atacarlo a pedradas y golpes. Fue llevado al manicomio donde los encargados le dieron fuertes palizas que eran ofrecidas por San Juan por la conversión de los pecadores. Además, el santo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos

FUNDA UN HOSPITAL

Tras salir del manicomio, San Juan fundó un hospital, y enseñó con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

“GRANADA SERA TU CRUZ”

Un día, un hermoso niño caminaba con los pies descalzos. Juan carga el niño sobre sus espaldas y prosigue su camino. Junto a una fuente donde se detiene para descansar y beber, el niño se transfigura, y mostrándole una granada abierta con una cruz en el centro, le dice: "Juan de Dios, Granada será tu cruz". Comprendió Juan el aviso del cielo y se encaminó en seguida a la ciudad. Juan de Ávila le aconseja emprender una peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, haciendo la promesa, delante de la imagen de María, de dedicarse al cuidado de los enfermos, para lo que reunió limosnas y pudo construir un amplio hospital en Granada y sembrar los fundamentos de la nueva Orden Hospitalaria. Era en septiembre de 1536 y tenía cuarenta y un años.

Allí recogía a todos los enfermos abandonados y a todos los pobres que encontraba por la calle. Atendía a cada enfermo con cariño, lo lavaba, le daba de comer y beber, le procuraba medicamentos, atendiéndoles con verdadera dedicación en las necesidades del alma y del cuerpo.

Cuando llegaban al hospital, salía a recibirlos con todo cariño y, después de abrazarlos, les servía como si fuesen personajes. A los más sucios y repugnantes, cuya sola vista horrorizaba, los colocaba aparte para cuidarlos con mayor esmero. En ellos contemplaba al mismo Jesús.

En aquel Hospital se produjo un incendio, San Juan de Dios se lanzó por entre las llamas y salvó a sus enfermos uno a uno. Se acercaba la hora de su muerte. Recibió los Santos Sacramentos y bendijo por última vez a sus hijos espirituales y a sus pobres. Falleció de rodillas con el crucifijo en las manos, en éxtasis. Aun cadáver, parecía seguir rezando a Dios.

SU MUERTE

El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó: "Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo", y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante diez años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. El que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo. Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos y el Papa lo declaró santo en 1690. Es Patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.

COMO EN CALCUTA

¿Vimos el entierro de la Beata Madre Teresa de Calcuta, la maravilla de las coronas regaladas por innumerables Jefes de Estado de todo el Orbe, el llanto de los pobres de Calcuta? Pues aquel día, Granada entera desfiló ante el lecho de muerte de Juan de Dios, desde el virrey y el arzobispo, hasta los gitanos y los moriscos del Sacromonte y del Albaicín, con la convicción de que estaban venerando a un Santo. Juan de Dios le había impuesto por nombre San Juan de Ávila, al vestirle el sencillo hábito de su nueva Orden religiosa, queriendo tal vez hacerse eco de la designación con que un día le lanzó al apostolado Jesús Niño.

Juan de Dios en todo momento desde su conversión en todas sus intenciones, en todos sus esfuerzos, no soñaba más que en dar gloria a Dios con su adoración incesante y su amor operativo a los enfermos, que fueron siempre para él imágenes impresionantes de Jesucristo, el Verbo divino hecho Hombre sufriente.

Había nacido en 1495 en Montemayor la Nueva (Portugal) y murió en Granada en 1550. Fue Beatificado en 1630 por Urbano VIII y canonizado en 1690 por Alejandro VIII. Declarado por León XIII celestial patrono de todos los hospitales y enfermos. Sus padres eran simples artesanos, pero de grandes virtudes y de vida ejemplar, notables por su amor a los pobres, peregrinos y pordioseros, en lo que se avizoraba algo de lo que debía ser el heroísmo extraordinario de su hijo Juan. Los religiosos Hospitalarios de San Juan de Dios son 1,500 y tienen 216 casas en el mundo para el servicio de los enfermos.