Dedicación de la Basílica del Salvador de Letrán

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Dios y el hombre se encuentran en el Templo

Aunque Kierkegaard, en «Diario de un seductor», define la omnipotencia de Dios, como distanciamiento porque la bondad consiste en dar, y distanciándose el donante para hacer independiente al receptor con el que se ofrece infinitamente amoroso, esperando que le responda, a la vez que distanciarse, ha querido establecer unas relaciones de amor con los hombres. Dios sabe esperar. Dice san Pedro que: «La paciencia de Dios es vuestra salvación». De esta manera nos enseña que cuando buscamos acercar a Dios a los hombres, hemos de actuar con paciencia y no dejar a nadie por imposible. Porque, quienes tenemos fe, la tenemos gracias a la presencia de Dios, que no nos ha dejado nunca por imposibles, a pesar de nuestros pecados. Esta paciencia, aparente impotencia de Dios, porque no quiere forzarnos, no es una carencia, sino amor que ha querido aceptar el sufrimiento de asumir el riesgo que corremos, porque quiere ser amado desde la libertad. Con lo que sorprende el anonadamiento de un Dios que quiere asumir el riesgo de ser menospreciado por sus criaturas.

SU CONDESCENDENCIA LE LLEVA A ESTAR CON NOSOTROS

En efecto, desde que conocemos a Dios por su Revelación sabemos que siempre quiso estar con los hombresy, como los hombres se reúnen en lugares, Dios ha querido tener y que tengamos lugares para recibirnos y estar con nosotros, lugares que serán santuarios, templos, basílicas, moradas sagradas, donde Dios descenderá siempre en busca de los hombres en quienes tiene sus delicias, para santificarlos y glorificarlos. Por eso Dios quiso, desde antiguo, tener casa en la tierra, domiciliarse en ella, quedarse entre nosotros, recibirnos en lugares donde esperar y recibir propicio nuestras ora­ciones, nuestros sacrificios y otorgarnos sus dones y, que a la vez, fueran anuncio de la vida celeste, donde los hombres estamos llamados a verle cara a cara. Y esto se inició desde siempre.". Y así nos lo ha ido contando en el libro del Éxodo, 40 15.

MOISES CONSTRUYE LA TIENDA DEL ENCUENTRO

En el primer mes del año segundo, en el día primero, fue erigido el Tabernáculo, el cual alzó Moisés, poniendo los tablones y las basas y travesaños, y asentando las columnas, y extendiendo la cubierta, como el Señor tenía ordenado. Puso también las tablas de la Ley en el arca, cubriéndola con el propiciatorio, y metiendo por debajo las varas. Y colocada el arca dentro del Tabernáculo, colgó delante de ella el velo, cumpliendo el precepto del Señor. Fuera del velo puso la mesa en el Tabernáculo, los panes de la proposición, el candelabro en el enfrente de la mesa, y las lámparas, según el mandato del Señor. El altar de oro lo puso también dentro del Tabernáculo, delante del velo y quemó el incienso, según tenía el Señor mandado. Puso el velo a la entrada del Tabernáculo, el altar del holocausto, donde ofreció holocausto y sacrificios. Colocó la concha del lavatorio y la llenó de agua. Y Moisés y Aarón y sus hijos, lavaron sus manos y pies al entrar en el Tabernáculo de la Alianza para llegar al altar. Concluidas todas estas cosas, una nube cubrió el Tabernáculo, y quedó todo lleno de la gloria del Señor. Ni podía Moisés entrar en el Tabernáculo, porque la nube lo cubría todo, y brillaba la majestad del Señor. Y cuando la nube se retiraba del Tabernáculo, marchaban los hijos de Israel por escuadrones. Si la nube se quedaba encima parada, hacían alto en el mismo sitio.Porque la nube del Señor durante el día cubría el Tabernáculo, y por la noche aparecía allí una llama, a vista de todo el pueblo de Israel.

EL TEMPLO DE SALOMON

Y Salomón edificó el Templo, como nos narra el 1 Libro de los Reyes, 6,1: “La casa del Señor se comenzó a edificar en el año cuatrocientos ochenta después de la salida de los hijos de Israel de Egipto, el año cuarto del reinado de Salomón sobre Israel, en el mes segundo. Y la casa que el rey Salomón edificaba al Señor tenía setenta codos de largo, veinte de ancho y treinta de alto. Delante del templo había un pórtico de veinte codos de largo y diez codos de ancho. Hizo ventanas o claraboyas. En todo el edificio por fuera asentó las vigas sin que estuviesen metidas en las paredes del templo. La construcción de la casa del Señor se hizo con piedras labradas de antemano; para que durante la obra, no se oyese ruido de martillo, ni de hacha, o azuela, ni de ninguna otra herramienta. La puerta del piso de en medio estaba al lado derecho del edificio, y por un caracol se subía a la estancia de en medio, y de ésta al tercer alto. Así edificó la casa y la perfeccionó, y la cubrió con artesonados de cedro. Después habló el Señor a Salomón, diciendo: En esta casa que tú has edificado (si tú siguieres mis preceptos, y mis determinaciones, y guardares todos mis mandamientos, sin desviarte de ellos), verificaré en ti la promesa que hice a David, tu padre; y habitaré en medio de los hijos de Israel, y no desampararé nunca al pueblo mío de Israel. Edificó, pues, Salomón el templo, y lo concluyó.

Las paredes las revistió de tablas de cedro y cubrió el pavimento con tablas de abeto. Y todo el edificio por dentro estaba revestido de cedro, con sus ensambladuras y junturas hechas con mucho primor, y artificiosamente esculpidas; todo cubierto de tablas de cedro, de forma que no se podía ver ni una sola piedra de la pared. El oráculo lo había edificado en el fondo del templo, para colocar allí el arca del Testamento del Señor. Y lo cubrió y revistió de oro purísimo. Cubrió también de oro el altar o mesa de cedro. La parte del templo que estaba delante del oráculo la cubrió con oro acendrado, clavado con clavos de oro. Todo el interior deltemplo estaba cubierto de oro; y también el altar de los perfumes. Dentro del oráculo puso dos querubines hechos de madera de olivo, de diez codos de altura cada uno, que tenían extendidas sus alas, y las alas tocando la pared; y con otras dos alas tocándose entre sí. Cubrió también de oro los querubines. E hizo adornar todas las paredes del templo con varias molduras y relieves, con figuras de querubines y palmas, y diversas figuras, que parecían saltar y salirse de la pared. El pavimento del templo lo cubrió de oro. Y edificó el atrio interior con piedras labradas y maderas de cedro.

Se echaron los cimientos de la casa del Señor el año cuarto y el año decimoprimero, en el mes octavo, se concluyó la casa del Señor con todas sus partes y con todos sus utensilios. Y la edificó Salomón en siete años. Ya tenía el Señor una tienda para habitar entre sus hijos nómadas. El Templo de Dios quedaba bosquejado como lo había dispuesto el Señor en el Deuteronomio: "Buscaréis a Yahvé en el lugar que El elija entre todas las tribus, para poner en él su santo nombre y hacer en él su morada, allí iréis; allí le presentaréis vuestros holocaustos y sacrificios, vues­tras diezmos, vuestras primicias y la ofrenda alzada de vuestras manos, vuestros votos y vuestras oblaciones voluntarias y los primogénitos de vuestras vacas y ovejas. Allí comeréis delante de Yahvé vuestro Dios y os regocijaréis vosotros y vuestras familias." La finalidad y razón del templo santo estaba prefijada, entonces y para siempre. Morada suya pero para nuestras acciones más nuestras, más grandes y más íntimas. Convocó Salomón a los ancianos de Israel y a todas las cabezas de las tribus, para trasladar el arca de la alianza de Yahvé... Entonces dijo Salomón: "Yahvé, has dicho que habitarías en la oscuridad. Yo he edificado una casa para que sea tu morada, el lugar de tu habitación para siempre." El Santo Templo de Jerusalén se alzaba majestuoso, espléndido, prefigurando el futuro Templo. Su dedicación fue tan solemne que en aquel día Salomón inmoló "veintidós mil bueyes y ciento noventa mil ovejas en sacrificios eucarísticos que ofreció a Yahvé".

DESTRUCCION DEL TEMPLO Y RECONSTRUCCION

Van corriendo los siglos, la obra de Salomón ha sido arrasada una y otra vez. Pero el pueblo, fiel, vuelto del cautiverio, empieza de nuevo la edificación de Templo: "Llegado el séptimo mes, nos cuenta Esdras, los hijos de Israel que estaban ya en las ciudades se reunieron como un solo hombre en Jerusalén. Josué, hijo de Josadac, con sus hermanos los sacerdotes y Zorobabel, hijo de Salatiel, con sus hermanos, se levantaron para edificar el altar de Dios de Israel... Cuando los obreros pusieron los cimientos de la casa de Yahvé, asistieron los sacerdotes con trompetas y los levitas con címbalos para alabar a Dios." Ya ha surgido en Sión el nuevo Templo, ya resuenan las fiestas de su dedicación: "Los hijos de Israel, los sacerdotes y levitas y los demás venidos de la cautividad hicieron con gozo la dedicación de esta casa de Dios, ofreciendo cien novillos, doscientos carneros y cuatrocientos corderos." La historia continúa, el Templo se rehace, mas los profe­tas, en tanto, van misteriosamente anunciando otro Tem­plo futuro:

LA FUENTE DE AGUA VIVA QUE MANA DEL TEMPLO

El año veinticinco de nuestro cautiverio, dirá Ezequiel, al comienzo del año, el diez del mes, aquel día mismo fue sobre mí la mano de Yahvé, que me condujo y me puso sobre un monte altísimo, en el cual había al mediodía como una edificación de ciudad. Llevóme allá y un varón como de bronce bruñido, que tenía en su mano una cuerda de lino y una caña de medir estaba en pie a la puerta. Díjome aquel varón: "Hijo del hombre, mira con tus ojos y atiende con tus oídos pon tu atención a lo que yo te vaya mostrando..."Eze­quiel contempla el Templo misterioso. "y caí rostro a tierra mientras la gloria de Yahvé penetró en la casa por la fachada que da al Oriente, y vi la gloria de Yahvé llenar la casa, mientras Aquel que estaba en pie junto a mí me decía: "Hijo del Hombre, éste es el lugar de mi trono, el escabel de las plantas de mis pies, -donde habitaré."

MALAQUÍAS LA ENTRADA EN EL TEMPLO

Dice el profeta Malaquías: He aquí que yo envío mi ángel, el cual preparará el camino delante de mí. De pronto entrará en el santuario el Señor que buscáis; el mensajerode la Alianza que deseáis, miradlo entrar - dice el Señor de los ejércitos¿Quién resistirá cuando él llegue? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será fuego de fundidor, lejía de lavandero. Se sentará como fundidor a refinar la plata; refinará y purificará a los hijos de Leví como oro y plata, y ellos ofrecerán al Señor ofrendas legítimas. Entonces agradará al Señor el sacrificio de Judá y de Jerusalén. Pregunta la Samaritana junto al pozo de Jacob a Jesús: ¿Hay que adorar a Dios en el Garizim o en el templo de Jerusalén? Ni en uno ni en otro. Mi Padre quiereadoradores en espíritu y en verdad.

“DESTRUID ESTE TEMPLO Y LO RECONSTRUIRE"

Cuando Jesús dispersa en el Templo con los azotes que no descargó sobre los vendedores, sino sobre las mesas de los cambistas, porque los azotes serán descargados sobre sus espaldas para instaurar el Templo de Verdad, que era El, pagando él para purificar el pecado, está significando la llegada del nuevo Templo, no construido por hombres, lo que fue interpretado literalmente como blasfemia y sólo los discípulos recordarondespués de resucitado de que estaba hablando de su cuerpo.

LAS ALEGORIAS SE PERFILAN

Terminaron con él los tiempos de figuras y esperanzas y llegó en tiempos de César Augusto la voz de Aquel que tenía que venir al Templo para renovar el templo, el sacerdocio y el sacrificio. Pablo lo predicará con firmeza a los hebreos. "Esto era figura que miraba a los tiempos presentes, pues en aquel tiempo se ofrecían oblaciones y sacrificios que no eran eficaces para hacer perfecta la conciencia del que ofrecía, peroCristo, constituido Pontífice de los bienes futuros, en­tró de una vez para siempre en un tabernáculo mejor y más perfecto, no hecho por manos de hombres, ni por la sangre de los machos cabríos y de los becerros, sino por su propia Sangre: entró una vez en el santuario, realizada la redención eterna."El Viejo Templo y Casa de Yahvé quedaba sustituido, reestre­nado y renovado definitivamente por Cristo.

YA ESTA AQUÍ EL NUEVO TIEMPO

Primero fue la pobreza suma, pues tres siglos de persecuciones impidie­ron que la Iglesia Nueva tuviera Templo nuevo que continuara la tradición de Dios de morar entre los hombres. Fueron tres siglos en que no hubo para él más morada que las catacumbas, entre silencios nocturnos y huesos de mártires. San Silvestre quiere levantar el primer templo cristiano consagrado solem­nemente a Dios. En efecto,terminada la era de las persecuciones, la Iglesia salía de las catacumbas, la liturgia se rodeaba de arte y de magnificencia, los templos de los ídolos se transformaban en iglesias, y el cristianismo se adornaba con los despojos de la vieja religión de Roma, que le había perseguido durante trescientos años. Los que vivían en aquel siglo IV, el siglo de las figuras inmor­tales de los Padres, creían ver una imagen anticipada de la llegada en el reino de la paz inalterable, y repetían el grito triunfal de San Jerónimo al terminar su Historia de la Igle­sia: "¡Gloria al Todopoderoso, gloria al Redentor de nuestras almas!". "El pueblo roman­o asistía a la basílica de Letrán, y regresaba con el signo sagrado en la frente y la unción del crisma bautismal. ¡Y hay quien duda, oh Cristo, que Roma es tuya!" Letrán era ya el pa­lacio de los Papas, el baptisterio de los romanos, la catedral de Roma, Aula Dei, basílica de oro, reina y señora de todas las iglesias, nuevo Sinaí desde donde se notificarían al mundo oráculos apostólicos y las decisiones de los Concilios. La pompa imperial había abandonado a la Ciudad Eterna, pero Roma era la residencia del Vicario de Cristo.

Cuando parecía que iba a sucumbir el prestigio de aquella ciudad que había conquistado el mundo, renace transformado. San Pedro ocupa el puesto de Rómulo. La realeza, la república, el imperio, el papa parecían formar como los eslabones de una cadena misteriosa que iba a prolongarse a través de los siglos. Letrán reemplazaría al Palatino. En Letrán se estudiarán durante muchos siglos los intereses de la Iglesia que, en aquella época comprendían los políticos y sociales, y será a la vez basílica religiosa, residencia pontificia, administración espiritual, organización burocrática, asilo de caridad, claustro monástico, biblioteca,archivo y tesoro de la Iglesia. El papa Silvestre debió de haber comprendido los grandes destinos de esta institución. Fijar allí la morada de los sucesores de Pedro, era señalar los amplios horizontes que florecerán bajo el gobierno de los grandes pontífices, como Gregorio Magno y Gregorio VII. Lo que dio siempre su fuerza a la Roma cristiana y pontificia fue el sentido de continuidad, el instinto superior de la perseverancia. Esta clara intuición y voluntad robusta, que unas veces es genio, otras prudencia y experiencia, norma siempre presente y siempre vencedora de los obstáculos, que domina, supera o suprime y de los que al fin triunfa, hará inmortal la acción desarrollada en esa casa de Letrán desde que entra ella el sucesor de Pedro. Antes estuvo allí la sede de la gens Laterana, que alcanzó la dignidad consular.

DEL PALACIO DEL MONTE CELIO A LA BASILICA DE LETRAN

En el siglo I era uno de los palacios más espléndidos del monte Celio, llamado por Juvenal Moradas regias, donde vivió el cónsul, Plaucio Laterano, que, como dice Tácito, conspiró contra Nerón, y por eso fue decapitado, pasando su palacio a poder del emperador. En el siglo IV era propiedad de Fausta, la esposa de Constantino el Grande; que lo ofrecióal papa Silvestre. La basílica fue consagrada el 9 de noviembre del año 324, con el título del Salvador. Su historia se confunde en adelante con la historia de Roma: Concilios, embajadas, solemnidades litúrgicas, entronizaciones de pontífices, coronaciones im­periales, robos, saqueos, incendios, intrigas, ambiciones y anatemas. Después de mil años viene el silencio y la ruina.

AVIÑON

Los pontífices, huyendo de la anarquía de Roma, habían dejado su mansión secular para trasladarse a Aviñón. Escribía el Petrarca en 1350 a uno de ellos: "Padre misericordioso, ¿con qué sosiego puedes dormir muellemente en las riberas del Ródano, bajo los techos tranquilos de tus doradas habitaciones, en tanto que Letrán se desmorona y la madre de todas las iglesias, falta de techo, está entregada a las lluvias y a los vendavales? Por fin los ruegos de Santa Catalina de Sena al Dulce Cristo en la tierra, consiguieron el retorno, pero no a Letrán, sino al Vaticano.

REGRESO DE AVIÑÓN

Letrán había perdido su prestigio político y dejó de ser el centro de la administración eclesiástica. Pero en su fachada se lee todavía la inscripción: "Por decreto pontificio y declaración imperial, yo soy la ma­dre y cabeza de todas las iglesias del orbe." Es como la: parroquia de todos los cristianos. Del antiguo edificio queda muy poco. El siglo XVII lo restauró, quitándole su carácter antiguo. Las antiguas columnas de serpentina quedaron sepultadas bajo los macizos pilares renacentistas del Borromini, y las pinturas desaparecieron. Pero allí está el altar sobre el cual celebraba el primer obispo de Roma, y allí están también, las cabezas de San Pedro y San Pablo, y el antiguo baptisterio de Roma, consagrado a San Juan Bau­tista y San Juan de Letrán, que guarda su forma primitiva. Ocho columnas de pórfido sostienen la cúpula octogonal; en el centro se abre la piscina de basalto verde; hay pinturas y mo­saicos antiguos; pero ya no existen los ciervos de plata, sím­bolos del alma sedienta de la gracia, que arrojaban el agua en las fuentes, ni las estatuas de plata del Bautista y del Sal­vador, ni las lámparas de oro que quemaban el bálsamo el día de Sábado Santo.

TEMPLOS VIVOS DE DIOS

Escribe san Pablo a los Corintios 3, 16: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. Que nadie se engañe. Si alguno de vosotros se cree sabio en este mundo, que se haga necio para llegar a ser sabio. Porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios, como está escrito: «Él caza a los sabios en su astucia.» Y también: «El Señor penetra los pensamientos de los sabios y conoce que son vanos.» Así, pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es vuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.

LA DINAMICA DEL TEMPLO NOS CONDUCE AL TEMPLO DEFINITIVO

San Juan nos describe la culminación de la secuencia de los Templos, con la visión del último Templo vivo en el que ya no veremos a Dios como en un espejo, sino cara a cara y en gloria sustancial y definitiva, es decir, le veremos como somos vistos, donde le amaremos, le gozaremos, le amaremos, que es como define San Agustín la gloria y como nos la relata el Águila de Patmos en el Apocalipsis, 21,1: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, y el mar ya no existía. Y vi bajar del cielo de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén ataviada como una novia que se adorna para su esposo. Y oí una voz potente que decía desde el trono: "Esta es la morada de Dios entre los hombres; él habitará con ellos; y ellos serán su pueblo; Dios en persona estará con ellos y será su Dios. El enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni clamor, ni dolor; pues lo de antes ha pasado." El que estaba sentado en el trono dijo: "Todo lo hago nuevo" Y dijo: "Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas." Me dijo también: "¡Ya son un hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed, yo le daré gratuitamente de la fuente de agua viva. El que salga vencedor heredará esto; porque yo seré su Dios, y él será mi hijo." Vino uno de los siete ángeles y habló conmigo diciendo: "Ven acá. Yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero." Me llevó el Espíritu sobre un monte grande y alto, y me mostró la santa ciudad de Jerusalén, que descendía del cielo de junto a Dios, radiante con la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosísima, parecida a jaspe, claro como cristal.

Tenía una muralla grande y alta con doce puertas, y a las puertas había doce ángeles, y en cada puerta grabados los doce nombres de los Apóstoles del Cordero. Y oí una voz grande que venía del trono, y decía: Al sediento yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venciere poseerá todas estas cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Templo no vi ninguno; su templo es el Señor Dios omnipotente con el Cordero. Y la ciudad no necesita sol ni luna que alumbren en ella; porque la claridad de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero”. ¡Dichosos los llamados y elegidos a participar en la bodas del Cordero en su templo santo que es él mismo, el Verbo de la Vida! Que esa era la mente de Dios, cuando le dictaba a Moisés la Tienda, y a Salomón el Templo, y a Esdras y a Nehemías la Reconstrucción, y a Constantino el regalo del Palacio de Letrán en el Monte Celio, y al Papa San Silvestre la Dedicación de la Basílica de Letrán, y a Malaquías su alegoría profética, y a Jesús lo revelado a la Samaritana sobre el Garizim y el Templo de Jerusalén y a los mercaderes del Templo su condena por haberlo convertido en cueva de ladrones, Y a Pablo que somos templos vivos del Espíritu Santo, y a Juan en el Apocalipsis, que el Templo y la lámpara es el Cordero.

2.- San León Magno

Por Jesús Martí Ballester

En la historia de los Papas nos encontramos dos con el título de “Magno”. San León Magno y San Gregorio Magno, ambos en el siglo V, en el que suceden grandes acontecimientos en momentos muy conflictivos, destacando personajes decisivos como Recaredo que abjura el arrianismo convertido por San Leandro de Sevilla, que había coincidido en Constantinoplacon el que después sería Gregorio Magno. A su vez, en Reims, San Remigio bautiza a Clodoveo, mientras Atila, después de asolar Venecia y tomar Milán, llega a Roma. El papa León Magno (440-461), se enfrentó con él y los hunos. Le salió, vestido de pontifical, al encuentro y le impresionó tanto, que le prometió abandonar la guerra y retirarse más allá del Danubio, momento que Rafael inmortalizó. El pontificado de San León Magno, en la mitad del siglo V se desarrolló durante un periodo histórico turbulento, en que acechada la Iglesia la presión de los pueblos germánicos, en su mayoría paganos y el peligro de cisma del monofisismo.

De hecho el éxito que obtuvo con Atila no lo consiguió con los vándalos de Genserico, que por una intriga de corte fomentada por la emperatriz Eudoxia, entró en Roma y la saqueó salvajemente. Genserico le prometió que iba a salvar sólo las Basílicas de S. Pedro, de S. Pablo y de S. Juan de Letrán. Lo demás lo arrasaron todo. Era el mes de junio del año 455. Fueron quince días de terror, destrucciones, y expoliaciones. Los vándalos se llevaron a millares de ciudadanos para convertirlos en esclavos, entre ellos a la misma Eudoxia, que fue la causa de muchos males. A León sólo le quedóreconstruir la ciudad tan amada, reducida a escombros.

NATURAL DE LA TOSCANA

San León nació en Toscana, Italia; recibió una esmerada educación y hablaba muy correctamente el idioma nacional, el latín. Designado Secretario del Papa San Celestino y de Sixto III, fue enviado como embajador a Francia para evitar una guerra civil a punto de estallar por la pelea entre dos generales. Allí le llegó la noticia de que había sido elegido Sumo Pontífice. Año 440. Desde el principio de su pontificado dio muestra de poseer grandes cualidades. Tenía gran fama de sabio y cuando en el Concilio de Calcedonia los enviados del Papa leyeron la carta que enviaba San León Magno, los 600 obispos se pusieron de pie y exclamaron: "San Pedro ha hablado por boca de León". Cuando, como he dicho, en el año 452 llegó el terrorífico guerrero Atila, capitaneando a los feroces Hunos, de quienes se decía que donde sus caballos pisaban no volvía a nacer la hierba, el Papa San León salió a su encuentro y su personalidad le impresionó tanto que logró que no entrara en Roma y que volviera a su tierra, de Hungría.

CONCILIO DE CALCEDONIA

Su Epístola a Flaviano, dirigida al Patriarca de Constantinopla, tuvo una importancia decisiva en las definiciones del Concilio de Calcedonia (451), en el que se condenó la herejía monofisita. Además de esta larga carta dogmática, San León redactó otras muchas. Su epistolario comprende 173 cartas, escritos dogmáticos, disciplinares y de gobierno. Su estilo conciso y elegante, une a la brevedad una gran riqueza de imágenes. Se conservan 96 sermones, que son verdaderas joyas de doctrina. Esta misma preocupación por exponer la verdadera doctrina cristiana se refleja en sus Homilías, predicadas al clero y al pueblo romano en las principales fiestas del año litúrgico, que para San León, tiene una importancia capital en la vida cristiana, pues es como una prolongación de la vida salvífica de Cristo en la Iglesia. Escribe que los cristianos, configurados con el Señor por medio de lossacramentos, deben imitar la vida de Jesucristo en el ciclo anual de las celebraciones. De las noventa y siete homilías que nos han llegado, nueve corresponden al ayuno de las témporas de diciembre, que formarían parte del Adviento, y doce a la Cuaresma. El resto se centran en los principales acontecimientos del año litúrgico: Navidad, Epifanía, Semana Santa, Pascua, Ascensión y Pentecostés. No faltan algunas predicadas en la fiesta de los Santos Pedro y Pablo y de San Lorenzo.

ALGUNOS SERMONES DE SAN LEON MAGNO

Si fiel y sabiamente, amadísimos, consideramos el principio de nuestra creación, hallaremos que el hombre fue formado a imagen de Dios, a fin de que imitara a su Autor. La natural dignidad de nuestro linaje consiste precisamente en que resplandezca en nosotros, como en un espejo, la hermosura de la bondad divina. A este fin, cada día nos auxilia la gracia del Salvador, de modo que lo perdido por el primer Adán sea reparado por el segundo. La causa de nuestra salud no es otra que la misericordia de Dios, a quien no amaríamos si antes Él no nos hubiera amado y con su luz de verdad no hubiera alumbrado nuestras tinieblas de ignorancia. Esto ya nos lo había anunciado el Señor por medio de su profeta Isaías: guiaré a los ciegos por un camino ignorado y les haré caminar por senderos desconocidos. Ante ellos tornaré en luz las tinieblas, y en llano lo escarpado. Cumpliré mi palabra y no les abandonaré (Is 42, 18). Y de nuevo: me hallaron los que no me buscaban, y me presenté ante los que no preguntaban por mí (Is 65,1). De qué modo se ha cumplido todo esto, nos lo enseña el Apóstol Juan: sabemos que el Hijo de Dios vino y nos dio inteligencia para que conozcamos la Verdad, y estamos en la Verdad, que es su Hijo (1 Jn 5, 20).

AMEMOS A DIOS

Y también: amemos a Dios, porque Él nos amó primero (1 Jn 4, 19). Dios, cuando nos ama, nos restituye a su imagen, y para hallar en nosotros la figura de su bondad, nos concede que podamos hacer lo que Él hace, iluminando nuestras inteligencias e inflamando nuestros corazones, de modo que no sólo le amemos a Él, sino también a todo cuanto Él ama. Pues si entre los hombres se da una fuerte amistad cuando les une la semejanza de costumbres—y sin embargo, sucede muchas veces que la conformidad de costumbres y deseos conduce a malos afectos—, ¡cuánto más deberemos desear y esforzarnos por no discrepar en aquellas cosas que Dios ama! Pues ya dijo el Profeta: porque la ira está en su indignación y la vida en su voluntad (Sal 29, 6), ya que en nosotros no estará de ningún modo la majestad divina, si no se procura imitar la voluntad de Dios.

Dice el Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. Amarás al prójimo como a ti mismo (Mt 12, 37-39). Así pues, reciba el alma fiel la caridad inmarcesible de su Autor y Rector, y sométase toda a su voluntad, en cuyas obras y juicios nada hay vacío de la verdad de la justicia, ni de la compasión de la clemencia. Tres obras pertenecen principalmente a las acciones religiosas: la oración, el ayuno y la limosna, que han de ejercitarse en todo tiempo, pero especialmente en el consagrado por las tradiciones apostólicas, según las hemos recibido. Como este mes décimo se refiere a la costumbre de la antigua institución, cumplamos con mayor diligencia aquellas tres obras de que antes he hablado.

Pues por la oración se busca la propiciación de Dios, por el ayuno se apaga la concupiscencia de la carne y por las limosnas se perdonan los pecados (Dan 4, 24). Al mismo tiempo, se restaurará en nosotros la imagen de Dios si estamos siempre preparados para la alabanza divina, si somos incesantemente solícitos para nuestra purificación y si de continuo procuramos la sustentación del prójimo. Esta triple observancia, amadísimos, sintetiza los afectos de todas las virtudes, nos hace llegar a la imagen y semejanza de Dios, y nos une inseparablemente al Espíritu Santo. Así es: en las oraciones permanece la fe recta; en los ayunos, la vida inocente, y en las limosnas, la benignidad.

LA ENCARNACIÓN DEL SEÑOR.

Hoy, amadísimos, ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la Vida, disipando el temor de la muerte y llenándonos de gozo con la eternidad prometida. Nadie se crea excluido de tal regocijo, pues una misma es la causa de la común alegría. Nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte, así como a nadie halló libre de culpa, así vino a librar a todos del pecado. Exulte el santo, porque se acerca al premio; alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el pagano, porque se le llama a la vida. Al llegar la plenitud de los tiempos (Gal 4,4), señalada por los designios inescrutables del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza humana para reconciliarla con su Autor y vencer al introductor de la muerte, el diablo, por medio de la misma naturaleza que éste había vencido (Sab 2,24). En esta lucha emprendida para nuestro bien se peleó según las mejores y más nobles reglas de equidad, pues el Señor todopoderoso batió al despiadado enemigo no en su majestad, sino en nuestra pequeñez, oponiéndole una naturaleza humana, mortal como la nuestra, aunque libre de todo pecado. No se cumplió en este nacimiento lo que de todos los demás leemos: nadie está limpio de mancha, ni siquiera el niño que sólo lleva un día de vida sobre la tierra (Job 14, 4-5).

En tan singular nacimiento, ni le rozó la concupiscencia carnal, ni en nada estuvo sujeto a la ley del pecado. Se eligió una virgen de la estirpe real de David que, debiendo concebir un fruto sagrado, lo concibió antes en su espíritu que en su cuerpo. Y para que no se asustase por los efectos inusitados del designio divino, por las palabras del Ángel supo lo que en ella iba a realizar el Espíritu Santo. De este modo no consideró un daño de su virginidad llegar a ser Madre de Dios. ¿Por qué había de desconfiar Maria ante lo insólito de aquella concepción, cuando se le promete que todo será realizado por la virtud del Altísimo? Cree Maria, y su fe se ve corroborada por un milagro ya realizado: la inesperada fecundidad de Isabel testimonia que es posible obrar en una virgen lo que se ha hecho con una estéril.

DOBLE NATURALEZA

Así pues, el Verbo, el Hijo de Dios, que en el principio estaba en Dios, por quien han sido hechas todas las cosas, y sin el cual ninguna cosa ha sido hecha (Jn 1, 1-3), se hace hombre para liberar a los hombres de la muerte eterna. Al tomar la bajeza de nuestra condición sin que fuese disminuida su majestad, se ha humillado de tal forma que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, unió la condición de siervo (Fil 2, 7) a la que Él tenía igual al Padre, realizando entre las dos naturalezas una unión tan estrecha, que ni lo inferior fue absorbido por esta glorificación, ni lo superior fue disminuido por esta asunción. Al salvarse las propiedades de cada naturaleza y reunirse en una sola persona, la majestad se ha revestido de humildad; la fuerza, de flaqueza; la eternidad, de caducidad. Para pagar la deuda debida por nuestra condición, la naturaleza inmutable se une a una naturaleza pasible; verdadero Dios y verdadero hombre se asocian en la unidad de un solo Señor. De este modo, el solo y único Mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5) puede, como lo exigía nuestra curación, morir, en virtud de una de las dos naturalezas, y resucitar, en virtud de la otra.

CONCEPCION VIRGINAL

Con razón, pues, el nacimiento del Salvador no quebrantó la integridad virginal de su Madre. La llegada al mundo del que es la Verdad fue la salvaguardia de su pureza. Tal nacimiento, carísimos, convenía a la fortaleza y sabiduría de Dios, que es Cristo (1 Cor 1, 24), para que en Él se hiciese semejante a nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría proporcionado remedio; de no haber sido hombre, no nos habría dado ejemplo. Por eso le anuncian los ángeles, cantando llenos de gozo: gloria a Dios en las alturas; y proclaman: en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14). Ven ellos, en efecto, que la Jerusalén celestial se levanta en medio de las naciones del mundo. ¿Qué alegría no causará en el pequeño mundo de los hombres esta obra inefable de la bondad divina, si tanto gozo provoca en la esfera sublime de los ángeles? Por todo esto, amadísimos, demos gracias a Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo, que, por la inmensa misericordia con que nos amó, se compadeció de nosotros; y, estando muertos por el pecado, nos resucitó a la vida en Cristo (Ef 2, 5) para que fuésemos en Él una nueva criatura, una nueva obra de sus manos. Por tanto, dejemos al hombre viejo con sus acciones (cfr. Col 3, 9) y renunciemos a las obras de la carne, nosotros que hemos sido admitidos a participar del nacimiento de Cristo.

DIGNIDAD DEL CRISTIANO

Reconoce, ¡oh cristiano!, tu dignidad, pues participas de la naturaleza divina (2 Re 1, 4), y no vuelvas a la antigua miseria con una vida depravada. Recuerda de qué Cabeza y de qué Cuerpo eres miembro. Ten presente que, arrancado del poder de las tinieblas, has sido trasladado al reino y claridad de Dios (Col 1, 13). Por el sacramento del Bautismo te convertiste en templo del Espíritu Santo: no ahuyentes a tan escogido huésped con acciones pecaminosas, no te entregues otra vez como esclavo al demonio, pues has costado la Sangre de Cristo, quien te redimió según su misericordia y te juzgará conforme a la verdad. El cual con el Padre y el Espíritu Santo reina por los siglos de los siglos. Amén. Nacimiento virginal de Cristo (Homilía 2 sobre Navidad). Dios todopoderoso y clemente, cuya naturaleza es bondad, cuya voluntad es poder, cuya acción es misericordia, desde el instante en que la malignidad del diablo nos hubo emponzoñado con el veneno mortal de su envidia, señala los remedios con que su piedad se proponía socorrer a los mortales.

ENEMISTAD ENTRE TI Y LA MUJER

Esto lo hizo ya desde el principio del mundo, cuando declaró a la serpiente que de la Mujer nacería un Hijo lleno de fortaleza para quebrantar su cabeza altanera y maliciosa (Gn 3,15); es decir, Cristo, el cual tomaría nuestra carne, siendo a la vez Dios y hombre; y, naciendo de una virgen, condenaría con su nacimiento a aquél por quien el género humano había sido manchado. Después de haber engañado al hombre con su astucia, regocijábase el diablo viéndole desposeído de los dones celestiales, despojado del privilegio de la inmortalidad y gimiendo bajo el peso de una terrible sentencia de muerte. Alegrábase por haber hallado algún consuelo en sus males en la compañía del prevaricador y por haber motivado que Dios, después de crear al hombre en un estado tan honorífico, hubiese cambiado sus disposiciones acerca de él para satisfacer las exigencias de una justa severidad.

Ha sido, pues, necesario, amadísimos, el plan de un profundo designio para que un Dios que no se muda, cuya voluntad no puede dejar de ser buena, cumpliese—mediante un misterio aún más profundo— la primera disposición de su bondad, de manera que el hombre, arrastrado hacia el mal por la astucia y malicia del demonio, no pereciese, subvirtiendo el plan divino. Al llegar, pues, amadísimos, los tiempos señalados para la redención del hombre, Nuestro Señor Jesucristo bajó hasta nosotros desde lo alto de su sede celestial. Sin dejar la gloria del Padre, vino al mundo según un modo nuevo, por un nuevo nacimiento. Modo nuevo, ya que, invisible por naturaleza, se hizo visible en nuestra naturaleza; incomprensible, ha querido hacerse comprensible; el que fue antes del tiempo, ha comenzado a ser en el tiempo; señor del universo, ha tomado la condición de siervo, velando el resplandor de la majestad (Fil 2,7); Dios impasible, no ha desdeñado ser hombre pasible; inmortal, se somete a la ley de la muerte.

SU DIVINO PODER

¿Quieres tener razón de su origen? Confiesa que es divino su poder. El Señor Cristo Jesús ha venido, en efecto, para quitar nuestra corrupción, no para ser su víctima; no a sucumbir a nuestros vicios, sino a curarlos. Por eso determinó nacer según un modo nuevo, pues llevaba a nuestros cuerpos humanos la gracia nueva de una pureza sin mancilla. Determinó, en efecto, que la integridad del Hijo salvaguardase la virginidad sin par de su Madre, y que el poder del divino Espíritu derramado en Ella (Lc 1, 35) mantuviese intacto ese claustro de la castidad y esta morada de la santidad en la cual Él se complacía, pues había determinado levantar lo que estaba caído, restaurar lo que se hallaba deteriorado y dotar del poder de una fuerza multiplicada para dominar las seducciones de la carne, para que la virginidad—incompatible en los otros con la transmisión de la vida—viniese a ser en los otros también imitable gracias a un nuevo nacimiento.

Honrad con una obediencia santa y sincera el misterio sagrado y divino de la restauración del género humano. Abrazaos a Cristo, que nace en nuestra carne, para que merezcáis ver reinando en su majestad a este mismo Dios de gloria, que con el Padre y el Espíritu Santo permanece en la unidad de la divinidad por los siglos de los siglos. Amén. Infancia espiritual (Homilía 7 en la Epifanía del Señor). Amadísimos, el recuerdo de lo que ha sido realizado por el Salvador de los hombres es para nosotros de gran utilidad, si de este objeto de nuestra fe y de nuestra veneración hacemos el ideal de nuestra imitación. En la economía de los misterios de Cristo, los milagros son gracias y estímulos que refuerzan la doctrina, para que sigamos también el ejemplo de las acciones de Aquél a quien confesamos en espíritu de fe.

Aun estos mismos instantes vividos por el Hijo de Dios, que nace de la Virgen, su Madre, nos instruyen para nuestro progreso en la piedad. Los corazones ven aparecer en una sola y misma persona la humildad propia de la humanidad y la majestad divina. Los cielos y los ejércitos celestiales llaman su Creador al que, recién nacido, se encuentra en una cuna. Este Niño de cuerpo pequeño es el Señor y el Rector del mundo. Aquél a quien ningún límite puede encerrar, se contiene todo entero sobre las rodillas de su Madre. Mas en esto está la curación de nuestras heridas y la elevación de nuestra postración. Los remedios destinados a nosotros nos han fijado una norma de vida, y de lo que era una medicina destinada a los muertos ha salido una regla para nuestras costumbres.

No sin razón, cuando los tres Magos fueron conducidos por el resplandor de una nueva estrella para venir a adorar a Jesús, ellos no lo vieron expulsando a los demonios, resucitando a los muertos, dando vista a los ciegos, curando a los cojos, dando la facultad de hablar a los mudos, o en cualquier otro acto que revelaba su poder divino; sino que vieron a un Niño que guardaba silencio, tranquilo, confiado a los cuidados de su Madre. No aparecía en Él ningún signo de su poder; mas les ofreció la vista de un gran espectáculo: su humildad. Por eso, el espectáculo de este santo Niño, el Hijo de Dios, presentaba a sus miradas una enseñanza que más tarde debía ser proclamada; y lo que no profería aún el sonido de su voz, el simple hecho de verle hacía ya que Él lo enseñara.

LA VICTORIA DEL SALVADOR

Toda la victoria del Salvador, que ha subyugado al diablo y al mundo ha comenzado por la humildad y ha sido consumada por la humildad. Ha inaugurado en la persecución sus días señalados, y también los ha terminado en la persecución. Al Niño no le ha faltado el sufrimiento, y al que había sido llamado a sufrir no le ha faltado la dulzura de la infancia, pues el Unigénito de Dios ha aceptado, por la sola humillación de su majestad nacer voluntariamente hombre y poder ser muerto por los hombres. Si, por el privilegio de su humildad, Dios omnipotente ha hecho buena nuestra causa tan mala, y si ha destruido a la muerte y al autor de la muerte (I Tim 1, 10), no rechazando lo que le hacían sufrir los perseguidores sino soportando con gran dulzura y por obediencia a su Padre las crueldades de los que se ensañaban contra Él, ¿cuánto más hemos de ser nosotros humildes y pacientes, puesto que, si nos viene alguna prueba, jamás se hace esto sin haberla merecido? ¿Quién se gloriará de tener un corazón casto y de estar limpio de pecado?Y, como dice San Juan, si dijéramos que no tenemos pecado nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría con nosotros (I Jn 1, 8). ¿Quién se encontrará libre de falta, de modo que la justicia nada tenga de qué reprocharle o la misericordia divina qué perdonarle?

LA SABIDURIA CRISTIANA

Por eso, amadísimos, la práctica de la sabiduría cristiana no consiste ni en la abundancia de palabras, ni en la habilidad para discutir, ni en el apetito de alabanza y de gloria, sino en la sincera y voluntaria humildad, que el Señor Jesucristo ha escogido y enseñado como verdadera fuerza desde el seno de su Madre hasta el suplicio de la Cruz. Pues cuando sus discípulos disputaron entre si, como cuenta el evangelista, quién será el más grande en el reino de los cielos, Él, llamando a si a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: en verdad os digo, si no os mudáis haciéndoos como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta hacerse como un niño de estos, éste será el más grande en el reino de los cielos (Mt 18, 1-4).

AMOR A LOS NIÑOS

Cristo ama la infancia, que Él mismo ha vivido al principio en su alma y en su cuerpo. Cristo ama la infancia, maestra de humildad, regla de inocencia, modelo de dulzura. Cristo ama la infancia; hacia ella orienta las costumbres de los mayores, hacia ella conduce a la ancianidad. A los que eleva al reino eterno los atrae a su propio ejemplo. Mas, si queremos ser capaces de comprender perfectamente cómo es posible llegar a una conversión tan admirable y por qué transformación hemos de ir a la edad de los niños dejemos que San Pablo nos instruya y nos diga: no seáis niños en el juicio; sed párvulos sólo en la malicia, pero adultos en el juicio (I Cor 14, 20).

No se trata, pues, de volver a los juegos de la niñez ni a las imperfecciones del comienzo, sino tomar una cosa que conviene también a los años de la madurez; es decir, que pasen pronto nuestras agitaciones interiores, que rápidamente encontremos la paz, no guardemos rencor por las ofensas, ni codiciemos las dignidades, sino amemos encontrarnos unidos, y guardemos una igualdad conforme a la naturaleza. Es un gran bien, en efecto, que no sepamos alimentar ni tener gusto por el mal, pues inferir y devolver injuria es propio de la sabiduría de este mundo. Por el contrario, no devolver mal por mal (Rm 12, 17) es propio de la infancia espiritual, toda llena de ecuanimidad cristiana. A esta semejanza con los niños nos invita, amadísimos, el misterio de la fiesta de hoy. Ésa es la forma de humildad que os enseña el Salvador Niño adorado por los Magos.

SANTOS INOCENTES

Para mostrar aquella gloria que prepara a sus imitadores, ha consagrado con el martirio a los nacidos en su tiempo; nacidos en Belén, como Cristo, han sido asociados a Él por su edad y por su pasión. Amen, pues, los fieles la humildad y eviten todo orgullo; cada cual prefiera su prójimo a sí mismo (I Cor 4, 6), y que nadie busque su propio interés, sino el del otro (I Cor 10,14), de modo que, cuando todos estén llenos del espíritu de benevolencia, no se encontrará en ninguna parte el veneno de la envidia, pues el que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado (Lc 14,11). Así lo atestigua nuestro Señor Jesucristo, que, con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Toscano de origen, León I fue el salvador de occidente en una época en que el imperio se desplomaba bajo los golpes de los bárbaros y el cristianismo se veía cada vez más amenazado por las herejías. La unidad del Imperio, destruida por las invasiones es sustituida por una unidad espiritual, transformada poco a poco en la idea de la civilización unitaria que se encuentra en la base del concepto de Europa.

Los bárbaros orientales, como los hunos, no participaron en la obra, se integraron en esta unidad, y fue el mérito de la Iglesia el de obligarlos a civilizarse a través de la fe. Los germanos se transformaron en los más fervorosos herederos del Imperio romano. Combatió victoriosamente el maniqueísmo en África, el pelagianismo en Aquileia, el Priscilianismo en España. Nombró un encargado de negocios en Constantinopla, para mantener permanentes relaciones con la corte y con los altos dignatarios y enviar informes detallados a Roma sobre la Iglesia oriental.

En 452, Atila, rey de los hunos, había saqueado el norte de Italia. El emperador Valentiniano III había abandonado su sede de Ravena y se había refugiado en Roma. León, salió al encuentro de Atila, en Mantua. Después de la entrevista con el Papa, el bárbaro se retiró, y fue ésta la segunda derrota de Atila después de la que había sufrido un año antes en los Campos Cataláunicos, donde Aecio le había vencido en una de las famosas "estancias" del Vaticano. En 455 los vándalos de Genserico se habían apoderado de Roma. Valentiniano había sido asesinado, y su sucesor, Petronio Máximo, fue despedazado por la multitud mientras se disponía a huir. Fue León quien tuvo el valor de enfrentarse con los vándalos, a los que esperó en la puerta de la Ciudad Eterna. Obtuvo de Genserico que Roma no fuese incendiada ni la población degollada. Pero la ciudad fue sometida a un sistemático saqueo. Barcos llenos de obras de arte y de otras riquezas descendieron por el Tíber, rumbo a África, donde Genserico pensaba fundar un estado poderoso con la capital de Cartago. Era ésta una especie de tardía e incompleta venganza de Aníbal, Cartago saqueaba a Roma, pero el sueño de Genserico se esfumó rápidamente y Roma resucitó con más esplendor.

León fue también un político consumado y mereció el título de "grande", y el honor de los altares. San Ambrosio había sido el primero en formular la idea de un estado cristiano, y León desarrolló esta idea un siglo más tarde. Dawson escribe sobre este aspecto de la doctrina de León: "Hacía converger las convicciones ambrosianas sobre la misión providencial del Imperio romano y la doctrina tradicional de la primacía de la Sede apostólica; mientras, al principio del mismo siglo, San Agustín había contemplado la teología occidental y dotado a la Iglesia de un sistema que estaba destinado a formar el capital intelectual de la cristiandad por más de mil años". Supo también continuar aquella obra realizada por la Iglesia durante los siglos IV y V, y que consistía en reconciliar el cristianismo y clasicismo, lo que tuvo un inmenso influjo sobre el futuro desarrollo de la mentalidad intelectual europea. Merced a esta sabia compenetración de la Iglesia pudo constituirse en un cuerpo aparte, resistiendo las embestidas de los bárbaros, mientras el Imperio se hundía en la nada.

Falleció el 10 de noviembre de 461. Su culto litúrgico empezó inmediatamente después: tan grande había sido la impresión dejada por su personalidad y su perfección moral. Fue hasta la aparición de Gregorio el Grande, el más importante de los sucesores de Pedro.

EL COMBATE DE LA SANTIDAD

El que, ayudado por la gracia de Dios, tienda con todo su corazón a esta perfección, cumple fielmente el santo ayuno y, ajeno a la levadura de la antigua malicia, llegará a la bienaventurada Pascua con los ácimos de pureza y sinceridad (l Cor 5,8).Participando de una vida nueva (Rm 6, 4), merecerá gustar la alegría en el misterio de la regeneración humana. Por Cristo nuestro Señor, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Está sepultado en la Basílica de San Pedro.