El "camauro" del Papa Benedicto XVI

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

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Benedicto XVI ha dicho al Colegio Cardenalicio en su audiencia de Navidad que en la visión que él tenía de su vocación no entraba el ser sucesor de San Pedro y que en el Cónclave temblaba sólo pensando en la posibilidad de ser elegido. Hay papas que no pretenden serlo pero después resulta que estaban muy preparados. Suele ocurrir lo contrario, que hay gentes que no estaban preparados para otros altos cargos, ni soñando se los esperaban y cuando les llega la hora de desempeñarlos, resulta que tampoco estaban preparados ni en sueños. Otros, que sí los deseaban y los buscaban, tampoco dan la talla. Benedicto XVI desconcertó hace unos días a miles de peregrinos cuando apareció en la plaza de San Pedro circulando en su automóvil para la audiencia general tocado con un «camauro». Algunos pensaron que era una broma de Santa Claus, pero enseguida corrió la voz de que era «el gorro de Juan XIII». Benedicto XVI resulta un hombre que sabe, como el buen padre de familia sacar del arca lo nuevo y lo viejo. Cuando ve que lo antiguo puede ser útil y puesto en circulación, no le importa su antigüedad para adoptarlo. Y de la misma manera cuando comprende que lo nuevo, no por ser nuevo es malo, igual lo pone en práctica. Tiene la sabiduría del buen padre de familia.

PIO XII Y EL CAMAURO

El papa Pío XII nunca quiso llevar el camauro de los Papas, que es un tocado con sabor medieval, compuesto de terciopelo rojo orlado de blanco a la altura de la frente y salientes laterales para tapar también las orejas y sustituía la birreta de los Papas. El camauro, como la birreta, se desarrolló del casquillo académico de la edad media. Es una prenda del Renacimiento que aparece en cientos de retratos papales en la Pinacoteca Vaticana, cuyo nombre viene del latín, «camaleucum», adaptación del griego «kamelaukion»: gorro de piel de camello, aunque es de terciopelo forrado de armiño. Cuando Pío XII murió, le amortajaron con camauro. Alguien al verlo tocado de esa guisa, avisó que al Santo Padre no le gustaba. Pero le contestaron: "-Los muertos no mandan..." Así que, cuando el Beato Juan XXIII lució por primera vez un «camauro», la prenda llevaba sesenta años en desuso, y algunos interpretaron el gesto como indicio de un pontificado conservador. Poco después, el Papa Bueno sorprendió convocando el Concilio Vaticano II, que rejuveneció a fondo la Iglesia.

EL PALIO DEL RATZINGER, GRAN INTELECTUAL

Desde su primera misa en la plaza de San Pedro, Benedicto XVI lleva la estola como los papas del primer milenio y como los patriarcas ortodoxos, de una hechura elegante y más explícita de su significado. El 8 de diciembre acudió a la Plaza de España con una muceta de terciopelo y armiño que sólo se recordaba de retratos antiguos. El otro día hacía en la plaza un viento glacial, y tenía que presidir una larga audiencia al aire libre. Y para el frío, nada como un «camauro». Por la deducción que ya fracasó con Juan XXIII podemos estar tranquilos porque la Iglesia está en unas manos expertas. El ha sido un hombre de profundos y rigurosos estudios. Un gran profesor. Olegario González de Cardedal, catedrático de Cristología de la Universidad Pontificia de Salamanca y gran conocedor desde hace muchos años de Joseph Ratzinger, ha descrito las calidades intelectuales de Benedicto XVI, su trayectoria intelectual. “Si Juan Pablo II venía de lejos localmente, Benedicto XVI viene de lejos intelectualmente”. Y ha recorrido su biografía desde que era profesor en Alemania: “los españoles no entenderíamos nada de él sin observar que Joseph Ratzinger fue un profesor de Teología en una universidad alemana, donde las cuestiones teológicas son tratadas racionalmente en el ámbito intelectual público”. De su ministerio pastoral destaca su lema episcopal, “cooperatores veritatis”, que pone de manifiesto la conexión entre las dos partes de su vida, como servicio a la verdad desde la teología y desde la tarea pastoral. Su labor al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de presidente de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica, contrasta con la simplificación absoluta y masiva de los medios españoles. Ratzinger ha sabido simultanear su autoridad como prefecto y su calidad de publicista como teólogo, lo que ha aprendido de Juan Pablo II. Le preocupa la verdad de la fe y la fe en la verdad. 

OTRO PROFESOR DE SALAMANCA

Santiago del Cura Elena, profesor en Salamanca y en la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), y en la actualidad miembro de la Comisión Teológica Internacional, ha dicho que el diálogo extraeclesial conducido por el cardenal Ratzinger, en el rigor y en la verdad con el pensamiento agnóstico, ateo, laico, secular delata a Ratzinger como pensador cristiano y teólogo a quien uno querría tener como interlocutor en un ámbito intelectual. Hay que tener en cuenta sus logros intelectuales. Ratzinger es uno de los teólogos católicos más brillantes de su generación, un pensador y analista de primer orden, como reconocen sus mismos detractores. Otro punto clave a su favor, según uno de los cardenales, fue su imagen de hombre «con acceso a la curia sin ser de la curia». El Papa, además es un hombre de una fe profunda. Aparte de haber escrito una serie de libros sobre la vida espiritual tenidos por verdaderos clásicos, su reverencia es transparente cada vez que celebra la misa. Por mucho que sus detractores consideren que sus posturas teológicas son erróneas o contraproducentes, pocos dudan de la nobleza de sus intenciones. Tiene también un carácter especial, acaso no bien conocido, pero sí celebrado por sus colaboradores y amigos. Todos coinciden en que es humilde, amable, gentil y hasta tímido. El cardenal neoyorquino Edward Egan lo ha definido como «un ser humano excepcional».

LA ELECCION OPORTUNA

Los cardenales lo han considerado el hombre idóneo para solventar los problemas a los que la Iglesia se enfrenta en este momento de su historia. Quizá la explicación más plausible la diera el propio cardenal George: «En 1978, cuando Wojtyla fue elegido Papa, nuestro desafío principal venía del este, en la forma del comunismo soviético. Hoy, los retos provienen de la misma sociedad occidental, y Benedicto XVI es un hombre nacido y crecido en dicha sociedad, cuya cultura e historia conoce a la perfección». La llamada de Ratzinger a resistir la dictadura del relativismo» occidental tiene mucho en común con el enfrentamiento de Juan Pablo II con las dictaduras marxistas de la Europa oriental. Del mismo modo que la resistencia al poder soviético fue el rasgo definitorio de la primera etapa del mandato de Wojtyla, es probable que la resistencia al relativismo sea el arco de bóveda de este pontificado. Como Benedicto XVI, Ratzinger inicia su pontificado con un historial muy extenso a sus espaldas. Frente a los que predicen un papado de línea dura, quienes lo conocen bien subrayan el contraste entre su imagen de personaje intratable y crispador con su natural amable y generoso. Lo definen como alguien que sabe escuchar y trabajar en equipo. Ratzinger es efectivamente es un Pontífice simpático y gentil.

BENEDICTO XVI

El nombre por él escogido ya viene a ser toda una indicación. Aunque la referencia primaria acaso sea la de San Benedicto, fundador del monaquismo europeo, el nombre lleva a pensar en Benedicto XV, Pontífice entre 1914 y 1922, quien puso fin a las campañas antimodernas de su antecesor, Pío X. Benedicto XV dejó dicho que, en vez de preocuparse por rastrear minúsculos errores de la doctrina, más valioso era nombrarse católicos y apellidarse cristianos. El Papa Benedicto XVI quiere ser un Pontífice conciliador antes que autoritario. Es lo que apuntaban las palabras que pronunció durante su primera misa papal en la capilla Sextina. Reclamó la colaboración de los obispos, en clara referencia a la colegialidad de la Iglesia. También se comprometió con el Concilio Vaticano II y a perseverar en la unidad entre los cristianos. Saludó a los seguidores de otras religiones y a todos a quienes andan en busca de respuesta al significado de la vida humana y todavía no la han encontrado. Se comprometió a seguir luchando por la justicia social. También juró continuar recabando el contacto con la juventud, muy en la senda de su predecesor, Juan Pablo II. Pastoralmente tenía sólo la experiencia de haber dirigido la Diócesis de Munich, pero trabajando al lado de Juan Pablo II, pudo aprender a ser pastor con un maestro avezado, con la garantía de su profunda ciencia y sabiduría. Así es como ha sabido utilizar al camauro y el palio de tradición milenaria, que da más sentido y belleza a su significado que el palio más moderno.