Un granito de incienso

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

Era él un pequeño aspirante de Acción Católica... ¬

Ojos azules, labios como las cerezas... y en el alma…un trozo de cielo.

Asiduo, como el que más, a los círculos... Sólo que, como todo aspirante, solía, de vez en cuando, perder la insignia. Pero lo sentía de veras. Cada pérdida de éstas le costaba un verdadero disgusto.

Así era Jesús… Siempre jovial; nunca huraño, pensándolo y haciéndolo todo con eI corazón y, sobre todo, queriendo de veras a Jesucristo. 

El consiliario propuso el tema. Estaba próxima la Campaña "Pro Seminario". Y les habló de él y del Sacerdocio con entusiasmo, con franqueza y poniendo en sus palabras un sentido de verdad que delataba bien a las claras al enamorado de su vocación. Se habló de la grandeza del sacerdote: “ Yo te absuelvo...” y el que antes estaba muerto, resucita; “Yo te bautizo…” y la Santísima Trinidad baja al alma del recién nacido que llora a rabiar porque le han mojado la cabecita… “Esto es mi cuerpo…Este es el Cáliz de mi sangre…” y los ángeles, de bruces ante el altar, salmodian, ruborosos, a su Señor Sacramentado.

Habló también el Consiliario muy bellamente y con mucho cariño de las manos del Sacerdote, que su madre besaba cada día, manos jóvenes un día, más tarde rugosas, pero siempre, por el contacto con la Hostia, blanquísimas. “Las manos del sacerdote, son la mejor Custodia en que descansa en la tierra, les decía.

Total…, que aquellos clichés tan llenos de vida impresionaron el corazón de los aspirantes.

"Por la señal de la Santa Cruz"… Ángel de mi guarda"… Ya es muy tarde…Todavía Jesús no ha podido cerrar los ojos…Que si yo te absuelvo…,que si yo te bautizo…que si los ángeles de bruces ante el altar…

Las palabras del Consiliario habían hallado buena tierra.

Jesús se durmió… y soñó…

Estaba en el altar mayor de su Parroquia… El llevaba una casulla blanca, muy blanca...Había mucho incienso…y muchas flores… y él decía: ” Este es mi Cuerpo… “y su madre, su querida madre, lloraba… Y él también lloraba… Y lloraba su padre… Y todos lloraban emocionados…

Y el Ángel de la Guarda, que juntito a él en la cama le secaba las lágrimas, le decía dulcemente, como un susurro, como una caricia: ¿Quieres ser sacerdote? 

Si quieres…Y en el alma de Jesús quedó prendida, como un broche de coral, la vocación .

SUSTITER

Valencia, marzo 1943