Santa Mónica

Autor: Padre Jesús Martí Ballester

Sitio Web del Padre

 

 

LA VIUDA DE TAGASTE QUE RESUCITA A SU HIJO AGUSTÍN 


TAGASTE Y SU MATRIMONIO

Cuando finalizaba ya el Imperio Romano, nace Mónica en Tagaste, de padres ricos venidos a menos. Como cristianos la educaron en la fe, pero quien mas influyo en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre. A los veinte años se casó con Patricio, pagano y de temperamento muy violento y dominado por las pasiones. Mónica es modesta, suave, recatada... El primer año de casada le nace Agustin, y a éste le seguirá Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casará y quedará viuda pronto. Cuando su hermano Agustin ya sea sacerdote ingresará en un monasterio de Africa donde vivirá toda su vida.

UNA ESPOSA CON PROBLEMAS QUE VENCE CON SUS VIRTUDES

Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y no airea nada desagradable, como acostumbran tantas esposas hoy que viven en la televisión basura de propalar sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñín tiene una recia personalidad.

LA SUEGRA

La madre de Patricio es parecida a él, mejor, él ha salido a su madre, ¡ay los genes!: colérica, de muy mal carácter, autoritaria. Mónica poco a poco se la gana con su dulzura y buenos modales procurando darle gusto en todo cuanto ella quiere. Se la ganó "con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre". Buen modelo de nueras. A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme con él: "Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre el, para que creyendo en Vos, se hiciese casto", dice ella, como así sucedió.

SEGUIMIENTO DE AGUSTIN POR MONICA

Agustín había viajado a Milán, donde encuentra a San Ambrosio, que ha conseguido que se haga catecúmeno. Mónica le ha seguido por mar y tierra y sabe que su hijo ya no es maniqueo pero tampoco católico. No es lo que ella espera pero sigue rezando y llorando, visitando las tumbas de los mártires y visitando a San Ambrosio, que descubrió en Mónica un alma excepcional y privilegiada.

LAS LÁGRIMAS DE MÓNICA 

“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, había profetizado un obispo africano. Ella veía a su hijo Agustín ricamente adornado por el Señor, pero desviado y desorientado. Le seguía a todas partes. Ha hecho cuanto ha podido por la conversión de su hijo. Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedo orando y llorando", dice Agustin. Sus lágrimas dieron su fruto. “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”. Cuando tenía 56 años y Agustin 33 tuvo el inmenso consuelo de verle cristiano y en camino de santidad. No se había equivocado. Si hubiera más madres que lloraran a sus hijos muertos como la viuda de Naím, enterrarían a menos hijos resucitados por las lágrimas de sus madres. ¡Ya podía morir tranquila! Y para esto meditamos las vidas de los santos, porque siguieron a Cristo y nos enseñan el camino, que todos han recorrido con dificultades y nos han dejado su vida como ejemplo, a la vez que interceden por sus hermanos, nosotros, que aún peregrinamos en la tierra.

ASOMADOS A LA VENTANA

En Ostia, esperando embarcar para Africa, asomados a la ventana, Agustín y su madre conversaban dulcísimamente, olvidados de todo lo pasado y reflexionando sobre el futuro, preguntándonos cómo será aquella vida eterna, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni saboreó el corazón del hombre, y suspiraban por aquella sabiduría, contemplando aquella felicidad inmutable. Fue un verdadero éxtasis común. Se contagiaron. Mónica era feliz, su hijo, ya era cristiano, para ella sólo quedaba la esperanza de la vida eterna. 

Estas son las palabras de Mónica, que San Agustín refiere en sus Confesiones: "¿Qué hago ya en este mundo? Enterrad este cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.

SU MUERTE

Por fin, Mónica, acompañada por sus hijos, en el año 387, despertó para el cielo. "Yo le cerré los ojos, escribe San Agustín en sus Confesiones. Una inmensa tristeza inundó mi corazón que se resolvió en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... Mas el joven Adeodato, cuando mi madre dio el último suspiro, comenzó a llorar a gritos. En mi corazón se había abierto una nueva llaga, aunque la muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9).