Una nueva invitación a la santidad

Autor: Jesús Domingo Martinez  

 

Con motivo de la beatificación de Juan Pablo II se nos ha acercado de nuevo la cautivadora figura de este gigante de la Iglesia contemporánea que tan próximo estuvo de todo el mundo en su incansable peregrinación evangelizadora. Después de tantos años de pontificado, de tantos documentos, de tantos discursos y de tantos hechos históricos que protagonizó, parece que ya sabemos todo de este Papa que conmocionó al mundo desde primer momento al invitarlo a no tener miedo. Pero profundizar en el sentido de aquellas sus primeras palabras, que evocaban tantos pasajes del Evangelio, sigue siendo uno de los retos de los cristianos de todos los tiempos. Se trata de no tener miedo a nuestra propia humanidad, a sus deseos más profundos, y por eso no temer al Dios que sale a nuestro encuentro en Jesucristo.

La lección última que nos ha dejado el papa Wojtyla, como la de tantos otros santos a lo largo de la historia, es que la santidad no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en la unión con Cristo, en el vivir sus misterios, en el hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos y comportamientos. Es lo que nos han comunicado tantos santos de nuestro tiempo como san Josemaría Escrivá, el beato John Henry Newman, o la madre Teresa de Calcuta, por citar a los más recientes. La santidad se alimenta en la oración, en los sacramentos y en la caridad que teje toda la vida de la Iglesia, en esto Juan Pablo II ha sido un gigante.