La barbarie de la eutanasia

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

Hace unos meses se hizo pública, en Inglaterra, la intención de aplicar la eutanasia a bebés nacidos con malformaciones. El Colegio de Ginecólogos de Reino Unido pidió a un consejo privado de bioética, que estudiara la aplicación de la eutanasia a recién nacidos que presentaran signos de minusvalías. Según alegaba el Colegio de Ginecólogos británicos, la eutanasia ahorraría el recurso al aborto.

Si la sola idea repugna a quien tenga con un mínimo de humanidad, ¿cómo no va a escandalizar- o debiera escandalizar- a un cristiano? La vida humana es sagrada.

En nuestra época de cinismo, se ha hecho imprescindible proclamar lo obvio. Es necesario que filósofos, teólogos, juristas y científicos se atrevan a llamar a las cosas por su nombre y afirmen con claridad que la eutanasia supone la legalización del asesinato, así como la corrupción de la noble función médica de sanar. Otra cosa es evitar el encarnizamiento terapéutico, otro abuso.

Cuando el Gobierno, dice que no regulará la eutanasia porque “no lo demanda la mayoría de los ciudadanos”, ¿no estará incitando al debate y a tener una excusa para aprobarla?

Éstas- también otras- son las consecuencias derivadas de la cultura de la muerte: por interés de ahorrar esfuerzos y dinero, los recién nacidos y los ancianos pueden ser reducidos a la categoría de objetos de libre disposición.