En el Año sacerdotal
Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

Ante el Año sacerdotal que los católicos estamos viviendo, me permito hacer una reflexión. El sacerdocio es necesario e insustituible. La Iglesia, que es indefectible, ha sido instituida por Cristo del modo que la conocemos: con sacramentos y sacerdotes (obispos y presbíteros) que realizan las acciones sagradas y administran la gracia de Dios. La Iglesia es una comunión orgánica de clérigos y laicos. Pretender una "desclericalización", pensando que esto constituiría una ganancia, es un error, porque de ordinario la gracia de Cristo nos llega por la vía sacramental y hay varios sacramentos que sólo los puede realizar el sacerdote, como la celebración del misterio eucarístico y la absolución de los pecados.

La gracia de Dios ha sido puesta en manos de la debilidad humana, y esto lo sabe la Iglesia. Pero no es camino permitir que se desnaturalice su misión (por ejemplo, cediendo en el celibato), sino mejorar la condición de los instrumentos. Hay que pedir al Altísimo que nos obsequie con ministros dignos y fieles. Por eso el Papa rememora al Cura de Ars y nos incita a rezar por las vocaciones sacerdotales. Y esto es incumbencia de los creyentes, y, por ser además un bien social, es responsabilidad de todos los hombres de buena voluntad, como bien advirtieron los monarcas ilustrados de tiempos pasados e incluso muchos líderes liberales posrevolucionarios.