Por una sana laicidad

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

Benedicto XVI aboga, siempre que las circunstancias lo permiten, por el establecimiento en Europa de una "laicidad sana", basada en la "colaboración mutua, cada una con su ámbito específico, en respeto recíproco y diálogo constante".

"Sólo en estas condiciones de laicidad sana e puede construir una sociedad en la que convivan pacíficamente tradiciones, culturas y religiones diversas", afirmó, y con razón, el Papa. Advirtió también que "separar totalmente la vida pública de todo valor de las tradiciones, significaría meterse en un camino cerrado y sin salida".

Por otro lado, añadió, la "sana laicidad" comporta que "cada realidad temporal se rija por sus propias normas, las cuales sin embargo no deben olvidar las instancias éticas fundamentales, cuyo fundamento reside en la propia naturaleza del hombre".

Y es que cuando la Iglesia católica, a través de sus legítimos pastores, apela al valor que estos principios éticos fundamentales, enraizados en la heredad cristiana de Europa, tienen en la vida privada y aún más en la pública, se mueve únicamente por el deseo de garantizar y promover la dignidad inviolable de la persona y el auténtico bien de la sociedad.