"Allí donde todos tienen razón, nadie tiene razón"

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

En la mal llamada "democracia participativa", el relativismo ha encontrado su mejor instrumento de dominación. Ideólogos como Philíppe Pettit, tan apreciados por la masonería radical bien representada en nuestro país, siguen en España sin tener una respuesta pública y combativa a la falacia de su argumentación totalitaria.

Quizá haya que buscarla en el fructífero ejercicio epistolar que Marcello Pera y, el entonces, Cardenal Joseph Ratzinger, mantuvieron en 2004. En ese conjunto de conferencias cruzadas y cartas privadas, un pensador laico y un filósofo (ahora Papa) coinciden en la necesidad de una renovación espiritual antes que política. Coincidieron en la búsqueda de un crecimiento moral que preste sentido al desarrollo tecnológico, económico y social.

La regeneración vendrá de una minoría que convenza de la superioridad de los valores del cristianismo frente al nihilismo. Minoría que concilie razón y fe. Minoría que denuncie el relativismo en su creciente intolerancia y dogmatismo.

Un católico no puede imponer, cierto, pero sí puede reclamar lo que pertenece a la base de la humanidad para construir un buen ordenamiento jurídico.

Un católico, respetando la libertad de los demás, ha de convencer en la arena política y formar a la opinión pública. Un católico ha de reivindicar el derecho a la resistencia pasiva y ofrecer testimonio de conciencia. Sólo así se desarrollará una religión civil cristiana que devuelva nuestra conciencia de españoles y saque a la luz los grandes principios que hagan que Europa vuelva a ser ella misma.

La respuesta no está "ahí fuera", habita en nuestro interior. En el corazón al que debemos escuchar, especialmente, antes de votar. Y es que "allí donde todos tienen razón, nadie tiene razón"