Un Año Paulino
Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

El Papa Benedicto XVI convocó, durante la celebración litúrgica de la fiesta de San Pedro y San Pablo (29 de junio), un año jubilar dedicado al apóstol san Pablo, para recordar los dos mil años del nacimiento del apóstol de las gentes.

¿Qué razones puede tener el Papa para convocar este año jubilar? Pienso que algunas: En los primeros años de este nuevo milenio, contrario a nuestras esperanzas, el hombre parece hundirse, sin remedio, en un mundo donde el mal hace cada vez más ruido y daño, en un mundo donde el bien parece desaparecer y el mal multiplicarse.

En este mundo y en este tiempo, el Papa con mayor insistencia nos invita a tener signos auténticos que nos den esperanza. Signos que nos muestren el rostro de Dios amoroso. Signos que nos inviten a seguir a su Hijo impulsados por el Espíritu. Estos signos nos plantean, en medio del mundo actual, grandes desafíos. Desafíos que, por una parte provienen del laicismo dominante en nuestra sociedad; pero también se trata del desafío que tenemos los bautizados de ser, a pesar de las condiciones adversas, mejores cristianos.

¿Por qué poner a San Pablo como modelo? Dos razones podrían aducirse: en primer lugar, es la piedra angular entre cristianismo y judaísmo; y, segundo, es una figura que sirve de punto de confluencia de lo religioso y lo filosófico. Conceptos fundamentales de nuestra tradición, y que hoy están siendo repensados, como universalidad, singularidad, Ley o espíritu y que, a pesar de todo, siguen conformando el espacio político, económico, social y cultural de nuestro siglo y sus tensiones.

El Papa, posiblemente, ha tomado en cuenta este regreso, en algunos ambientes intelectuales importantes, a los valores e ideales religiosos. Contrario a lo que vaticinaban Nietzsche y Freud, el hombre actual está redescubriendo el valor de lo espiritual y la necesidad de la trascendencia. Vemos con asombro como en este mundo tan materializado existe un renovado interés por lo sagrado. Contrario a los presupuestos de la posmodernidad, la temática espiritual, antaño desacreditada, vilipendiada, indiferente... ha vuelto, insospechadamente, a ser de nuevo interesante.

No es de sorprender, en consecuencia, que en este momento de crisis profunda, su Santidad proponga desde la figura de Pablo de Tarso, un re-pensamiento de todos aquellos planteamientos, injusta e ilógicamente tachados de "irracionales", como los valores. Y que fueron condenados demasiado apresuradamente por los opositores de la Iglesia.