Adoctrinamiento en el laicismos
Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

El poder político "cuando pretende ser fuente de la moral se convierte en tiranía" señaló hace unos días monseñor García-Gasco, hoy nuevo cardenal. Y es que un Estado es verdaderamente democrático si valora la libertad religiosa como un elemento fundamental del bien común, plenamente digno de respeto y de protección.

La aconfesionalidad del Estado implica aprecio por la libertad religiosa, protección y favorecimiento de su ejercicio como parte primordial del bien común y de los derechos civiles de los ciudadanos. Además, el aprecio a la libertad religiosa "implica extender esta valoración positiva a las instituciones religiosas presentes en la sociedad, al derecho de los padres a que sus hijos se eduquen de acuerdo con sus convicciones religiosas y morales, a la legítima aspiración de los creyentes por disfrutar de unos medios de comunicación respetuosos con los contenidos de su fe.

En cambio, si se gobierna "desde el prejuicio antirreligioso" y se actúa "políticamente desde la fobia hacia las expresiones religiosas del catolicismo y de otras religiones", el arzobispo consideraba que "no se practica la aconfesionalidad sino su contrario: el adoctrinamiento más o menos sutil en el ateísmo y en el laicismo".