El consuelo de la esperanza ante la amargura del fracaso

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

Ante la creciente demanda de eutanasia por parte de unos pocos enfermos y por algunas organizaciones, se ha de recordar la necesidad de que tengan una mejor calidad de vida y una asistencia correcta, de manera que para los que están en fase terminal se puedan dar las condiciones para afrontar la muerte de una manera digna. Lo que no se puede es abandonar al que sufre. Por ello es necesaria la formación ética de cuantos se acercan a los enfermos y de sus responsabilidades cristianas. “Es imprescindible iluminar las conciencias a la luz del Evangelio, para que todo descubrimiento científico contribuya al bien integral de la persona" ha dicho recientemente el cardenal Carlos Amigo Vallejo.

Es importante que el enfermo no llegue a la muerte con la amargura del fracaso, sino con el consuelo de la esperanza. Con esta idea, el cardenal Amigo denuncia que al enfermo “se le considera como una carga inútil y molesta” y que “el valor de la persona depende exclusivamente de la utilidad que puede ofrecer a la sociedad en términos poco menos que económicos”.

Es necesario que no olvidemos que el enfermo es también una persona, “un bien para la sociedad, independientemente de cualquier circunstancia de limitación que se pueda padecer”. Para el arzobispo de Sevilla, la Iglesia no sólo pretende defender los derechos de los enfermos a que se haga todo lo posible para su curación y para la defensa de su vida, sino que busca el reconocimiento, el valor y la dignidad de la persona en cualquier etapa de su existencia.