Blair y el catolicismo

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

En Gran Bretaña,  aún rigen leyes tan poco liberales como el acceso de los católicos a los más altos cargos de la vida pública.

Ésa es la causa por la que Tony Blair, Primer Ministro británico, no pertenece todavía formalmente a la Iglesia Católica, pese a ser “un católico por aspiraciones” como afirma Michael Steed, capellán del matrimonio Blair en su residencia, el nº 10 de Downing Street. Al ministro laborista le gusta orar en una iglesia católica y oír Misa todas las semanas con su mujer, la católica Cherie, incluso cuando sale al exterior y ella no puede acompañarle; además, forma parte de un grupo ecuménico para la unión con los católicos. A partir del 27 de junio, cuando abandone la cancillería, dejará de tener obstáculos para ver cumplidos sus deseos de ser recibido formalmente en la Iglesia católica.

Quizá el caso más clamoroso de separación entre la Iglesia Católica y la anglicana, sea el de Enrique VIII, que se separó de la Iglesia de Roma  para divorciarse de su esposa, la española doña Catalina de Aragón. Ello costó la vida al Primer Canciller del Reino, Sir Tomas Moro, su amigo más fiel y su mejor servidor, que se negó a firmar el Acta de Supremacía (proclamaba Jefe de la Iglesia de Inglaterra, al Rey).  Pío XI lo elevó a los altares por su vida santa y su fidelidad a los dictados de su propia conciencia hasta el martirio. También murió mártir el Obispo Fisher, que se negó a reconocer el
divorcio del Rey. Es célebre el dicho de Santo Tomás Moro, sabio, político y escritor: ‘el hombre no puede ser separado de Dios, ni la política de la moral’. El Papa Juan Pablo II lo nombró patrono de los gobernantes y políticos.

¿Por qué no nos habían contado que Tony Blair se haya visto obligado a abandonar la cancillería en aras de su deseo de ser recibido como miembro de la Iglesia católica?