El laicismo por religión

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

Durante los días antes a Semana Santa en cualquier pueblo de la geografía española se podían oír redobles de tambores, ver preparar y poner a punto vestidos e imágenes, etc. Al mismo tiempo no han faltado quienes, en su partido político y por escrito, en ciertos medios manifestaban la necesidad de plantearse el laicismo del Estado también en las calles, porque las procesiones suponen una invasión religiosa de las vías públicas.

Habrá que recordar que el Estado español no es un estado laico sino aconfesional, cosa que lleva a respetar todas las creencias y manifestaciones de las mismas. A pesar de “lo razonable de la propuesta” el entusiasmo que ha provocado entre alcaldes y autoridades autonómicas no ha sido arrebatador, porque a fecha de hoy, que yo sepa, ninguno ha prohibido “la invasión religiosa de las calles”

No hay duda que el problema de la religión no es la religión en sí misma, puesto que casi todas las doctrinas tienen en común cierta búsqueda de la fraternidad, sino el fervor. En el momento en que aparece el fervor desordenado y, sobre todo, el fervor apasionado, casi todo es posible, y las llamadas guerras de religión no las provocaron las doctrinas religiosas, sino los fervorosos.

La aparición de laicistas vehementes puede convertir el laicismo en una religión que derive en el crecimiento, no ya de ciudadanos laicos, sino de laicos sectarios, tan peligrosos, inquisitoriales y estúpidos como cualquier otro fanático. Desgraciadamente empiezan a abundar entre nosotros los que tienen el laicismo por religión.