Dignidad de la vida humana

Autor: Jesús Domingo Martínez

 

 

LA raíz de la muerte de Terry Schiavo ha vuelto a aparecer la sensibilización por la dignidad de la vida humana. A través de ciertos medios de comunicación europeos nos vamos enterando que muchas personas mayores de los Países Bajos (Holanda y Bélgica) en los que está autorizada la eutanasia, temerosos de que se les aplique una inyección letal sin su consentimiento, están viajando a otros países para preparar la última etapa de su vida.

Por eso nuestra sociedad occidental ha creado chantajes disimulados con lenguaje democrático y así mediante la implantación del aborto es capaz de prohibir a otros seres humanos la capacidad natural de la alegría de vivir (el año pasado se cometió un genocidio legalizado que llevó a la muerte a 80.000 españoles), o a considerar la eutanasia como una muerte digna. Parece claro que la sombra de Nietzsche se prolonga en nuestra sociedad y que la negación de Dios y la apología del hedonismo en muchos ámbitos intelectuales occidentales se debe mucho a l filósofo alemán.

Es que ante el lema “Dios ha muerto. Viva el superhombre”, la vida de los inferiores (embriones, ancianos, marginados) carece de valor y tiene sentido la afortunada fórmula de Doctoievski “Si Dios no existe, todo está permitido”. Esto explica que entre las capas de nuestra sociedad “sin Dios” se forme una costra capaz de permitir y justificar atentados a la dignidad humana y aberraciones impensables.

Hasta la muerte certera, que es la memoria indeleble de la vulnerabilidad humana, se oculta tácticamente silenciándola, considerándose su recuerdo como el único acto obsceno en la sociedad moderna, pues es reveladora de nuestra desnudez y en esta nueva sociedad sólo cuenta la energía y la fuerza.

Toda vida tiene gran dignidad, pues una vida humana frágil es fuerte como persona y nunca es tan frágil la vida como al nacer y como al morir. Para terminar me gustaría que reflexionemos con la siguiente frase. “La realidad es que la fragilidad humana asoma continuamente por los poros de la vida cuando uno se quiere acercar a ella en actitud de acogida” (Gloria Thomas: Manual de bioética).