Marcos 6,45-52:
Jesús pone calma en las tempestades y turbulencias de la vida

Autor: Padre Javier Soteras

Con permiso de Radio María, Argentina

 

 

Marcos 6,45-52

Enseguida Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran hacia la otra orilla hacia Betsaida mientras El despedía a la multitud. Una vez que los despidió se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde la barca estaba en medio del mar y El permanecía solo en tierra. Al ver que remaba muy penosamente porque tenían viento en contra cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar e hizo como si pasara de largo. Ellos al verlo caminar sobre el mar pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar porque todo lo que habían visto los había mantenido sobresaltados pero El les habló enseguida y les dijo: tranquilos soy yo, no tengan miedo, luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Al llegar al colmo de su estupor porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.


Reflexión:


El relato de Jesús sobre el agua caminando está unido a la escena de la multiplicación de los panes. Jesús ha alimentado a los cinco mil hombres y después de ordenar a los discípulos que recojan los doce canastos con las sobras les da una orden: que se vayan de viaje hacia la otra orilla mientras El despide a la multitud. La barca desde los primeros siglos, allí donde los discípulos se suben, ha representado la figura de la iglesia. Así se la encuentra ya en pinturas muy antiguas realizadas por los primeros cristianos. Por eso es significativo que el Señor la primera predicación en el Evangelio de Lucas públicamente la haga sobre la barca de Pedro. En éste texto de la barca con los discípulos en ella emprende viaje mientras Jesús asciende a la montaña para quedarse en la compañía de su Padre en una larga oración. Es ya de noche, el viento está en contra y las olas golpean fuerte. En el lenguaje en que está escrito el Evangelio se dice que de una manera gráfica, las olas los maltrataban. Esta sería la traducción. Después de haber pasado toda la noche en esa penosa situación de maltrato por parte de las olas los discípulos se encuentran con Jesús pero no se encuentran de cualquier manera. Se encuentran con Jesús caminando sobre las aguas. Ven a Jesús que camina sobre el agua y asustados se ponen a gritar. ¿Que es lo que están viendo? Ya estaban sorprendidos de lo que había pasado con los panes, ahora camina sobre las aguas. Jesús rápidamente los pone en calma. Tranquilos, es lo que dice Jesús, calma muchachos, soy yo, no soy un fantasma. Esta expresión no soy un fantasma, soy yo, hablan anticipadamente en éste lugar del texto de la gracia del triunfo de Jesús sobre la muerte. Es una expresió9n típicamente pascual. Soy yo, no soy un fantasma. Este caminar sobre las aguas es un triunfo de Jesús sobre el caos y sobre la muerte que representa el agua. Podríamos decir así: estamos en presencia de un texto pascual. Es Pascua de Jesús que camina sobre las aguas del temor de los discípulos sobre las aguas de nuestras turbulencias. Hay una aparente ausencia del Señor en medio de la dificultad mientras ellos avanzan como nos ocurre a nosotros también. Cuando la vida nos golpea la pregunta surge ¿Dónde está Dios? Hay dificultades para avanzar como nos pasa a nosotros, hay fuerzas que se oponen a nuestro andar, hay tinieblas que nos rodean. Hay elementos que maltratan nuestro peregrinar y sobre todo esto está nuestra falta de fe que nos impide reconocer al Señor cuando se acerca a nosotros. Detengámonos a ver en cuantas ocasiones, en medio de las situaciones más complicadas y más difíciles Dios nos volvió la calma, nos dio la paz, nos devolvió la serenidad y nos puso en camino. Nos mostró que por encima de todo El seguía manteniendo el timón fuerte de nuestra barca para que llegara a donde tenía que llegar a la otra orilla. Bienvenida sea esa experiencia de presencia de Dios en nuestra vida que nos hizo superar todas las dificultades representadas hoy bajo las fuerzas del mal en el mar.

El texto paralelo al de Marcos que hemos compartido está en Mateo en el capítulo 14 en el versículo 22 al 32. Ahí se da una escena muy conocida para los que seguimos muy de cerca la Palabra de Dios y que no aparece relatada en el texto de Marcos. Es Pedro que desafía a las olas con Jesús. Si eres tu Señor mándame ir a ti y caminaré yo también sobre las aguas. Que pasó allí? El texto de Mateo dice: soy yo no tengan miedo. Pedro le respondió: si eres tu manda que yo vaya hacia ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo: ven. Pedro bajó de la barca, caminó sobre el agua, fue hacia donde estaba Jesús pero viendo la fuerza del viento tuvo miedo y comenzó a hundirse. ¿Qué pasó aquí? Pasó que Pedro quiso poner a prueba la circunstancia y no tuvo dificultad en avanzar mientras su mirada estaba puesta en Jesús. Cuando la mirada de Pedro se detuvo ante lo que pasaba Pedro comenzó a hundirse y esto es enseñanza de vida para nosotros. Las dificultades son una realidad en nuestra vida. La vida tiene un costo en cualquiera de los aspectos que se va desarrollando, creciendo, madurando y el costo es doloroso si nos quedamos frente al costo de la dificultad que supone el crecimiento y la madurez seguramente nos quedamos estancados. Es la queja que surge de nosotros cuando atravesamos momentos difíciles. Es el ufa existencial como sabe decir el Padre Angel Rossi: Ese ufa que nos sale de adentro cuando una tras otra el maltrato, como decíamos de las olas va como golpeando nuestra existencia. Pedro comienza a caminar y tiene la mirada puesta en Jesús pero al ratito comienza a hundirse porque se fijó más en las dificultades que en Jesús. Es toda una enseñanza que nos deja hoy la Palabra para que nosotros nos animemos a ir hacia delante sin mirar para atrás, sin mirar a los costados, no con anteojeras, con una mirada de 360 grados si se quiere pero básicamente con un punto fijo hacia delante. Es donde el Señor nos muestra el camino.

Hay discursos de la dificultad que invade nuestro corazón y lo desalientan en su andar. Yo no puedo más, conmigo no cuenten, esto es más fuerte que yo, no tengo capacidad, yo no sirvo. Por describir de alguna manera lo que ocurre dentro de nosotros cuando emergen las olas que golpean el avance, la madurez y el crecimiento de nuestra vida en cualquiera de las dimensiones en las que va explotando y desarrollándose nuestro ser, nuestra existencia. ¿Que hacemos con estos discursos? Son reales, no lo podemos callar, no lo podemos reprimir. En todo caso hay que calmarlos y ordenarlos pero no con una calma y un orden infantil sino con una actitud superadora. La superación de ésta dificultad consiste en creer que el camino que estamos recorriendo es el camino que tenemos que recorrer y que la dificultad es solo un momento por donde debemos atravesar para purificar nuestra decisión, nuestra determinación de ir a donde tenemos que ir. No existe tarea humana que no encuentre en un momento la fatiga como aliada negativamente para terminar con la tarea. A veces para bajar unos kilos salimos a correr o a caminar y decimos que vamos a recorrer tantos kilómetros o voy a caminar tantos minutos o tantas horas o voy a correr tanto, si cuando iba por la mitad no miramos el reloj que nos decía basta. Esto lo podemos trasladar a lo cotidiano de cada día y encontramos éstas olas que golpetean. Paciencia. El saber que es un momento, el poner la mirada en la meta nos permite superar la dificultad. Es lo que al principio hizo Pedro y después dejó de hacer. Tenía puesta la mirada en Jesús y mientras miraba la meta a donde estaba llamado a ir Pedro avanzó. Cuando Pedro puso la mirada en las olas Pedro se hundió. Miremos hacia la meta y no le aflojemos en nuestro camino de avanzar hasta donde Dios nos quiere llevar para hacernos madurar y crecer.