Lucas 2, 13-18:

El exilio de Jesús en Egipto y la matanza de los inocentes

Autor: Padre Javier Soteras

Con permiso de Radio María, Argentina

 

 

Lucas. 2, 13-18

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”. José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: “Desde Egipto llamé a mi hijo”.

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó a matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: “En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos”, es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.


Los magos cuando llegaron de Oriente a Jerusalén preguntaron ingenuamente: “¿Dónde está el nuevo rey?”. Seguramente, esta pregunta entre los transeúntes, a quienes fueron encontrando en el camino recibió como respuesta, una sorpresa, un llamado de atención: “Fíjense lo que están preguntando”. Por que la presencia de un competidor en el poder de Herodes podía traer consecuencias terribles para el pueblo.

“¿El nuevo rey?” Habían dicho los paisanos judíos. Si ellos ya tenían uno y dispuesto a defender su trono con dientes y con garras. Con toda la locura desatada a favor de conservar el poder. Herodes ya no se dedicaba a reinar por aquel tiempo sino a defender su trono y a olfatear posibles enemigos. Estaba dispuesto el puñal para degollar a quien se acercara, intentara y atreviera a disputarle el poder.

Escribía Papini: “era un monstruo Herodes. Uno de los más perversos monstruos salidos de los tórridos desiertos de Oriente”.

La verdad se ha dicho que la expresión del escritor no exagera en lo que se refiere a este terrible y siniestro personaje de la historia. El ya había implantado el terror en Galilea cuando sólo tenía 15 años y toda su carrera se había inscrito bajo el doble signo de la adulación y la violencia. A Herodes todos le debían pleitesía, y quien, por algún motivo desentonaba con su paladar, con su gusto, veía la suerte suya bastante truncada. Cuando no, bajo el signo de la violencia y de la muerte. Sólo tenía una pasión: el poder. Y a ello subordinaba todo. Si el cetro de Herodes se veía amenazado por alguien más fuerte que él, Herodes se convertía en el más servil de los aduladores. Si la amenaza venía de alguien que estaba a sus órdenes, se quitaba su careta y se convertía en el más sangriento de todos los verdugos que se puedan haber conocido en la antigüedad.

En este doble juego entre adulador y verdugo, nunca había chocado con Roma donde estaba el centro del imperio. Herodes era un oportunista. Como ninguno podríamos decir. Siempre estuvo con el más fuerte. “Como gato, siempre cayó bien parado”. Así le fue de bien con Julio César, como emperador. Luego con su asesino, Casio. Después con Antonio, el vengador. Mas tarde con su rival, Octavio. Hubiera vendido a cualquiera y era capaz de venderse el mismo, con tal de seguir en el trono que los romanos le habían regalado en las tierras de Oriente.

Este Herodes era un Maquiavélico sonriente de cara a Roma, y en Palestina, no tenía otro rostro que el de una fiera feroz, terrible, vengativa, loca de poder. Hizo ahogar a traición a su cuñado Aristóbulo, para que tener una imagen concreta de hasta donde llegaba su locura.

Condenó de muerte a otro cuñado suyo, José. Mandó a matar comido por unos celos absurdos e injustificados a Marien, la única mujer que amó, entre las 10 que tuvo. Asesinó a Alejandra, la madre de Marien y a cuantos de entre sus parientes podían disputarle el trono. El último gesto de su vida fue para mandar a matar a su hijo, Arquelao. Y mató, dice la historia, a otro hijo más suyo. Todos por que atentaban contra el poder.

Leyendo estos párrafos de la historia escritos por Claudio Josefo, historiador del antiguo pueblo judío, podemos darnos cuenta de que tipo de personaje es Herodes cuando lo vemos desenfrenado de locura, buscando matar a todos los niños menores de dos años en la zona de Belén.

Se calcula 30 niños aproximadamente en aquel poblado. Murieron bajo la espada, bajo la locura de Herodes por que alguien había nacido en aquel territorio, en ese despoblado a 8 km. de Jerusalén que detentaba un poder que ponía bajo riesgo el suyo. Un loco del poder. Es el único que puede terminar con la vida inocente.

La muerte inocente en este tiempo, es causada también, por el poder. Concentrada en las manos de unos pocos, capaz de mandar al frente a los niños por la locura de la guerra. La mayor cantidad de muertes en una guerra son niños menores de 12 años. Es estadístico el dato. Muchos de ellos son utilizados por en las guerras. El flagelo del HIV en el África, particularmente afecta a los niños. Son todas muertes inocentes. Y todas tienen detrás un trasfondo de poder bajo cualquiera de los signos en los que se presenta.

Herodes sigue estando vivo y la muerte inocente sigue siendo una realidad en medio de nosotros. No es para hacer bromas el día de los santos inocentes. No da para hacer bromas si tomamos en serio de que se trata este día. Son las muertes de más de quince millones de niños en todo el mundo, que sin razón desaparecen de la vida por que al poder le molesta la presencia de lo pequeño, de lo simple y de lo sencillo.

A nosotros: ¿Qué nos toca por hacer? Esta es la pregunta que brota de la impotencia que genera la muerte inocente. José nos muestra un camino.

En sueños aparece el Ángel del Señor invitándolo a José a tomar al niño entre sus brazos y a su madre y llevarlo con él a Egipto. A quedarse allí hasta que Herodes, es decir, el símbolo del poder, desaparezca y pueda Jesús volver para llevar adelante su misión. “Desde Egipto llamé a mi hijo”.

Después del texto bíblico del comienzo, en Mateo 2, 19 – 20 aparece la vuelta de ellos: Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño”. José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.

Lo interesante es el verbo con que el ángel lo invita a José a llevar adelante la acción que le indica: “toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel”. La acción que acá se está indicando es una acción que se vuelve sobre la persona que la realiza. Tomar y ser tomado por... Abrazar al niño es ser abrazado por él. Tomar a la madre es ser tomado por ella. Ya el ángel le había dicho esto a José cuando lo invita a tomar a María por esposa. Hizo lo que el ángel le había dicho: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa...” (Mt. 1, 20 – 21).

Esta acción de tomar, en griego significa: que quien realiza la acción es tomado por la acción que realiza. De alguna manera, José abrazando al niño Jesús, y en él, a los inocentes que mueren a causa de la locura de Herodes, es tomado por la realidad del niño que lo invita a identificarse a José y a la familia toda, con aquellos que están siendo atacados por el poder. Ellos también, sufren desde aquel momento, la muerte que supone el exilio de la propia tierra, que es como una muerte anticipada.

No tener donde echar raíces o ver que se cortan las raíces de la tierra a la cual uno pertenece. Esta experiencia primera en la vida de Jesús, va a marcar su vida hasta el final del camino. Ya desde niño, Jesús en Belén vive la experiencia de la cruz. Va a demostrar que va a ser justamente este camino, el de la cruz, el que lleva a la liberación. Es cruz para la familia de Nazaret, la experiencia primera en la infancia de Jesús. Vivir exiliado de la propia tierra con su padre, por que hay amenaza de muerte para su vida.

La experiencia de cruz supone: el exilio, la muerte de los niños inocentes y el niño Jesús que ha nacido, que es al que están buscando para matar.

La experiencia dolorosa de cruz es la que sigue a Jesús y a quienes lo seguimos. Tomar y abrazar la realidad de la vida inocente que es atacada en la infancia. En los niños que sufren enfermedades como el HIV en el mundo. En la vida de los niños que mueren de hambre. Los que en las calles nos paran para pedirnos algo para comer o una moneda para llevar a su casa.

¿Que hacemos con toda esta vida inocente y sufriente? Tomemos a los niños. Abracemos al niño Jesús, en los niños, y dejémonos abrazar por ellos. El que toma en la clave en que se lo invita a tomar al niño Jesús a José, por indicación del ángel, y a los niños en el Niño, bajo la vida inocente y bajo cualquier forma que tenga, es tomado por esta realidad.

Quienes hacemos la experiencia de abrazar la vida inocente, en distintas obras de caridad, por ejemplo: “Manos Abiertas”, este hogar para niños, la “Hospedería del padre Alberto Hurtado”, la “Casa del Buen Morir”, la “Casa de la Bondad”, y de lo que hacemos nosotros en “Hombre Nuevo”, cuando salimos a abrazar la vida inocente de un montón de hermanos que viven postergados en la calle, que tienen el cielo como techo, y a los que podemos después, llevar al techo de la casa del “Buen Samaritano”; a la larga nos sentimos abrazados por el amor de ellos.

Tomar el niño, es ser tomado por lo que uno toma. Amar y tomar la vida inocente bajo cualquiera de las formas en las que aparece, es ser abrazado por ella.

Se produce allí un misterio de comunión, que Jesús ha hecho mención como reflejando la experiencia con la de su padre terrenal. La de abrazar su vida inocente, y él a partir de allí, abrazar toda vida inocente que se le cruce en el camino. Afirmando que cuando hacemos esto con alguien, lo hacemos con el mismo.

Es la caridad la que permite este vínculo de identidad con la vida inocente bajo riesgo. Abrazarla significa: protegerla, acompañarla, aconsejarla, defenderla, crear ámbitos para que crezca de la mejor manera, luchar por las leyes que permiten que se reciba la vida naciente en un hábitat mejor. Esto es tratar al modo y al estilo de José, abrazando con amor la vida que corre el riesgo de perderse. José tomó al niño y a su madre y huyó a Egipto. Y José fue tomado por aquella realidad.

La realidad que tomaba, era el abrazo anticipado de muerte y de vida, pascua de Jesús. Porque el exilio es como una muerte anticipada. Cuando uno pierde relación a lo propio, a la tierra y tiene que ser transplantado con sus raíces a otra tierra.

Además de la práctica del aborto en todo el mundo, que hace que millones de niños mueran en el vientre materno antes de dar a luz, los datos que nos llegan de la muerte de niños en los frentes de batallas son realmente de terror. Nos genera preguntas ¿Qué hacer? ¿Cómo luchar y trabajar por...?

En un informe del domingo 9 de agosto de 1998, que el diario Clarín presentó sobre los niños del mundo que van a la guerra, se nos muestra desde UNICEF, un panorama que es para que abramos los ojos. Lo escribe Stella Bin.

Dice así el artículo: “ En el planeta hay alrededor de tres mil niños soldados. Algunos menores de seis años, que combaten en distintos conflictos”.

La información, dice Bin, procede de UNICEF, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. “Para esos niños, la guerra está lejos de ser un juego virtual de luces brillantes, alimentadas por fichas. En la línea de fuego, los niños más chicos rara vez se dan cuenta de los peligros que hacen frente. Lo común es que cuando comiencen las descargas se exciten y olviden ocultarse. Esto es más frecuente, si algún comandante los incentiva dándoles estupefacientes y alcohol”.

“Había muchos chicos que se precipitaban al campo de batalla gritando como desaforados. Parecían que eran inmortales e impenetrables. Disparábamos contra ellos e igual, seguían avanzando”, relata el testimonio de un soldado de Misnar (ex Birmania) en un documento de Naciones Unidas del año 1996.

Algunos chicos se incorporan a los ejércitos regulares o a las fuerzas rebeldes por propia voluntad. Otros son apresados en las calles, en las escuelas y en los orfanatos. La patrulla del ejército o de la policía detienen a todos los que encuentran.

Este tipo de reclutamiento forzoso se practicó en los últimos años en Etiopía, Liberia, Perú, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, entre otros países.

Según una estimación del grupo médico internacional en Mozambique, la guerrilla revolucionaria nacional - “RENAMO” -, que se alzó en armas contra el gobierno desde que en 1975 se proclamó la independencia, envió al frente de combate a diez mil niños.

Otra investigación reveló que en Angola, en 1995, el 36% de los niños había acompañado o ayudado a los adultos en tierra, y que el 7%, había disparado contra alguien.

Datos más recientes de UNICEF muestran que en los primeros meses de 1998, dieciocho mil niños menores de dieciséis años fueron enrolados en el ejército de la República Democrática del Congo.

Si bien, durante siglos, los niños han participado en campañas militares. Hoy, tiene un lugar de escalada terrible...”

Esto es, sólo para tener conocimiento de una historia que comenzó, aparentemente antes que Herodes, y que en él, encontró un símbolo en el cual reflejar la muerte inocente siempre concentrada entorno a la lucha por el poder. Los niños son víctimas de ella.

Además, de esta guerra con fusil en mano que nos relata el informe de UNICEF, hay otra guerra. El combate por la pobreza, la educación, el hambre, por ganarse un lugar en la sociedad, por tener con que vivir todos los días.

Eso no está lejos de nosotros. Lo podemos ver en las esquinas de nuestras calles y descubrirlo en las plazas de nuestros barrios. Lo vemos a diario en niños que limpian vidrios. Tal vez casi como un mecanismo de defensa hemos generado de ellos una parte del paisaje. Lo hemos incorporado al paisaje y no nos dejamos golpear por lo que supone esa presencia suya clamando por mayor dignidad y por un lugar, en el cual puedan crecer como tienen que crecer. Es decir, como niños.

Es como para abrazar esta realidad, aun cuando al abrazarla nos sintamos abrazados por ella y nos duela. Como le ocurrió a José cuando abrazó el destierro junto a su familia, y huyendo a Egipto, cuidó al niño que Dios le había confiado.

De Madrid llega la información que tiene que ver justamente con el día de los inocentes. Los que sufren en este tiempo por nuestras tierras.

Dice el informe que llega por un portal de UNICEF: Uno de cada doce niños en el mundo sufre las peores formas de trabajo infantil, incluyendo la esclavitud. El trabajo forzado o en situaciones de riesgos relacionadas con la industria del sexo, según apuntan las conclusiones de un nuevo informe publicado por la agencia de Naciones Unidas para la protección de la infancia UNICEF.

La agencia de UNICEF en el Reino Unido, autora de este estudio, considera que globalmente, hasta trescientos cincuenta y dos millones de niños de edades comprendidas entre los cinco y los diecisiete años son contratados por algún tipo de trabajo, incluyendo los doscientos once millones, que trabajan en casas familiares o granjas. El 97% del total de niños trabajadores viven en países en desarrollo. Solamente, en África, casi la mitad de los niños de entre cinco y catorce años trabajan.

Según datos del informe, los niños se ven conducidos a esta forma de explotación debido a la pobreza en la que viven y en la inadecuada educación que reciben, a lo que a veces hay que sumar los problemas relacionados con el SIDA.

Una forma de acabar con la explotación de estos niños es tomar medidas para hacer frente a la pobreza y asegurarles un compromiso de más y mejor ayuda internacional, apunta el director ejecutivo de UNICEF, en el Reino Unido, David Bool.

Según recordó hace más de treinta años, los países más ricos del mundo llegaron a un acuerdo para destinar el 0,7% de la producción nacional al desarrollo y la asistencia a los países más pobres. Hasta la fecha, sólo cinco países cumplieron esta promesa: Dinamarca, Noruega, Países Bajos, Luxemburgo y Suecia.

Más de mil millones de niños de todo el mundo todavía viven en la pobreza. Una injusticia inaceptable, decía el informe. Según dijo, que el Reino Unido demostró hace años un gran liderazgo al comprometerse a alcanzar este 0,7% antes del 2013. Pero ahora, es necesario una promesa firme para alcanzar este objetivo antes de esta fecha por que está en juego la vida de los niños.

La vida inocente no es una historia de Herodes, del Niño Jesús y de los que murieron en Belén. Es una historia de ahora, y el llamado a nosotros como a José, es urgente. Algo hay que hacer. Al menos lo pensemos con la vida inocente que está en casa, que forma parte de nuestra familia y que más de una vez no está bien tratada.

Benedicto XVI decía en la misa de Nochebuena: “El niño de Belén nos hace poner los ojos en todos los niños. Particularmente en los que sufren y son explotados en el mundo. Tanto los nacidos como los no nacidos. En los niños convertidos en soldados y encaminados a un mundo de violencia. En los niños que tienen que mendigar, y sufren la miseria y el hambre. En los niños carentes de amor. En todos, nos interpela Dios que se ha hecho pequeño.

Invito a todos a que oremos esta noche y en este tiempo de Navidad. Podríamos decir, que para que la luz del amor de Dios libere a esos niños, que toque primero al mundo adulto. Pidámosle a Dios que nos ayude a hacer nuestra parte para que la dignidad de esos niños sea respetada”.

José tomó al niño, a su madre y huyeron. Los protegió, los abrazó y se dejó abrazar por el amor de ellos. Comenzaron a caminar por el destierro haciendo la experiencia como familia de vivir esta dolorosa situación de desarraigo.

Evidentemente esta experiencia familiar marcó la vida del niño, de María y de José. En la cruz termina de completarse aquello que nacía alrededor de la alegría y el gozo del nacimiento. Junto a aquel momento comienza la marca de la identificación de Jesús con lo que más sufren. Hoy nos hemos detenido alrededor de los niños. Aquellos que murieron, y éstos que sufren y padecen. Para crear y despertar conciencias. Para buscar formas y modos de colaborar en algo con los niños que en el mundo sufren de distintas maneras.