Vamos hacia Aquel que viene

Autor: Padre Javier Leoz

 

Hoy perfectamente nos podríamos felicitar. Y no digo ninguna tontería: comenzamos el año litúrgico. Iniciamos el año cristiano con todo lo que debe de suponer de renovación para nuestra vida cristiana. El adviento, por lo menos para mí, es como una nueva oportunidad que Dios nos da para entender y comprender, asimilar y celebrar el gran acontecimiento que ha marcado el rumbo de gran parte de la humanidad: el Nacimiento de Jesús. El adviento, por lo menos para mí, es una especie de “repesca” por parte de Dios de aquellos que nos resistimos a verle en las luchas de cada jornada, en las cruces y en las sombras de nuestra existencia. Es un actualizar, como si fuese hoy aquel entonces, el primer adviento que fue el anuncio de la primera navidad.

En el contexto de secularismo tan feroz en que nos encontramos ( contradicciones dentro y fuera de la iglesia, persecución de “guante blanco” a todo fenómeno religioso, indiferencia, tensiones internacionales, maltratos, hambre, etc.,) más de uno y de dos quisiéramos prodigios y milagros espectaculares que avalasen nuestras tesis, que hicieran más razonable nuestra fe y más demostrables nuestros sentimientos.

Jesús, simplemente, nos invita a que su llegada sea para nosotros motivo de serenidad y de paz, de preparación y de esperanza, de sosiego y de luz.

El 14 de abril de 1912 el Titanic, una lujosa embarcación de 44.000 toneladas, se hundía en su viaje inaugural por el Océano Atlántico. Más de 1500 personas murieron después que un vigía divisara desde la torre un iceberg inesperado y gritara: ¡ICEBERG A LA VISTA!. Era ya demasiado tarde.

Con Jesús pasa tres cuartos de lo mismo. En cualquier amanecer o en el día menos insospechado se presentará en medio de nosotros. Su llegada, ciertamente, causará sorpresa en unos o entusiasmo en otros tantos. Pero al contrario de aquel iceberg, y esa es la diferencia, su aparición será un motivo de alegría y no de muerte aunque su nacimiento deje inertes y helados a más de uno.

Mientras tanto; ¿qué hacemos en ese compás de espera?. La respuesta nos la trae la lectura de San Pablo: “que rebosemos de amor”.  Pero para entonces…… ¿habrá vigilantes que nos adviertan: ¡Cristo a la vista!?. ¿Estaremos todos tan distraídos y acomodados en los “camarotes” de nuestra vida que, tal vez, ni nos demos cuenta que El llega?.  

¡NECESITAMOS ESTAR Y SER VIGILANTES!

-Para escuchar las pisadas de Aquel que viene y percatarnos de su presencia

-Para estar en tensión y vivir los próximos días navideños con aires nuevos

-Para dar de beber a nuestro interior algo más que lo puramente material

-Para saborear estos aledaños navideños con alegría y esperanza

-Para despertar de nuevo, vigilar los caminos de nuestros días y darles un esplendor optimista a la luz de la Fe

-Para  remarcar el auténtico espíritu de las fiestas que se acercan

-Para analizar lo negativo en el horizonte de nuestra trayectoria  y reorientarla

-Para no hundirnos bajo el peso de tanto acontecimiento triste y negro que hace sentirnos esclavos de la violencia y del desasosiego, del estrés y de la desesperanza, de la hartura y del pesimismo  

Al iniciar este tiempo litúrgico tan fuerte y tan denso en contenido (y volviendo a la película del Titanic) recuerdo aquella escena final donde los músicos rechazan un bote salvavidas libre y prefieren (mientras el gigantesco barco se hunde) seguir entonando cánticos a Dios. Lo que muchos de nosotros desconocemos es que, mientras el mar iba succionándolo todo, un sacerdote católico compuso precisamente la letra del famoso canto universalmente conocido y traducido del inglés al castellano: “Cerca de Ti, Señor quiero, morar…hazme tu rostro ver en la aflicción”.  

Adviento; es posible cambiar nuestro mundo con la fuerza del amor que nos trae Jesús

Adviento; es un reloj que marca las horas de lo que está por llegar: Jesús

Adviento; llamada a esperar en Dios y contemplar su rostro aún en medio de la adversidad

Adviento; es tiempo de vivir, ya desde ahora, la Buena Noticia que se nos dará en Belén

Adviento; es no dejar que se hunda nuestra vida en las pequeñas miserias y en el gran océano de la incredulidad y de la frialdad religiosa

Adviento; es, ciertamente, ir hacia Aquel que viene sin perder el rumbo de nuestro viaje.  

Demos gracias a Dios porque cumple lo que promete. Porque salva siempre. Porque habla de mil modos y maneras, con muchos signos, palabras y silencios.

Demos gracias a Dios porque, simplemente y en principio, nos pide algo tan sencillo como poner a punto nuestra vida…estar vigilantes para que no pase de largo.

¡Rompamos y fundamos tantos grilletes y cadenas que nos mantienen permanentemente maniatados y sin aliento!. ¡Cuántos de nosotros nos sentimos presos tras las rejas del mundo!

Me gusta el Adviento, entre otras cosas, porque Dios se hace tremendamente cómplice, libertador y cercano a nosotros.  

¡FELIZ ADVIENTO 2003!