Un creyente y un discípulo

Autor: Padre Javier Leoz

 

“El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios”

UN CREYENTE Y UN DISCIPULO

Todo discípulo es un creyente, pero no todo creyente es un discípulo.
El creyente suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.
El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.
El creyente se gana; el discípulo se hace.
El creyente gusta del halago; el discípulo del sacrificio vivo.
El creyente entrega parte de sus ganancias; el discípulo entrega parte de su vida.
El creyente puede caer en la rutina; el discípulo es creativo. 
El creyente busca que le animen; el discípulo procura animar.
El creyente espera que le asignen tarea; el discípulo es solícito en asumir responsabilidades.
El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a si mismo.
El creyente suele ser condicionado por las circunstancias; el discípulo aprovecha las circunstancias para ejercer su fe.
El creyente reclama que le visiten; el discípulo visita.
El creyente busca en la Palabra promesas para su vida; el discípulo busca vida para cumplir las promesas de la Palabra.
El creyente es yo; el discípulo es ellos.
El creyente se sienta para adorar; el discípulo camina adorando.
El creyente pertenece a una institución; el discípulo es una institución él mismo.
El creyente vale para sumar; el discípulo para multiplicar.
Los creyentes esperan milagros; los discípulos obran milagros.
El creyente es un ahorro; el discípulos una inversión.
Los creyentes destacan llenando el templo; los discípulos se hacen para
conquistar el mundo.
Los creyentes suelen ser fuertes como soldados acuartelados; los discípulos son soldados invasores.
El creyente cuida de las estacas de su tienda; el discípulo ensancha el sitio de su cabaña.
El creyente hace hábito; el discípulo rompe los moldes.
El creyente sueña con la iglesia ideal; el discípulo se entrega para lograr la iglesia real.
La meta del creyente es ganar el cielo; la meta del discípulo es ganar almas para el cielo.
El creyente necesita de campañas para animarse; el discípulo vive en campaña porque está animado.
El creyente espera un avivamiento; el discípulo es parte de él.
El creyente agoniza sin morir; el discípulo muere y resucita para dar vida. 
Al creyente se le promete una almohada; al discípulo una cruz.
El creyente es socio; el discípulo es siervo.
El creyente se enreda con la cizaña; el discípulo supera las escaramuzas del diablo y no se deja confundir.
El creyente es espiga; el discípulo es grano lleno en la espiga.
El creyente es "ojalá"; el discípulo es "Heme aquí."
El creyente, quizá predica el Evangelio; el discípulo hace discípulos.
El creyente espera recompensa para dar; el discípulo es recompensado cuando da.
El creyente es pastoreado como oveja; el discípulo apacienta los corderos.
El creyente recibió la salvación por la cruz de Cristo; el discípulo toma su
cruz cada día y sigue a Cristo.
El creyente espera que oren por él; el discípulo ora por los demás.
El creyente no se trata con miembros de las diferentes denominaciones; el discípulo se hace como los demás para ganar a algunos de ellos para Dios.
El creyente busca consejos de los demás para tomar una decisión; el discípulo ora a Dios, lee la Palabra y en fe toma una decisión.
El creyente espera que el mundo se perfeccione; el discípulo sabe que este no es el Reino de Dios y espera su venida.