Todos los Santos: un juego limpio

Autor: Padre Javier Leoz

 

Siempre que se acerca la fiesta de Todos los Santos me sugiere, ante todo, un mensaje de fortaleza y esperanza: es el día de reconocimiento agradecido a los santos grandes y a los santos pequeños. A los famosos y a los desconocidos. Es bueno pensar que, más allá de la memoria humana, siempre hay un DIOS que a todos y de todos mucho espera.

La Fiesta de Todos los Santos es una llamada a JUGAR EN LIMPIO y, por lo tanto, a homenajear a tantos hombres y mujeres que, tal vez sin ser nosotros conscientes de ello, avanzaron por la vida sabia y limpiamente a los ojos de Dios.  

Se me ocurre la siguiente metáfora al hilo de esta festividad:

Hay un campo en el que todos estamos llamados a jugar: LA VIDA. Y, en ese juego, intervenimos de muchas y variadas formas. En diversos y multitud de colores, en equipos pobres o ricos, en segunda o en primera….pero todos (mucho o poco) jugamos.

-Unos lo hacen de delanteros. Son capaces de arriesgarse en lo que haga falta para llevar adelante el triunfo de una nueva humanidad.

-Otros trabajan desde el centro del campo. Ayudan  a los demás para que el día a día sea más agradable y relajado, bueno y honrado, equitativo y justo.

-Otros más lo hacen como guardametas. Saben encajar las dificultades que entraña la soledad. Ejercitan la paciencia y la humildad. Viven en constante tensión….saben parar como nadie parar los golpes que les viene de frente o de costado.

En medio de ese GRAN JUEGO QUE ES LA VIDA siempre hay un gran “árbitro” que modela y modera las acciones de todos los jugadores. Un “árbitro” que no siempre es bien visto ni tenido en cuenta, que va siguiendo muy de cerca y con juicio certero cada movimiento de los jugadores y que (lejos de regalar tarjeta roja o amarilla) espera  su perfección y su limpieza en obras, actitudes y palabras. Un árbitro que, para unos, interviene demasiado y que, para otros, se desentendió hace tiempo de lo que acontecía en este gran juego de la vida.

Jesús ,que es ese gran ARBITRO, nos recuerda una y otra vez que hay un código de completa actualidad y vigencia por el que –todo jugador- ha de saber orientarse y entrenarse para triunfar santa y sensatamente: EL CAMINO DE LAS BIENAVENTURANZAS.  

a) Los pobres de espíritu: los que pensaron que su aportación quedó en el silencio porque nunca, su existir, fue  una “jugada espectacular”.  

b) Los que lloran: aquellos que fueron vilipendiados y olvidados en el gran banquillo de la indiferencia o expulsados por ser gravosos a la sociedad.  

c) Los sufridos: aquellos que aguantaron estoicamente el chaparrón hasta el final. Los que no se amedrentaron ante la crítica de sus más hondos ideales.  

d) Los hambrientos de justicia. Los que siempre soñaron en esquemas distintos para una humanidad completamente diferente. Los que no confundieron derechos fundamentales con leyes caprichosas.  

e) Los limpios de corazón. Aquellos que no se dejaron llevar por segundas intenciones y zancadillas por conseguir altos fines.  

f) Los que trabajan por la paz. Los que anunciaron y denunciaron que un hombre sin paz lleva a una vida que no es vida. Los que interpusieron, a riesgo de su sangre, entre los que tenían sed de venganza.  

g) Los perseguidos por causa de la justicia. Los que fueron apartados porque no interesaban. Porque su juego era demasiado justo e incómodo para un mundo acostumbrado a la corrupción y a la vulgaridad.  

h) Los calumniados e insultados. Los que nunca fueron entendidos porque grandes eran sus exigencias. Peculiar su forma de entender la vida. Original y gratuita su existencia por estar apoyada en Dios.

Fiesta de TODOS LOS SANTOS y, desde el graderío situado en la ciudad de Dios, una multitud de antepasados nuestros (que supieron perseverar en cristiano)  nos animan, interceden y gozan, disfrutan y se alegran por vernos caminar por aquellas mismas sendas por las que ellos marcharon para llegar al encuentro de DIOS.  

Fiesta de TODOS LOS SANTOS….una llamada a jugar en limpio para que, un día, podamos resplandecer como tantos de nuestros seres queridos (muchos de ellos santos sin saberlo nosotros) lo hacen frente a Dios.