Posicionarse significa complicarse

Autor: Padre Javier Leoz

 

“Dichosos vosotros cuando… os odien por mi nombre”

¿Quién ha dicho que ser cristiano sea un eterno dulce que agrade siempre al paladar propio y satisfaga  al ajeno?. Con el correr de los siglos y habituados a ser cristianos y católicos (por el hecho de haber nacido en una tierra de raíces tradicionalmente religiosas) hemos podido hundirnos en el defecto de confundir vida cristiana con religión popular, iglesia con pueblo, obispos y sacerdotes con simples funcionarios, parroquias con servicios públicos, etc.

La realidad es bien distinta: La FE provoca unas veces adhesiones y otras ( con los mismos contenidos y con idénticas propuestas)  rechazos, comunión y división, aplausos y pitadas.

Esto no es nuevo; Jesús, en el llano,  desgranó  malos augurios para aquellos que comenzaban a responderle con generosidad; les profetizaba que su estilo de vida no iba a ser precisamente un camino de rosas y que, aquellos que se aventurasen a seguirle  con un mínimo de radicalidad, se  complicarían de arriba abajo su existencia.  Entre otras cosas porque, adherirse a El, conllevaba invertir el orden de muchos valores, romper con otras tantas tradiciones, resquebrajar decenas de esquemas o, incluso,  darse de bruces con el poder establecido y dominante.

En un tarde cálida un grupo de niños se acercó hasta la orilla de un río para realizar una competición con barcos. Después de construir cada uno el suyo los incorporaron en la escasa corriente de aquel pequeño riachuelo. Todo iba bien hasta que, en un momento dado, uno de los navíos se detuvo haciendo frente a la corriente y resistiéndose a ir detrás de sus compañeros. Los niños, sin pensarlo dos veces, se hicieron con un puñado de piedras y empezaron a apedrear a aquel buque que había osado detenerse. La sorpresa vino cuando, aguas abajo, no repararon que una pequeña cascada esperaba peligrosamente y donde, aquellas embarcaciones que parecían llevar las de ganar, fueron precipitándose en un pozo sin fondo hasta su total destrucción. Sólo se salvó, para sorpresa de todos, la que hizo “oposición” a la competición.

Una y otra vez ( no olvidemos las últimas semanas) estamos asistiendo a una lapidación a toda propuesta y defensa que hace la Iglesia de su propia forma de entender la vida, las relaciones humanas, el matrimonio y otras tantas cuestiones más. ¡Menuda algarada y reacción  virulenta la que provocó la publicación del Directorio de la Pastoral Familiar de la Iglesia en España!. Se podrá estar de acuerdo o no en muchas cosas pero parece ser que, la libertad de pensamiento, de conciencia y de expresión, es solamente para aquellos que saben amoldarse a los postulados que los tiempos dictan (obligan). Por el contrario  parece no existir el mismo derecho, margen de libertad y de expresión  para aquellos otros que son críticos hacia un modo de vida donde todo vale y todo cuela.

Los Obispos, en este sentido, me recuerdan a esta pequeña parábola que he reseñado anteriormente. Bajan al llano de nuestra vida, ven, reflexionan, se detienen y concluyen que “no en todo” vamos bien “ni todo está bien”. A mi me gusta que existan personas, grupos e instituciones que no digan a todo que “sí”.  Y, en este sentido, los Obispos están en su derecho de iluminar, interpelar, clarificar y educar  las conciencias de aquellos que decimos creer en Jesús pero que podemos correr el riesgo de convertir el café de su evangelio en un puro descafeinado a merced del usuario. Qué duda cabe, que instalarse en contracorriente, es desatar  todo tipo de reacciones, incomprensiones, o como en estos días pasados, dar lugar a un linchamiento a quien se mueva en sentido contrario. En los inicios de la evangelización eran persecuciones que abocaban en sangría y martirios cruentos. Hoy esas persecuciones, de las cuales nos hablan el Evangelio, siguen siendo públicas y bien orquestadas, pensadas y mediatizadas por muchos intereses y capitalizadas por ciertas corrientes ideológicas que nos quieren hacer ver que lo moderno es abrirse y admitirlo todo y que, por el contrario, pararse a pensar “en el llano” y ser crítico con la coyuntura dominante, es de gente poco menos que troglodita y de seres cavernícolas.  

Si no comulgar con ruedas de molino es ser clasificado en la categoría prehistórica…¿por qué no pensar que también la prehistoria tiene cosas buenas que se proyectan y se mantienen en las contracorrientes del hoy?.