Mirando al cielo, perseverando en la tierra

Autor: Padre Javier Leoz

 

Siempre han existido predicciones fatalistas. Las últimas, tal vez las más importantes, en el ya lejano mil. Pero en torno al 2000 surgieron de nuevo los agoreros de la inminente destrucción del mundo. 

Profetas de tercera y videntes religiosos anunciaron un cercano Apocalipsis. Los ejércitos actuales están preparados para destruir varias veces la Tierra. El papel del lejano oriente y del mundo árabe va a ser nuclear y decisivo en los conflictos internacionales que estamos viviendo. Nueva York, símbolo de la civilización de la opulencia recibió aquel mazazo terrorista del 11 de septiembre, la guerra interminable e imparable en Irak con las últimas 22 víctimas con un buen número de muertos italianos, etc. Es una constante en clave ascendente: desde el momento en que amanecemos a un nuevo día nos enfrentamos a una permanente lucha entre el bien y el mal, la felicidad y la amargura, la alegría y la tristeza, el progreso y la destrucción, la opulencia y el hambre, la paz y la violencia, la fe y la incredulidad, etc.

El evangelio de este próximo domingo delata un cierto sabor apocalíptico. Se nota que estamos cerca del Adviento. Necesitamos del Señor para que nos ayude en el arreglo de este mundo tan dislocado que es incapaz de aguantarse y soportarse a sí mismo. Una tierra que (ante esa realidad dura y trágica) lo que menos necesita es espectadores.

Los cristianos en ese sentido podemos ser protagonistas en guardia y retaguardia encaminados en alcanzar, o por lo menos alentar y procurar, un nuevo orden. Sabemos que la fuerza nos viene de lo alto y que, además, Dios nos va hablando de diversas formas y modos en los acontecimientos de cada día. Pero, sobre todo, somos conscientes que hemos de emplearnos a fondo para que cuando venga el Señor (y tarde o temprano llegará) nos encuentre caminando por sus sendas, escuchando sus palabras y comprometidos por El y con El en medio de tanta turbulencia que sacude y enloquece la paz espiritual y material del hombre de hoy. 

Para nosotros, enamorados de la causa de Jesús, el conocer o no la fecha del final de los tiempos es algo secundario y sin importancia. Por el contrario hemos de hacer un esfuerzo serio en invertir creatividad, diseño, tiempo y carisma para que –en la medida que podamos- adelantemos ese cielo en la tierra con nuestras semillas de bondad y de justicia, de verdad y se sinceridad, de perdón y de amor allá donde quiera que nos encontremos, donde seamos requeridos o, incluso, rechazados. Es más, en la recuperación de la humanidad, Dios puede jugar un papel importante. En esta semana pasada Jordi Pujol (Presidente de la Generalitat Catalana) decía: “Europa está como está porque ha perdido ciertos valores éticos y religiosos” . En medio de todo siempre hay una palabra de esperanza que nos viene de Jesús: “yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo”. Os dejo con este texto ilustrativo

Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo,
estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días
en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de 7 años invadió su lugar de trabajo decidido a ayudarlo
en ese propósito: LA FELICIDAD DEL MUNDO.

El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al
niño que fuese a jugar a otro lugar. Viendo que era imposible sacarlo,
el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer
su atención. De repente se encontró con una revista en donde venía el
mapa del mundo ¡Justo lo que precisaba!. Con unas tijeras recortó el
mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a
su hijo diciendo: "Como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el
mundo todo roto, para que lo repares sin ayuda de nadie". 
Entonces calculó que al pequeño le llevaría días componer el mapa,
pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que
lo llamaba calmadamente. "Papá, ya hice todo, conseguí terminarlo". 
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del niño. Pensó
que sería imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un
mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó
la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo
digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los
pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares.
¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz?
-Hijo, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lograste armarlo? 
-Papá, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de
la revista para recortarlo, vi que en el otro lado estaba la palabra DIOS. Así que di vuelta a los recortes y comencé a recomponer esa palabra, que sí sabía como era. Cuando conseguí a DIOS, di
vuelta la hoja y comprobé que había arreglado al mundo...

Poner a DIOS en el centro del mundo (sin temor ni vergüenza) conlleva recuperar y hacer posible en él todo aquello que anhelamos. Apoyarnos en Jesús es dar la vuelta al mundo con esquemas a favor de una nueva humanidad.
Por cierto el domingo, día de la Iglesia Diocesana, también es una buena oportunidad para pensar que –por mucho que digan algunos o muchos en contra de ella- la Iglesia siempre será (con todas sus debilidades y contradicciones) esa llamada y empuje a dar la vuelta al mundo poniendo y teniendo como referencia a Dios. Además…si la Iglesia fuera santa al cien por cien….tampoco tendríamos un lugar dentro de ella muchos de los que, por encima de todo, la queremos y trabajamos con ella y por ella.