La competencia: llamada a dar la talla

Autor: Padre Javier Leoz

 


No hace mucho tiempo, en mi parroquia, les comentaba que nos “sabe hasta malo” comprobar como diversos grupos de hombres y mujeres –trajeados todos ellos- van de puerta en puerta llamando e intentando que se abra alguna de ellas para explicar la Biblia o dar a conocer su mensaje.


Y les hacía ver que, en el fondo, no es que nos sepa malo: pone al descubierto nuestra incapacidad o, incluso, la cobardía para dar testimonio de lo que decimos creer. Como que hemos dejado la “fe” en el frigorífico o en la estantería de un templo: bien conservada, enlatada, tapada y, como mucho, servida a merced del cliente.


Es la competencia de “los otros” que, como dice el evangelio y la primera lectura de este próximo domingo, nos produce una sensación rara e interna...¿tal vez celotipia?
-¿Qué nos van a decir de nuevo estos a nosotros?
-Estos que se manifiestan así....tienen comido el tarro
-La verdad auténtica es la nuestra
-Las formas de evangelizar actuales....no son esas
En el fondo esta nueva situación que estamos viviendo (el encuentro con otras culturas y religiones) nos producen celos y cierto temor. Estábamos habituados a lo de siempre y con las formas de siempre y resulta que, ahora, aparecen unos desde no sé donde y....algunos corren tras ellos tragándose lo que les dan, lo que les dicen o lo que les prometen.
Todo ello, lejos de asustarnos, nos debe llevar a mojarnos más y mejor en aquello que CREEMOS.
-Más convencimiento de la Fe que profesamos
-Más horas a favor de nuestra parroquia y de nuestra iglesia
-Más espíritu de renovación personal y comunitaria
-Más ir al grano en lo importante y menos quedarnos en los aledaños de una fe cómoda
-Más compromiso y menos escurrir el bulto en los demás
-Más consciencia del por qué creemos y ..menos mecanicidad en sus formas

Recordemos aquella historia de un profeta que vagaba de ciudad en ciudad y que optó por quedarse en una de gran tamaño. Se situó en la plaza principal de la urbe y comenzó a predicar sobre el amor de Dios. Al principio de su iniciativa el recinto se quedó pequeño...eran miles y miles de personas los que lo escuchaban. Poco a poco los habitantes de aquella localidad perdieron interés por lo que decía aquel extraño personaje y, uno a uno, todos se fueron marchando. Al final, el profeta, quedó sólo gritando a los cuatro vientos desde el podium situado en medio de la plaza. Entonces un ciudadano se le acercó y le preguntó: “oiga ¿por qué sigue vd hablando si nadie le hace caso?”. Y el profeta le contestó: “porque si yo callase , entonces, me convencerían ellos a mí”.

Ciertamente las comparaciones son odiosas y no siempre justas pero, en el momento coyuntural que nos encontramos respecto a otras religiones que con fuerza y convencimiento se adentran en Occidente, es bueno recuperar y poner una buena dosis de entusiasmo y audacia en la fe y en la religión que profesamos. Un poco más de aprecio y de cariño hacia nuestra Iglesia a la que pertenecemos y, sobre todo, una autocrítica en el sentido de si estamos dando la cara, el callo y la talla como cristianos. De analizar si, tal vez, no nos hemos quedado tan mirándonos al ombligo que hemos perdido la capacidad de emprender diversas iniciativas y hasta la creatividad para que el mensaje de Jesús se siga oyendo y haciendo visible a través de nosotros.
En cualquier caso...este tesoro “JESUS” lo llevamos en vasijas de barro. No es poco reconocerlo.