Juan: el reportero de Dios

Autor: Padre Javier Leoz

 

“Isabel, tu mujer, te dará un hijo y le pondrás de nombre Juan” (Lc 1,5 y ss)


Una de las estampas más típicas de antaño, de muchos pueblos de España, eran aquellos “pregoneros” que anunciaban la llegada de ambulantes y actuaciones, ventas y compras, teatros o circos, acontecimientos y convocatorias. ¡Aún retengo el amanecer otoñal abierto por el redoble de un tambor presagio de un bando oficial o de una noticia de interés general¡¡ Se llamaba a prepararse, a salir, a ponerse en movimiento. 


Juan Bautista es ese pregonero que anunciaba lo que estaba por venir; muchos, siguieron dormidos y seguros en y de sus leyes; otros despertaron pero les costó asumir que hablase en nombre de “alguien”; los más remisos lo señalaban porque, su spot publicitario, les resultaba hiriente y excesivamente madrugador; Otros más escuchaban el pregón pero hacían como que no oían o, mejor dicho, escuchaban para que nadie les contara y algunos, ciertamente, vieron en él la mano poderosa de Dios.

Hoy, por casualidad, he leído de nuevo aquel relato del Príncipe Feliz (Oscar Wilde). Personaje y golondrina tan confidentes y tan cómplices que ésta dio su último aliento para que se cumplieran los deseos de aquel.

Ese es Juan Bautista. El que supo cumplir con su papel de mensajero. El que quiso brillar con luz de segunda sabiendo que los ojos del gran Príncipe de la Paz la habrían de destellar doblemente.

Como palacio tuvo el arenal del desierto

Como manjares la miel y los saltamontes

Como vestido los despojos del camello


Ese es Juan Bautista. El redactor y relator un telediario que se organizó en el Antiguo Testamento para emitirse con nuevas formas y divina persona en el Nuevo: DIOS HECHO HOMBRE…DIOS SALVADOR…DIOS EN CRISTO


Ese es Juan Bautista. El presentador del que traería la salvación y la alegría a nuestro mundo. El reportero que se jugó la vida en la cárcel por ser tan arriesgado heraldo de tal noticia. El que, no conforme con sus vértigos, reenvió a otros mensajeros para seguir estando al tanto del que era Buena Noticia.

No necesitó, como enviado especial, credenciales, mansiones de primera y ni, tan siquiera, de objetivos de corto ni largo alcance. Su intuición le dictó que Jesús estaba muy cerca y eso le bastó.

Eso sí, la exclusiva de la llegada del portador de la Buena Noticia, la pagó con lo más preciado: CON SU MARTIRIO.


¿Qué suponen estos días como anuncio de los próximos días de la Navidad? ¿Consumo?¿Fe y paz? 

¿Qué mensaje quisiera que me regalase el Nacimiento de Cristo?