La historia de la roca... y el misionero

Autor: Padre Javier Leoz

 

Un hombre vivía felizmente cuando de repente, cuando estaba descansando, una luz iluminó su habitación y apareció Dios. El Señor le dijo: “tengo un trabajo especial para ti. Irás a un lujar remoto donde encontrarás una gran roca. Tu misión será empujarla con todas tus fuerzas”. 

El hombre dejando amigos y hacienda, poder y prestigio se puso en camino hacia aquellas lejanas tierras  e hizo lo que el Señor le pidió día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso –ante la indiferencia y asombro de muchos, ante la risa y las dificultades de otros -  el hombre empujaba la fría y pesada piedra con todas sus fuerzas...y ésta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su casa  muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.  

Aprovechando esta situación de desaliento y la sensación de fracaso el maligno decidió hacerse presente en la labor de aquella persona  trayendo pensamientos a su mente: "Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido…déjalo ya". El misionero comenzó a tener la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que, en cierta forma, al no mover ni un solo centímetro aquella roca había fracasado. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.  

El maligno  le dijo: "¿Para qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente". “No te molestes en mover aquello que no lo necesita”: “dáte la buena vida y olvídate de todo”.

 

El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes, buscando un crucifijo, decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado todas  mis fuerzas por conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni siquiera  un milímetro.  

¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ". 

 El Señor le respondió con compasión: "Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tu aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mi sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste?. Mírate ahora: tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras.,tu corazón lleno de ideales, tu personalidad realizada. Y, mira a tu alrededor, hay otras personas que empujan a multitud de rocas sin que tú lo sepas siguiendo tu ejemplo.

 A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades  ahora son mayores que las que tuviste alguna vez.

 

Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mi. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, Yo moveré la roca".  

No puedo menos, que con esta ilustración, recordar a esas decenas de miles de hombres y mujeres que fieles a esa llamada intentan en la aldea más perdida o en el continente más lejano, la parroquia más populosa de misiones o en la ciudad más conflictiva, en los países más subdesarrollados o en los sistemas más cerrados……empujar esa gran roca que es la injusticia y la violencia, el hambre, la pobreza, la falta de fe y de esperanza en tantos hombres y mujeres de nuestra tierra.

Esa roca, de la que nos habla esta historia, es el lugar de trabajo (no solamente de los misioneros/as) sino también el nuestro. Nos puede parecer un imposible llevar adelante nuestra fe en este mundo tan convulsivo y sujeto a tantos cambios. Es bueno, por lo menos para mí, pensar que la fe que mueve montañas es una llamada a ser conscientes de que es DIOS finalmente quien las mueve. Esto nos debe infundir ánimo y esperanza en el cometido que estamos desarrollando y caer en la cuenta de que lo importante, al fin y al cabo, es empujar.

Que Santa María nos de unas buenas vitaminas de entusiasmo en la acción, perseverancia en el día a día, alegría en el trabajo, fortaleza en las decisiones, luz en las dudas, clarividencia en la oscuridad, protección en las horas amargas, salud en la enfermedad y testimonio de lo que decimos creer y llevar en nuestras manos: A JESUS  

Hoy o como ayer, con nuestros misioneros, con Santa María estamos llamados a la Misión. Estamos llamados a “empujar”.