Fieles difuntos

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

 

a de todos los fieles difuntos. De soñar y de pensar en ese gran rascacielos eterno donde siempre hay una morada libre para el que cree. El día de Todos los Santos y Todos los Difuntos es un perfecto acorde de dos celebraciones con una misma nota: la eternidad.

Con esa intencionalidad vivieron y se dejaron seducir por DIOS aquellos que fueron fieles suyos en su trayectoria en la tierra y que murieron sin dar un paso atrás en ese convencimiento: creo que, al final, como a Cristo Dios me resucitará.

El camino, ese camino por el que preguntamos en más de una ocasión los nuevos “Tomás”, nos fue señalado por aquellos que han marchado delante de nosotros (a tiempo y destiempo, jóvenes o maduros).

El día de Todos los Difuntos es un entrar en el corazón y en el alma para escuchar, como si fuera la primera vez, “no perdáis la calma”.

 

La podemos perder: cuando impotentes y preocupados asistimos a las limitaciones de los espacios y de los tiempos donde vivimos.

La podemos perder: cuando nos creemos eternamente estables en esta tierra y, la hermana muerte, llama a nuestro orgullo recordándonos que –además de engreídos y estar equivocados- somos existencialmente caducos.

La podemos perder: cuando la FE se debilita y, en vez de vivirla como apertura a Dios, nos cerramos en banda a toda posibilidad de salvación.

En medio de todo, ese es el contrasentido de la muerte, nos duele pero abre delante de nosotros una realidad distinta. “La muerte es la clave de oro que abre el palacio de la eternidad” (Milton).

Creemos, y lo debemos hablar en este día, que la muerte no tiene la última palabra. Que hay dentro de nosotros un embrión que despuntará aún cerrando los ojos a este mundo aún cuando muchos se empeñen en abortar esta esperanza.

Creemos, y lo celebramos, que nuestros seres queridos llevaban escondida un alma bendecida y traspasada por el mismo Dios. Un alma que es elevada y preservada en el final de nuestro recorrido. Acogida y convocada al encuentro personal con Dios. Por ello mismo adornamos en este día nuestros camposantos. Por ello mismo rezamos en recuerdo de nuestros familiares difuntos: es testimonio de que nuestra vida no está truncada ni despedazada por el accidente de la muerte sino prolongada sin limitaciones en Dios.

Cuántas veces, desde distintos vértices sociales y religiosos, se nos invita a ser solidarios. Hoy, como cristianos, nos sentimos especialmente solidarios con aquellos que partieron a través de nuestra oración sincera, cuya fuerza, significado y valor sólo lo conoce Dios.

Hoy, ¡qué menos!, ¡ que seamos solidarios con los que nos han precedido!.

¡Seamos solidarios y agradecidos!

Con nuestros padres porque nos dieron, gratuita, espontáneamente y sin medida, la vida.

Con nuestros amigos porque quisieron compartir muchos momentos importantes de sus días con nosotros. Por sus confidencias que fueron sello de amistad.

Con nuestros maestros porque nos enseñaron o con nuestros vecinos que nos tendieron su mano cuando más lo necesitábamos.

Con nuestros sacerdotes. Porque nos bautizaron y despertaron en nosotros el entusiasmo por Jesús y nos hablaron de Él.

Con aquellos, que en definitiva, dejaron impronta en nuestro ser.

Seamos solidarios y agradecidos con tantos difuntos anónimos con los cuales Dios entretejió nuestra vida de cada día. Y pidamos por aquellos que fueron nuestros enemigos, que nos hicieron daño, pero que como cristianos nos movilizó al amor que es el perdón.

La oración, en este día, será nuestra comunión con Cristo: nuestra llamada telefónica sentida y sincera preocupándonos por aquellos a los cuales, tal vez, les falta un pequeño empujón para adentrarse en la gloria.

Las flores, serán en este día, esperanza de los que sabemos estaban revestidos de una belleza divina por el Bautismo.

El recuerdo, y la emoción también, denotará que parte de los sentimientos que compartimos con aquellos que marcharon siguen vivos a pesar de haber sido virtualmente cortados por la muerte.

Fieles difuntos. La expresión lo dice todo: nada ni nadie (incluída la muerte) les arrancó su Fe.