El mendigo y el Rey

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

Llegamos al final de este año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey.  En Jesús todo tiene su razón y su existir, su principio y su culminación. El es quien da sentido a las cosas y a las personas, a la Iglesia y –en definitiva- a todo lo creado: JESUS ES EL SEÑOR¡¡¡. ¿Podemos encontrar una aclamación con tanta belleza, ternura y contenido?

Ante la festividad de la realeza de Jesús recuerdo la siguiente parábola del poeta hindú Tagore:

Iba yo pidiendo, de puerta en puerta por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de Reyes.  

         Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.  

La carroza se paro a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto, tú me tendiste tu diestra diciéndome: "¿puedes darme alguna cosa?".  

¡Ah, qué ocurrencia de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un grano de trigo y te lo di.  

Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un grano de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón y habértelo dado todo.  

Es fácil en este relato intuir como el rey representa a Jesús y el mendigo a cada uno de nosotros.¿Qué nos puede exigir o solicitar Dios de antemano si El lo tiene todo?.

El Reino de Dios supone confiar; saber que este mundo lo hemos de dignificar desde los parámetros del Evangelio; que nuestra pobreza o torpeza no deben obstaculizar los planes que Dios tiene con nosotros.

¿Tú eres rey?. Nos puede interpelar, no Pilatos, y sí el mismo Cristo en lo más hondo de nuestras conciencias. Jesús tuvo la valentía de bajar a pie llano. Dios ha dispuesto, por si fuera poco,  que dentro de no muchos días nazca en un humilde establo en desnuda cuna.

Su Reino nos cuesta asimilar y entender: el reino de la pobreza como camino para llegar hasta el cielo, el cetro de la justicia como trampolín que nos eleva al Padre, la corona de la sencillez y de la obediencia como joyas que ha de lucir un buen servidor suyo.

Es bueno pensar, con la parábola de Tagore, que Cristo se rebaja siempre que haga falta para buscar colaboradores de ese reino  invisible a los ojos del mundo pero que, en el atardecer de la vida, se cumplirá y se completará hasta en la última coma.

Es bueno creer que Cristo, aún siendo real, desciende de la carroza de su poderío y de su divinidad para hacernos llegar y palpar que la misericordia de Dios supera y asume todas nuestras debilidades.

Me gusta este singular reino que no conoce más límites que los corazones -¿duros a veces?- de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

-Un reino que se mantiene y sobrevive no con fuego ni sangre y sí con pequeños actos de servicio

-Un reino que no se acomoda en grandes palacios cuanto en las almenas del corazón de cada seguidor de Jesús

-Un reino regido por un gran rey que presenta cara y batalla en favor de sus amigos ( no súbditos) no sólo con la persuasión de la  palabra y sí  en el cuerpo a cuerpo: con su sangre ante el resto de los poderosos del mundo

-Un reino que aún estando lejos, desde el horizonte, se divisa cuando su bandera flamea en forma de cruz disparándose al cielo e hincándose en la tierra

-Un reino que, sin saberlo, va creciendo de día en día con la lucha  de los mejores vasallos de Jesús que somos aquellos que nos decimos sus seguidores

Ciertamente que somos esos mendigos  llamados por el “gran rey” a echar mano de lo mejor de nosotros mismos (aunque sea poco) para hacer más rico su reino. Con tan excepcional rey a uno no le importa ser su emisario  y su heraldo. Un rey, y esta es su originalidad,  que aún siendo autosuficiente nos necesita para dar extensión y perfección a sus dominios allá donde quiera que nos encontremos.

Fiesta de Cristo Rey:

¡Gracias Señor por detenerte al borde de nuestro camino!

Por hacernos sentirnos tan importantes en la construcción de tu reino

Porque nos diriges con amor y con comprensión

Porque desciendes de los palacios y muerdes el polvo que tantas veces nos deja ciegos

Porque siempre apuestas por lo mejor del hombre

Porque siendo rey te arrodillas en un acto de generoso servicio

Porque tu cetro y tu corona son lo  contrario de lo que en este mundo simbolizan: poder, bienestar, dinero, vasallaje…..  

Ayúdanos, Señor, a descubrir en qué momentos somos “reyes” con minúscula (serviciales y cercanos, humildes y comprensivos, valientes y emprendedores, veraces y honrados, etc.) , y en qué horas somos “Reyes” con mayúscula (señores y lejanos, orgullosos y altivos, cobardes e ineficaces, falsos e incoherentes,etc.)        

            Ayúdanos, Señor, y ya que te dignas como “rey” a conocernos, a poner lo mejor de nuestro esfuerzo en favor de tu causa:

         -Como palacio te ofrecemos: nuestro corazón

         -Como actitud de entrega: nuestro servicio ilimitado

         -Como cetro: nuestra mano siempre tendida

         -Como corona: nuestra vida laical, sacerdotal o religiosa ofrecida todos y cada uno de los días.  

         ¡Gracias, Señor, porque aún siendo rey ….. .siempre esperas y pides  algo de lo que llevamos dentro!