El "ADN" de Jesús

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

 

“Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle” (Lc 9,28b-36)

Un día salimos de excursión, con unos jóvenes de mi parroquia, a un monte de nuestra tierra. Una vez situados en la cumbre comenzaron, espontáneamente, a surgir diversos comentarios sobre la experiencia: “¡qué paisaje se divisa desde este alto!”; “¡qué pequeños se ven aquellos pueblos!”; “¡qué plantas tan originales!”. Así, uno tras otro, hasta que llegó el momento de encararse y de descender a las cosas vertiginosas de todos los días.

A la semana siguiente, en una evaluación sobre la actividad, uno de los monitores interpelaba a los jóvenes: ¿tanto os impresionó el paisaje que fuisteis incapaces de aprovechar para respirar profundamente el oxígeno que os regalaba aquella montaña?. Los jóvenes cayeron en la cuenta que, ciertamente, se quedaron con el paisaje sin percatarse “de la vida invisible a sus ojos” que les daba el aire puro y vivificante de aquella cumbre.

“Este es mi secreto, un secreto muy sencillo; sólo se puede ver bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos” (A.de Saint Exupéry) 

También a nosotros, con el evangelio de hoy, Jesús nos invita a adentrarnos y comprender su identidad. Subir junto a El, camino del calvario, es quedarnos embelesados por la cercanía de un Dios que se manifiesta claramente en El. 

La Transfiguración nos invita, por capilaridad, a contemplar y ver, tocar y fusionarnos , sin duda alguna, a su persona. 

n estos tiempos, en los que tanto interesa el “ADN” de las personas, se me ocurre pensar que el Monte Tabor es un lugar privilegiado donde aprendemos a vislumbrar, a intuir que Jesús encierra algo grande que escapa a nuestra razón pero que colma de vida el corazón que todos llevamos dentro.

La Transfiguración de Jesús, en este segundo domingo de cuaresma, nos descubre la identidad de Jesús: HIJO DE DIOS

Pero, aún así, muchos seguirán sin creer jactándose de sentenciar que ni hubo monte, ni hubo manifestación, ni nubes que se abrieron de par en par vociferando el Misterio.

Otros se quedarán en el Jesús histórico sin más trascendencia que su nacimiento, su muerte o el movimiento de liberación que pudo, en su tiempo, haber desencadenado.

Y, algunos más, ¡ojalá nosotros”, concluiremos que la Transfiguración es una transfusión y adelanto de la gloria que nos espera después de la muerte y con la resurrección de Jesús. 

Tabor…es subir para comprender y entender la persona de Jesús

Tabor…es bajar al terreno de cada día con nuevas actitudes, con nuevo brillo en el rostro, con el corazón sobrecogido por la experiencia de haber estado cerca de Jesús

Tabor…es levantar, en medio de nuestro mundo, no tres tiendas (y si cientos de miles) para que muchos hombres y mujeres descubran que el resplandor de la Gloria de Dios sigue brillando para todo aquel que se aventure (con esfuerzo, seguimiento, escucha, valentía y audacia) a buscarla. 

¿Nos atrevemos a subir a ese monte?