Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Volviendo de nuevo a la casa del Padre

Autor: Padre Javier Leoz  

 

 

“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo” (Lc15)  

 Cada vez que celebramos unas exequias en mi parroquia me gusta sugerir al coro que, al recibir el cuerpo sin vida de aquel ser querido, se entone uno de los cantos que mejor armoniza con el Evangelio del hijo pródigo: “Hoy vuelvo de lejos”.

Es un canto que centraliza perfectamente lo que se vive en ese momento cuando regresamos, quien quiera que seamos, de ese largo viaje emprendido y pateado palmo a palmo en la tierra con diversas actitudes a la casa del Padre:

-Aquel que ha llevado, por diversas circunstancias, una vida tortuosa y alejada de Dios es recibido en la casa de Dios para que  lo acoja con lo que más a Dios gusta emplear: su misericordia

-Aquel otro, que gastó inútilmente sus talentos, se pone de rodillas en el cenit de su vida esperando  lo que sólo Dios es capaz de dar con creces: olvido de sus pecados por  no haber estado a altura de las circunstancias o haber sido un  simple cántaro agrietado en su vida loca y vacía.

-Aquel otro que intentó cumplir con unos mínimos o aquel otro vanidoso por haber cumplido al cien por cien con su cometido de hijo…es puesto a los pies de la cruz para que Dios perdone también su orgullo, soberbia o su egocentrismo.  

E  la figura del PADRE la que, tal vez, no resuena con excesiva fuerza en muchos momentos de nuestra vida.

Cuando nos sentimos dueños y señores de lo que acontece.

Al pensar que es más fácil vivir sin referencia a El y nos perdemos en una huída sin ton ni son con mucho ruido, errantes, pesarosos y sin horizonte.

Si creemos que el destino depende exclusivamente de los hilos humanos y nos revelamos cuando, ese mismo destino, nos devuelve mil y una bofetadas cruentas en el rostro de la felicidad que profesábamos.  

  Es la figura del PADRE la que, tal vez, tiene vigencia especial:

Cuando en el atardecer de nuestras locuras sentimos que una vida sin Dios son años sin vida.

Al rebobinar la película de nuestras correrías y ver las secuencias que nos han producido cicatrices y soledades, lágrimas y sufrimientos, desgarro y hasta divorcio con nuestra propia dignidad humana

Cuando echamos una mirada atrás y vemos humear la casa del Padre donde El sigue esperando, cociendo y tostando en el horno de su misericordia el pan del perdón y de la generosidad, del encuentro deseado o de unas faltas que (para el Padre) nunca existieron en el hijo.

Cuando en el roce con el mundo somos testigos de ingratitudes y de menosprecios y añoramos las caricias de la casa paterna, la palabra oportuna, el consejo certero o el abrazo de consuelo.

Cuando nos sentimos incomprendidos por aquellos de los cuales esperábamos tanto y nos dejaron enterrados, crucificados con el recuento y el recuerdo de nuestros defectos.  

Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar fuera y lejos de nuestra propia casa. No somos unos impuros y otros puros ni, otros, plantas venenosas y otros  plantas perfumadas. Eso sí…Dios a todos trata por igual. ¡Qué matemática tan rara la de Dios!.

Dios respeta nuestra libertad. Sufre, estoy convencido,  al sentir y contemplar a este mundo nuestro tan de espaldas a El. No me cuesta esfuerzo imaginar a un Dios, con lágrimas en sus ojos,  al comprobar cómo la vieja Europa va alejándose montada en el Euro o muriendo en trenes de muerte, amenazada por la inseguridad o la ansiedad de los que tienen sed de sangre.

Sufre Dios,  pero deja que actuemos en libertad, e incluso a pesar de que muchos hagan dentellada o lancen pedradas contra la casa del Padre. Hoy el hombre, que escapa lejos de Dios, que vive embelesado en su propio rigor y sistema, siente de momento pocas ganas de volver hacia atrás.

¿Qué ocurrirá cuando el capital vacíe de falsas alegrías el corazón del hombre?

¿Qué ocurrirá cuando el hombre sienta que está arruinado porque gastó lo que aparentemente ganó?

¿Se acostumbrará el ser humano a cambiar el traje de señor por el de esclavo?

Esta tierra nuestra, será hija pródiga, el día en que le fallen sus esquemas, en el instante en que explote su arrogancia. Tarde o temprano su pensamiento será ocupado por lo que perdió y, cuando estuvo lejos, valoró y pidió: DIOS

En nuestros colegios y comunidades, parroquias y grupos se va a iniciar un nuevo curso apostólico. Todas iniciativas que se retoman son  un buen “buscador” para encontrar esas sendas de vuelta atrás y dar con los caminos que van derechos a la casa donde se vive más y mejor: la casa del Padre

Acaba el verano y nos adentramos en el otoño; ojalá nos despojemos de tanta hojarasca y vuelva a resurgir, con la ayuda del Señor, nuestro aprecio por las cosas de Dios.