Domingo XVI del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Javier Leoz

 

Sentarse ante el Señor: El mejor descanso

“Sólo una cosa es necesaria” (Lc 10,38-42)

No hace mucho tiempo, visitando a un enfermo que se encontraba rodeado de toda su familia, observé cómo sus hijos se afanaban en agasajarle con todo lo mejor. En un momento dado una hija le preguntó: “¿padre, estas bien? ¿quieres algo más?” Después de una breve pausa y con voz débil, el padre, les contestó: “simplemente quiero estar con vosotros; no me hace falta nada más”. A aquel hombre le importaba muy poco o nada lo material; lo que de verdad quería y necesitaba era a ellos. 
El evangelio de este domingo es una llamada a permanecer en la presencia del Señor. Con cierta frecuencia (en nuestras celebraciones y en nuestra pastoral) ponemos tanto empeño en tener todo a punto que puede más la inquietud que la serenidad, la perfección que la espontaneidad, el estrés que el afán por acoger con sencillez a Dios. 
Tal vez sobran medios e inventos en nuestras iglesias, consejos y grupos, dinámicas y reuniones en otras tantas comunidades (aunque sea importante)y, por el contrario, brillan por su ausencia y hacen falta adoradores: hombres y mujeres que se sienten, al calor de un sagrario o a la sombra de un crucifijo, hablando o dejando que diga algo el silencio de Dios; cristianos que saquen chispa y jugo al paladar leyendo o masticando la Palabra de Jesús.
Frente a la inquietud es bueno el saber pararse con uno mismo. Preguntarse por el fondo y el por qué de tantas cosas que uno realiza en el día a día sin ton ni son.
Frente al nerviosismo es saludable la tranquilidad. “No por hacer mucho se es feliz”.
En cierta ocasión un sacerdote se puso delante del Señor y comenzó a enumerar el completo programa de actividades cumplido en ese día:
-Señor he madrugado y he bajado al despacho para atender a numerosos feligreses
-Señor; he visitado cuatro enfermos que necesitaban auxilio
-Señor; he puesto en orden la biblioteca parroquial
-Señor; tu sabes que, durante toda la tarde, he estado atendiendo a catequistas y padres
-Señor; he estado al frente de algunas decisiones para las obras que tengo pendientes en tu templo
-Señor; me he cansado en las sucesivas reuniones con los sacerdotes y grupos
-Señor; he tenido que acudir a las entidades bancarias para interesarme por la caridad de mi parroquia
-Señor; he planteado programas que serán de vanguardia y rompedores en mi acción pastoral para el próximo curso
Y así, después de una larga lista de pequeñas o de grandes acciones, el sacerdote clavó los ojos en el crucificado preguntándole; ¿qué más quieres que haga, Señor?. Jesús, desde la cruz, le contestó: “has olvidado lo más importante; el estar un momento conmigo…te has olvidado de mí”. 

El verano, en este sentido, nos puede aportar lugares para la contemplación y el descanso. Pero, no por ser verano, podemos concluir que el oxígeno para el alma o el descanso para el cuerpo lo tengamos asegurado. El trajín, las salidas y las venidas, las subidas y las bajadas, el monte o el mar, el aire o la playa….nos pueden convertir en “nuevas Martas” con un final estival agotador, desolador, abrasador y vacío de contenido.
Más razón que un santo tiene el Señor cuando nos dice; “sólo una cosa es necesaria”. Me quedo con aquella que Jesús propone: sentarnos frente a El de vez en cuando y dejar que repose, refrescándose, el alma que todos llevamos dentro. 

Javier Leoz