Domingo XII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Javier Leoz

 

“Y vosotros; ¿quién decís que soy yo?

Atrás ha quedado la Pascua.....y en el amanecer de aquel gran día nos regaló rescoldo la VIDA que se impone sobre la muerte

Atrás quedó Pentecostés......y nos dejó como secuela la fuerza, el empuje del Espíritu para el apostolado

Atrás contemplamos la Trinidad.....y nos quedamos sorprendidos ante ese Misterio que es familia y amor en el Padre con el Hijo y el Espíritu

Y, todavía hoy, se sostienen en el aire los compases musicales, el aroma del incienso y el tributo que se hizo homenaje a un Jesucristo que saltaba del templo a las calles en destellante custodia haciéndonos entender y comprender que la fe hay que vivirla, no entre muros, y sí comprometidamente en el mundo con la fuerza de la Eucaristía. 

Y, después de todo esto, viene la pregunta del millón: ¿quién dice la gente que es Jesús? ¿qué dices tú y qué digo yo sobre Jesús? ¿nos dice algo Jesús en la vida ordinaria? ¿nos preocupa de verdad, interesa al mundo el saber algo sobre la vida y la persona de Cristo?

Recientemente, no sé si a tiempo o a destiempo, algunos obispos de España nos alertaban sobre un intento de “oficializar la laicidad”. Lo cierto es que resulta difícil (casi tanto como encontrar una aguja en un pajar) dar con cristianos militantes que den razón y defiendan la vida cristiana en sus respectivos lugares de trabajo. Resulta raro y extraordinario descubrir a cristianos enfrentándose con respeto, pero con firmeza, a una realidad que con pretensiones de desmoronar todo lo que suene a cristiano. Y, lo peor de todo, es que tal vez no es que muchos bautizados no demos razón de nuestra esperanza... lo peor de todo, tal vez, puede ser que no tenemos experiencia profunda de la presencia de Jesús en nuestras vidas.

Tal vez, la vida de muchos de nosotros los cristianos, se parezca un poco al instinto del avestruz que esconde la cabeza bajo su plumaje o incluso en la tierra creyendo que así pasará el peligro. 

No nos podemos contentar ni quedar satisfechos con una referencia cultural al hecho religioso. Es la hora de provocar, en sentido positivo, un interés hacia la persona (no solamente histórica y sí también divina) de Jesús.

Es el momento de preguntarnos, a los que todavía quedamos en el interior de los templos, sobre nuestro conocimiento y sobre la idea que tenemos de Jesús. 

¿Cómo vamos a dar testimonio de Alguien desconocido?

¿Cómo vamos hablar de aquello que desconocemos?

¿Cómo vamos a entusiasmar si primero no lo sentimos y no lo vivimos?

¿Cómo vamos a vivir de su presencia si no nos preguntamos cómo es ni hacia dónde va?

¿Como lo vamos a sentir si preguntamos de todo y por todo menos, las más de las veces, por aquello que es importante?

¿Cómo nos va a contestar el Señor quién es... cuando, tal vez, ni nos hemos molestado en interesarnos por El? 

Tal vez, con más urgencia que nunca, ha llegado el momento de preguntar a quienes se acercan hasta nosotros para bautizar o comulgar, contraer matrimonio o confirmarse, recibir la unción, recibir el orden sacerdotal o simplemente confesarse; y tú.... ¿qué dices de Jesús?. Porque ahí está la clave de todo lo demás.