Domingo III de Adviento Ciclo A

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

"¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"(Mt 11,2-11)


Había expectación por el que tenía que llegar y del cual tanto se había hablado. Pero muchos lo esperaban desde una dirección equivocada: lo soñaban en carruajes y venía en pesebre. Lo veían rodeado de oropeles, pompas, sedas y huestes pero vino arropado por la sencillez de una madre y agasajado por la soledad de la noche.

¿Hoy existe interés, nerviosismo o curiosidad por Aquel que ha dado razón a nuestras navidades cristianas?

Aún hoy, desde las cárceles en las que viven muchas personas, (intereses, egoísmos, dudas, decepciones, depresiones, soledades, incomprensiones, etc.,) se siguen escuchando lamentos y gritos detrás de esos barrotes: “¡Cuándo vendrás Señor!”

Juan se jugó el tipo por Jesús. Se quedó de piedra cuando, como uno más en la fila, pidió el Bautismo entre uno de tantos.

Juan era así: estaba convencido de lo que hacía y de lo que decía. El presidio, para él, no fue sino la confirmación de que estaba en la línea adecuada: merecía la pena sufrir todo aquello por señalizar al que tenía que venir.

-También nosotros ahora, como entonces el Bautista, podemos tener muchos interrogantes sobre la forma de intervenir Dios en nuestra historia. 

-Su reino no es de violencia como muchos creyeron entonces ni puede ser de imposición como muchos pretenderían ahora. 

-Su reino no es de “estos sí y de aquellos no” con el que muchos se hubieran alegrado entonces y otros más aplaudirían ahora. 

-Su reino, por el contrario, es un reino que aglutina el antes y el después de cada persona que es capaz de hacer un hueco en el corazón a Dios esperándole y alegrándose por su venida.


Jesús, siempre desconcertante, entra por la puerta más imprevisible y por la que menos nos puede gustar a los que nos decimos sus seguidores: la humildad y sin meter demasiado ruido.

¿Eres tú el que ha de venir? Preguntó, y lo seguimos haciendo muchos que queremos profundamente a Jesús pero que, a veces, sentimos que nos prueba demasiado, que tensa hasta el límite la cuerda de nuestra paciencia, perseverancia, seguimiento o constancia.



Es cuestión de abrir bien los ojos; 


-De ver que, hoy como ayer, Dios sigue haciendo de las suyas y de ¡órdago a la grande!

-Que hay sanos pero recuperados gracias a su mano providente

-Que hay personas alegres que regresaron del túnel de la tristeza porque se toparon frente a frente con Jesús

-Que hay otros miles que han dejado todo (hasta la fama) porque Jesús les decía mucho y les llenaba más que lo puramente material

Hoy, no puede ser de otra manera, Jesús nos sigue diciendo a través de su Iglesia y de sus sacramentos, de los acontecimientos (buenos y malos) o de momentos puntuales; que sigue viniendo y viviendo; que su Palabra lejos de defraudar se convertirá en un motivo de alegría y de gozo para esta tierra paralizada y enferma, coja y hambrienta de justicia.

Hoy, como ayer, Jesús nos invita a abrir los ojos para que nos asombremos de que realmente El es el único que nos puede ofrecer auténticas razones para vivir y esperarle en la próxima Navidad.

¿Esperamos de verdad a que Jesús venga en Navidad o esperamos algo distinto que nada tiene que ver con El?