Cuaresma: Es dar belleza al corazón

Viernes después de ceniza 

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

 

“NO AYUNÉIS COMO AHORA” (Isaías 58,1-9) 

Ayer, al hilo del Evangelio, “ ¿de qué te sirve ganar el mundo si luego pierdes tu alma?” les comentaba, a mis feligreses, que tampoco íbamos a ser tan ilusos de concluir que la materialidad no influye en la felicidad aunque no sea determinante. Lo externo (dinero y comodidades, etc.) nos aporta bienestar cuando lo ponemos al servicio del hombre no al revés. Para ello tendremos que hacer esfuerzos, ya no tanto por procurar el máximo confort, cuanto por “embellecer” el interior de cada uno ayunando de aquellos productos que malogran la bondad y disimulan la cara más noble de nuestro corazón. Algunos tonificantes cuaresmales pueden ser, entre otros muchos, los siguientes:


El tonificante del Alma es el Perdón: 

Cuesta mucho. No se adquiere en cualquier comercio. Pero el que lo conquista, desde la humildad, no solamente lo ve como un favor hacia alguien sino como un beneficio personal. Entre otras cosas, quien perdona, su cruz resulta menos pesada y mejor llevada. La impureza del rencor hace que no descansemos con la conciencia tranquila ni que vivamos con toda la intensidad que requiere la alegría de la fe. El precio: vencerse a uno mismo. 

El hidratante del Alma es la Oración: 

Quien más y quien menos tenemos la experiencia de nuestros rostros puestos al sol. El resultado no solamente es un enrojecimiento de las mejillas sino, incluso, quemaduras de primer, segundo o tercer grado. La vida de muchos cristianos (por ser combate) está expuesta a muchos abrasamientos : el secularismo y el paganismo, la frialdad religiosa y la tolerancia de otros modos de vida. Ahí tenemos la encuesta: sólo un 35 % de los jóvenes de España creen en Dios frente al 95 de los años 60. A penas el 12% asiste regularmente a la eucaristía.

Sin oración el interior de un creyente (dígase el alma) se marchita como fruto de la desecación que produce el ambiente contrario y crítico hacia la fe. El precio: saber buscar un silencio y un lugar. 

El gel del Alma es la Alabanza: 

Alabar a DIOS supone poner todos nuestros pensamientos en El. Es airear públicamente o en privado, y sin vergüenza, lo que decimos tener y creer por dentro. Aún sabiendo que nuestras bendiciones no enriquecen a Dios intuimos que, elevamos nuestras voces y nuestras vidas hacia Dios, El mira y limpia nuestras entrañas. El precio: ser sincero y confiado 

La crema nutritiva del Alma es la Palabra: 

Nuestro cuerpo, enfermizo y condicionado por mil alimentos sintéticos y superficiales, agradece de vez en cuando, aquellos otros de primer orden y puros. El hombre, cansado de tanta palabrería barata, necesita de Palabras que sanen y salven. De Palabras que cumplan lo que prometen. La Palabra de DIOS, especialmente en cuaresma, es fortaleza en la debilidad, respuesta en la confusión y serenidad en la turbación. El precio: 20 minutos de eucaristía diaria, un minuto para el Evangelio. 

El protector del Alma es la coraza de la Fe: 

La FE nos sitúa ante la vida. Lo grande se nos hace pequeño. Lo sencillo se convierte en novedoso. Las dificultades se convierten en anécdotas y los fracasos en escalones que nos van elevando hacia metas más altas. Con FE el alma se hace tan pura y valiosa como el oro en el crisol. La FE, si dejamos a DIOS actuar, es capaz con nosotros hasta de mover montañas. El precio: ser confiado 

Buena estación, LA CUARESMA , para hacer uso a diario como elementos de limpieza interna: el perdón, la oración, la alabanza, la Palabra y la Fe. Sólo así seremos capaces de mantener el brillo de nuestra vida cristiana y la juventud de los Hijos de Dios.

¿Qué artículo de limpieza necesita urgentemente tu vida de cristiano?