No es cuestión de cantidad sino de calidad

Martes I semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

 

Mi palabra no volverá a mí vacía (Isaías 55,10-11)

Cuando recéis no uséis muchas palabras (Mateo 6,7-15) 

n día más acompañamos a Jesús camino de la Pascua. 

No por hablar mucho se va a lo más esencial: “la palabra no está para cubrir la verdad sino para decirla”(Henri-Fréderic)

Constantemente, en nuestras disquisiciones y en el afán de instrumentalizar, la palabra olvidamos lo fundamental de ella: ser transmisores veraces de... 

-Adornamos el continente con tanta parafernalia que nos diluye el contenido 

-Incidimos en el despliegue de los medios eclipsando de plano los fines. 

-Ponemos tanto énfasis en las formas que podemos llegar a obviar lo que nos aguarda dentro.

“Cuando recéis no uséis muchas palabras” (Mt 6,7) nos dirá Jesús en la Eucaristía de hoy martes. No por expresarse con elocuencia se reza más y mejor. Ni tampoco por ser pródigo en miles de palabras. Al revés los rodeos pueden ser sinónimo de nuestra falta de verdad y sinceridad, de cobardía o de medias tintas. Dios no es sordo pero oye demasiado ruido y no entiende composiciones que elevan nuestro “ego” pero que suenan hueco, insípido y barroco.



Frente al virus de la palabrería hemos de saber inyectar sobriedad en nuestras oraciones presentando con sencillez, sin tapujos y con clarividencia nuestra vida. ¿Acaso no nos entenderíamos mejor? ¿Dios no valoraría una oración tejida más desde la transparencia que desde la misma arrogancia? 

La lógica y el quicio de la Palabra de DIOS es que cumple lo que promete.

El vicio y desquicio de la palabra humana son el prometer lo que, incluso a sabiendas, es incapaz de llevar a cabo.

Acostumbrados a una causa de golpe y efecto....la cuaresma –en y por nuestra oración- nos exige por el contrario paciencia, confianza y sinceridad no tanto en el “cómo rezamos” cuanto “en el qué rezamos”. 

“El que siembra vientos recoge tempestades” dice el viejo proverbio refiriéndose a la debilidad humana. 

En cambio aquella otra PALABRA, cuando se pronuncia en nombre de quien la dijo:

-Se convierte en esperanza para el que la escucha

-Se hace camino para quien la toma como punto de referencia.

-Se va cumpliendo y haciendo visible en las actitudes de aquel que la medita y la pone en práctica. 

Esa es la diferencia entre nuestra “palabrería barata” (que a veces nos cuesta cara) y aquella otra Palabra de DIOS. Con la nuestra intentamos vencer o convencer, herir o humillar, imponer o proponer , dialogar o guerrear, dar mil vueltas a la tortilla y escaparnos como las anguilas, hablar o discutir, etc.

DIOS con su Palabra escasa y certera, pero menos interesada, nos muestra la veracidad de la misma: TODO POR EL HOMBRE SIN NECESIDAD DE QUE ESTE SE LO PIDA.

Aún recuerdo, cómo en unos recientes ejercicios espirituales, un jesuita nos decía: “orar es llegar a entender y sentir que Dios es quién te busca y no pensar que es el hombre quien por propia iniciativa busca a Dios”.

Os dejo, como punto final, este pensamiento anónimo.

Feliz jornada, con pocas palabras, pero llenas de contenido.