Cuando apuntas... te apuntas

Domingo V semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz

 


El que esté sin pecado que arroje la primera piedra (Jn 8,1-11)  

Siempre que llega el momento de proclamar este Evangelio recuerdo  aquella conocida sentencia:cuando apuntas con un dedo a alguien…tres dedos , de esa   misma mano, te apuntan a ti”.

¡Qué distintos los parámetros del Señor para tratar los defectos y los fallos de los hombres! No los pasa por alto pero tampoco los expone en un escaparte para contemplación y escarmiento público.

¡Qué interesados los nuestros a la hora de soplar sobre el humo para evitar encararnos al fuego!

Esta es la misericordia de Dios que es enseñada y presentada por Jesús Maestro. Más allá de las leyes, de las normas y de los preceptos está el corazón del hombre. Y, el corazón, es lo que le interesa a Dios. Entre otras cosas, porque sólo El y uno mismo, podemos saber lo que ocurre en nuestras entrañas o las circunstancias que concurren en la situación de cada persona. Poco les importaba la vida de aquella adúltera aquellos que solicitaban una interpretación de Jesús. A ellos lo que les movía era el poner contra las cuerdas a Jesús.

 

ES FACIL TIRAR LA PIEDRA Y ESCONDER NUESTRA VIDA

-Y refugiarse  a la sombra de la roca nuestra propia mediocridad. Mientras hablen de otros…no se fijarán en mí

-Y escudarse en la presunción de lo que decimos ser y tener pero luego, a sabiendas, de que somos y tenemos todo lo contrario

-Y creernos tan en posesión de la perfección y de la verdad  que nos convertimos en autómatas a la hora de poner en práctica las leyes que atan para los demás y las alas de la libertad para nosotros.  

ES FACIL TIRAR LA PIEDRA Y ESCONDER NUESTRAS FALTAS

-Y extraerla de esa gran minería, que todos llevamos  en el interior, a golpe de juicios primarios y sin consistencia

-Y buscarla de gran tamaño para castigar las lagunas más diminutas de los demás y la más insignificante para los defectos más gigantes de uno mismo

-Y poner el ventilador salpicando a los otros con lo que en nosotros resulta difícil de eliminar  

ES FACIL TIRAR LA PIEDRA Y SER DUROS CON LOS QUE TROPIEZAN Y SE DESPLOMAN

-Y no caer en la cuenta que Dios, que tiene mucho de Padre, está muy cerca de aquellos por haber sido injustamente tratados

-Y dedicarnos a explotar la cantera de nuestros interesados juicios y olvidar el cultivo de la bondad de nuestro corazón

-Y maniatar con ajustados grilletes a los que nos rodean mientras nosotros vivimos en libertad  

En estas vísperas de la Pascua del Señor  todavía estamos a tiempo de curarnos primero a nosotros mismos. De mirar con detenimiento a esa película que todos tenemos archivada en el corazón y, a continuación entresacar aquellas escenas en las que alguien y en algún momento ha tenido misericordia o delicadeza con ciertas acciones que nos causan vergüenza personal o colectiva.

La diferencia entre un amigo de Jesús y uno que no lo es ¿sabéis donde estriba?. En que el amigo de Jesús, aún siendo conocedor de las faltas de sus hermanos, lejos de condenarles les ayuda a superarlas; lejos de airearlas procura meterlas en cuarentena para que pierdan fuerza; lejos de liquidar de un plumazo a persona/pecados…intenta ver el lado positivo de su vida para que esa persona salga de ese estado y pueda vivir con dignidad.

Siempre que leo el pasaje de Jesús y la adúltera me acuerdo de aquel paciente que iba a un médico con la garganta destrozada de tanto fumar. Era tanto el dolor que sentía que un día se atrevió a sugerir al sanitario: “aunque sea quíteme la garganta porque no puedo vivir así”. Y, el médico, le contesto: “no hombre; lo que vd tiene que quitarse es de fumar”.

Ahí quedaría el reto de la mujer adúltera. Mucho le perdonó Jesús (era buen médico y conocedor de su interior). Le faltaba lo más importante: no echar más hollín a su pasado oscuro y comenzar de nuevo.

¿Se lo permitirían aquellos que le acusaron?¿Fueron víctimas de su propio complot en contra de Jesús?

Pidamos al Señor que, a partir de hoy mismo, seamos capaces de regresar de aquellos caminos equivocados.

Pidamos al Señor que aprendamos la siguiente lección: la corrección del mal comienza con el perdón y no con el reproche.