El pozo que refleja nuestra vida

Lunes III semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz

 

 


Danos agua para beber! (Ex 17,1-7)
¡Si conocieras el don de Dios! (Jn 4,5-42)

Dos personas: Jesús y la Samaritana. Con ella se hizo el encontradizo Jesús y con nosotros en el trabajo o en casa, en la enfermedad o en la alegría. Todos, en alguna ocasión durante nuestra vida, nos asomamos a ese pozo desde cuyo fondo Jesús nos dice: SI QUIERES ....YO TE DARE UN AGUA VIVA QUE CALMARA PARA SIEMPRE TU SED.

Quién más y quién menos, todos, llevamos un cántaro vacío sobre la cabeza: el de la insatisfacción. Corremos de aquí para allá dando tumbos, estamos como la veleta buscando un norte, como el detector de agua buscando cosas y elementos que nos hagan felices o nos calmen la sed de la ansiedad y de la infelicidad.

Y nos puede ocurrir, un poco, como a esta mujer; ¿podrá llenar Dios nuestro vacío?. Sólo la sinceridad puede responder a este gran interrogante.

Lo más importante de la samaritana es que se encontró consigo misma, con su verdad y, al comprender lo que había delante de ella, creyó, se fue y lo dijo. 

El cántaro es nuestro corazón. ¡Lo queremos llenar de tantas cosas!. Viene la moda y nos dice “viste esto”. Llama nuestra puerta cualquiera y nos urge: ¡ven o vete.!.Anuncios que quieren seducirnos, prisas y agobios, errores y pasados que nos encorvan y nos agobian.

¿Estás dispuesto a seguir así?.Párate un poco delante de tu vida, reflexiona sobre ese corazón lleno de tus pequeños secretos que son secretos a voces.

No es cuestión aquí, de tener cuatro o cinco queridos o queridas como dice el evangelio, sino de llenar nuestra vida con la fuente de Dios. De hacer una opción seria para que Cristo no sea un “jugador” de tercera regional en el terreno de nuestra vida. 

oy hemos venido con el cántaro de nuestra vida (complicada, aterrorizada por los últimos acontecimientos de Madrid, adulterada, vacía)y hemos visto al Señor (en la Parroquia, en la Palabra, en la Oración, en la caridad, en el trabajo, en un paseo) hablándonos: “dáme de beber” y, como la Samaritana, nos volvemos y le preguntamos ¿ nosotros a ti Señor?. Sólo entonces, Jesús, nos ofrece su Palabra, su Pan, su Espíritu y su silencio. Eso si que sacia, plenifica y nos colma de felicidad. 

Una antigua historia cuenta que:

-Un día un elefante fue a beber agua al río. Al verse reflejado en el agua, creyó que había allí otro elefante y huyó despavorido.

Creía que el otro elefante lo había asustado y no sabía que se había asustado a sí mismo.

La vida es como un río (o como un pozo) siempre dispuesta a devolvernos nuestra imagen.

Cada vez que vayamos a beber agua nos encontraremos con el mismo problema: nos enfrentaremos a nosotros mismos como lo hizo la Samaritana en el encuentro con Jesús. Si no huimos de nosotros ese reflejo dejará de molestarnos y seremos capaces de volver a la auténtica vida y de beber de la verdad de nuestra vida.